Pilar del Río (Granada, 1950) recibió el pasado 16 de noviembre el Premio Luso-Español de las Artes en su sexta edición, un reconocimiento de los gobiernos de España y Portugal a personas o entidades que tienden puentes culturales entre ambos países. La ceremonia de entrega de la distinción se llevará a cabo en Lanzarote, donde la periodista y traductora mantiene abierta a la visita A Casa, sede de la Fundación José Saramago y mascarón de proa de la promoción del conocimiento y la obra del Nobel. Pilar del Río atiende a Diario de Lanzarote desde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México).
- ¿Qué ha supuesto para usted la concesión del Premio Luso-Español de Arte y Cultura 2016? ¿Es un reconocimiento a su trayectoria personal o al trabajo desplegado por la Fundación José Saramago?
- En su declaración, el jurado del Premio dice que se entrega por haber servido de puente entre las culturas. Y los puentes están hechos de muchos materiales, todos necesarios. En este caso, la voluntad de quienes sabemos que vivir con otros es mejor que vivir separados. Personas, obras e instituciones. Entre ellas está la obra de José Saramago, portuguesa y siempre tan atenta a España, y la Fundación. Es decir, somos muchos juntando voluntades para conocernos mejor.
- El Ministerio de Cultura ha informado de que la ceremonia de entrega del Premio se llevará a cabo en Lanzarote. Nuevamente, el Nobel sitúa a la Isla en el mapa cultural internacional. ¿Ha sido y es la sociedad conejera consciente de tal privilegio?
- No soy yo quien debe responder a esa pregunta, son otros. O nadie: Hay mucha gente en la Isla y en otros lugares que sin duda responderían que a ellos les da igual que una persona singular haya elegido el sitio donde viven para establecerse y crear. He oído decir: “Qué gano yo con eso”. Y es verdad: ¿qué gana Isla Negra con Neruda o Cadaqués con Dalí? José Saramago era hijo adoptivo de Lanzarote y de Tías; le nombraron y él aceptó, como aceptó formar parte del Patronato de Honor de la Fundación César Manrique, dejemos eso claro. Y punto.
- En declaraciones públicas, usted ha anunciado que destinará el montante económico del premio a activar la sede en Lanzarote de la Fundación José Saramago. ¿De qué manera piensa hacerlo?
- Mantener la casa donde se escribió Ensayo sobre la ceguera o Las intermitencias de la muerte es un proyecto moral mío. Mantener ese espacio como casa museo responde a una necesidad que se puede considerar antigua, pasada de moda, como es compartir con otros el mayor bien al que se ha asistido, el milagro de la creación. Mi casa, -y la de mi familia, dicho sea de paso, que aceptó mi decisión pese a la incomodidad que comporta-, está abierta a la visita pública porque se ha producido el don de la generosidad. Que no es necesario entender, basta constatar que existe, que hay quien comparte lo que tiene. Claro que este premio asegura algo más de vida a un proyecto que exige recursos y protección, así que estamos contentos por ese lado. Y por el reconocimiento de tanta gente de tantos lugares.
- ¿Qué es la Declaración Universal de Deberes Humanos? ¿Cómo surge ese concepto y cuáles son sus objetivos?
- José Saramago dijo en su discurso de recepción del Premio Nobel que a la Declaración Universal de Derechos le faltaba la simetría de la Declaración Universal de Deberes. En eso están trabajando especialistas de todo el mundo, juristas, activistas, filósofos, medioambientalistas y gente preocupada por el mundo y sus habitantes. Entre los deberes, el primero, es hacer que se cumplan los Derechos. Luego ya viene el deber de instruirse, de intervenir en la vida pública, de respetar la naturaleza, de procurar el bien común... En fin, es un articulado largo y concreto que nos podría salvar del caos en que vivimos, que más que ciudadanos parecemos consumidores.
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