Hasta la lluvia se portó en el inicio de Womad Fuerteventura
La tercera edición del Womad Fuerteventura dio comienzo este viernes, día 4 de noviembre, con una inesperada predicción de lluvias; un incidente que terminaría por mostrarse colaborador −después de todo− soltando el chaparrón una única vez y durante los minutos de descanso entre grupo y grupo. Lo que permitió el perfecto desarrollo del que se considera ya el festival de festivales, un espacio donde tienen cabida las distintas expresiones culturales del mundo.
Abrir un festival de esta magnitud es siempre un reto. La arena era todavía visible a las seis de la tarde, pues sólo los más entregados habían ocupado su puesto frente al escenario de Gran Tarajal. Sin embargo, el premio compensatorio de llevar a cabo la −cuanto menos compleja− tarea de meter en ambiente a los primeros asistentes, fue el contar con un decorado natural de lujo: la luz del atardecer de Fuerteventura. Las banderas ondeaban sobre un fondo naranja que iba, poco a poco, perdiendo intensidad para fundirse con el fondo oscuro del escenario. En éste, Bocinegro Downhone, la banda mejorera de blues sin artificios, desplegó sus temas. Un repertorio que fue llenando la playa, donde creció tanto el ánimo como los aplausos.
El talante festivo de Bocinegro venía acompañado de unas letras críticas, como su tema Nueva esclavitud: “la que estamos viviendo todos hoy en día: esclavos y contentos”, dijo su cantante; o los refugiados y su aparente invisibilidad para la sociedad. Historias que se fueron enlazando hasta llegar a un cierre maestro compuesto por una subida de intensidad, perfectamente coordinada.
Ciempiés ni cabeza cogió el escenario con ganas y con su tema Caradura se metió definitivamente a la gente en el bolsillo. La banda explicó su deseo de alcanzar un archipiélago sostenible “donde aprovechemos el sol y el viento de nuestra tierra”. Lo que dio pie a su estribillo viento, agua, tierra, arena que la gente coreó hasta terminar en un gran salto amortiguado por, precisamente, esta última. Incluso se permitieron un breve guiño folclórico con la farola del mar pero dándole un toque circense.
La incorporación de última hora de este Womad fue la del multinstrumentista, productor y compositor Aka George. El británico empezó haciendo un llamamiento a la gente que se encontraba en el otro extremo de la playa para, acto seguido, no dejó de recorrer el escenario sobre sus hipnóticas botas fluorescentes. Con una energía impresionante desde el segundo uno, consiguió infundir sus ganas al público; hasta el punto de no conformarse con los que ya estaban allí de pie y reclamar a los que permanecían sentados en la avenida. Todo un showman que dejó el listón muy alto gracias a un potente directo y melodías pegadizas.
Con el apoteósico cierre, comenzó la lluvia. La gente corrió a refugiarse bajo los toldos hasta que, en una sincronía casi divina, pasó lo peor y dio comienzo el número de Muyayo Rif. El público se armó de capuchas y pañuelos y el ritmo ska hizo el resto, activando a la gente como un resorte.
Los primeros acordes de Kel Assouf atrajeron a la gente de un extremo al otro de la playa, llevando sus pasos acompasados con los golpes de bajo y batería. Se iniciaba así el llamado rock del desierto, la música de un touareg en el exilio. De hecho, el nombre de la banda significa tanto “nostalgia” como “hijo de la eternidad” en Tamashek, el lenguaje de los nómadas del Sahara.
Enfundado en unos pantalones de cuero y con su característico turbante, Anana Harouna mantuvo la atención de todos gracias a sus elaborados solos de guitarra. Su música es de la que golpea en el pecho, en sentido figurado y, en el caso del Womad, también literal.
Las columnas no dejaron de retumbar hasta que empezó a leerse el manifiesto. Este año, la temática del discurso se centró en la crisis de los refugiados. Tras pedir unos segundos de silencio para escuchar el viento −una forma de hacer a la audiencia consciente del afortunado entorno−, se recordó al público los valores del Womad: tolerancia y solidaridad entre los pueblos. El festival, que siempre ha tenido puesta su mirada en África, resaltó la importancia de mantener vivo nuestro compromiso con su gente; personas que son víctimas del conflicto y que tienen que huir para seguir vivos.
Revelarnos contra la xenofobia, cada uno con nuestra contribución personal, fue la petición que lanzó el festival este 2016. El esperanzado mensaje enlazó con la actuación de Pat Thomas & Kwashibu Area Band, que ofreció una muestra musical excepcional, llegada desde Ghana. Por medio del afrobeat y el highlife, y encauzados por la voz de su emblemático cantante que, no por nada, se le conoce como la “voz de oro de África”. La banda hizo una breve introducción a capela y a partir de ahí los músicos empezaron a moverse y a mover al público con ellos.
Entonces llegó el turno de 9Bach y sus delicadas composiciones donde la mezcla de arpa y rasgueo de guitarra, unido a la angelical voz de Lisa Jên, creó una burbuja de paz que sirvió para serenar al público. El cual se mantuvo expectante, arrullado por las oníricas melodías de folk alternativo.
De los gaélicos cantos de sirena pasamos al funk y nu-jazz más movido, protagonizado por Jazzanova Live, una prueba de lo ecléctico que puede llegar a ser el cartel del Womad. Este colectivo, con base en Berlín y al que pone voz Paul Randolph, devolvió las ganas de fiesta al público. El estado ideal para caer de lleno en la propuesta final de la noche.
Las últimas demandas de celebración corrieron a cargo del DJ Ras S.O.S, quien con sus mezclas, no decepcionó a los más trasnochadores. El almeriense, afincado en Gran Canaria, despidió la noche con una combinación de ritmos que, seguro, dejó a la gente con ganas de más.
Por suerte, habrá segunda parte este sábado día 5, ¡y con actividades desde las diez de la mañana!