TOKIO, 24 (Reuters/EP)
El primer ministro de Japón, Yoshihiko Noda, ha advertido este domingo de que la disputa con China por la soberanía de las islas Senkaku/Diaoyu, que reivindican ambos países y Taiwán, podría debilitar la economía del gigante asiático.
En una entrevista concedida al diario estadounidense 'The Wall Street Journal', Noda ha considerado que las violentas protestas que se han vivido en las últimas semanas en China contra la compra de tres de las cinco islas por parte de las autoridades niponas podrían espantar a los inversores extranjeros.
“China debe su gran desarrollo a la gran cantidad de inversiones extranjeras que recibe. Así que cualquier cosa que desaliente dichas inversiones extranjeras supone un flaco favor para la economía china”, ha dicho el 'premier'.
En concreto, Noda se ha referido al supuesto acoso que están sufriendo las empresas japonesas asentadas en China, ya que algunas de ellas, como Canon, Panasonic y Toyota, han tenido que cerrar temporalmente sus fábricas en el gigante asiático por las manifestaciones antiniponas.
“Los últimos retrasos que se han producido en las aduanas y en la emisión de visados (por parte de las autoridades chinas) son un motivo de gran preocupación para nosotros”, ha revelado el mandatario japonés.
Además, el primer ministro ha apuntado que el debilitamiento de las relaciones económicas entre Japón y China, dos de los principales socios comerciales de la región, podría perjudicar también a la economía mundial, debido a la importancia de sus transacciones bilaterales.
CONFLICTO CON CHINA
La tensión bilateral se disparó hace dos semanas, cuando el Gobierno de Japón anunció la compra de tres de las cinco islas que forman el archipiélago a su propietario privado por 2.000 millones de yenes (20 millones de euros), que saldrán de los fondos reservados.
El plan de compra se puso sobre la mesa el pasado mes de junio, cuando el jefe de Gabinete, Osamu, Fujimura anunció la intención del Gobierno de sustituir el actual contrato de arrendamiento por uno que garantizara el control de las autoridades niponas sobre el archipiélago.
Sin embargo, la disputa territorial se remonta a 1895, cuando Japón se anexionó formalmente las islas para construir una planta procesadora de atún que dio empleo a 200 personas, aunque en 1940 el negocio se desplomó y las islas quedaron desiertas.
Entre 1945 y 1972, el archipiélago permaneció bajo dominación estadounidense, como parte de los acuerdos alcanzados entre Washington y Tokio tras la Segunda Guerra Mundial. Desde la salida estadounidense de las islas, China y Taiwán reclaman su soberanía.
China alega que descubrió el archipiélago en el siglo XIV y, a pesar de las tensas relaciones que mantiene con Taiwán, reconoce que algunas islas pertenecen al territorio como parte de la ciudad de Toucheng, ubicada en el condado de Yilan.
En cambio, Japón asegura que el archipiélago pertenece al completo a la ciudad de Ishigaki, ubicada en la prefectura de Okinawa, y, por tanto, rechaza las reivindicaciones chinas y cualquier acuerdo alcanzado entre Pekín y Taipei.
PROBLEMAS CON COREA DEL SUR
Por otro lado, Noda ha aludido a la disputa con Corea del Sur por las mujeres surcoreanas que fueron utilizadas como esclavas sexuales por las fuerzas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. “Es un tema cerrado”, ha subrayado, en alusión a posibles indemnizaciones.
Al igual que con China, Japón se encuentra inmerso en una disputa con Corea del Sur por la soberanía de las islas Dokdo/Takeshima, que actualmente se encuentran bajo el control de la administración surcoreana.
En este caso, la disputa territorial cobró actualidad el pasado 10 de agosto, cuando el presidente surcoreano, Lee Myung Bak, visitó el archipiélago, a pesar de que las autoridades niponas le pidieron que no lo hiciera para no perjudicar las relaciones bilaterales, que pasaban por uno de sus mejores momentos.
Japón ha solicitado a Corea del Sur que acepte trasladar el conflicto por las Dokdo/Takeshima a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), pero Seúl se ha negado, al considerar que ello supondría admitir que las islas están en disputa, tal y como argumenta Tokio.