La resistencia de los saharauis a la ocupación marroquí en El Aaiún: “Aquí es muy difícil vivir, te obligan a estar callado”
A la entrada a El Aaiún desde Tarfaya (a unos 100 kilómetros al norte), tras pasar un puesto de control de acceso, un estrecho mural cercano a una rotonda representa la Marcha Verde y, a su lado, el mapa de Marruecos pintado del rojo de su bandera incluye al Sáhara Occidental. Su ubicación recuerda la invasión de la ciudad de miles de personas el 6 de noviembre de 1975, un acontecimiento que el rey Mohamed VI conmemora cada año. Esa fecha dio inicio a la ocupación de Rabat del territorio que poco después abandonaría España tras casi 100 años bajo su soberanía. Casi medio siglo después, en fachadas de viviendas de barrios alejados del centro se adivinan trazos negros que dibujaron la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática, todos tachados o tapados, como únicos símbolos que muestran la resistencia de parte de los habitantes de la ciudad.
Entre las calles de la capital del Sáhara Occidental, un residente saluda: “Welcome to Morocco”. A pocos metros de distancia, en otro barrio, un vecino expresa: “Bienvenido al Sáhara”. En la ciudad, de unos 200.000 habitantes, se ubica la sede de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (Minurso), rodeada por un muro y una valla, vigilada por fuerzas de seguridad marroquíes. El edificio recuerda que sigue siendo un territorio no autónomo pendiente de descolonización, a pesar de que Estados Unidos, Francia o España respalden la propuesta de Rabat, que se niega a la celebración de un proceso de autodeterminación y aboga por establecer una autonomía bajo su soberanía.
Ya lo reiteró Mohamed VI en su discurso ante la nación el pasado 6 de noviembre, en el marco del 46 aniversario de la Marcha Verde: “Para Marruecos, el Sahara no puede ser objeto de negociación” y “representa la esencia de la unidad nacional del Reino”. También recalcó el “impulso general de desarrollo” que dice estar llevando a cabo en “infraestructuras, proyectos económicos y sociales” en lo que denomina “provincias del sur”. Seis años antes, celebró la efeméride en El Aaiún con un baño de masas e incluso con un partido de fútbol al que asistió Diego Armando Maradona.
No en vano, la avenida principal de El Aaiún se denomina Mohamed VI. Cruza de un extremo a otro la ciudad y discurre paralela a Saguía el Hamra, un río intermitente que desemboca en el Océano Atlántico y que, a su vez, daba nombre a la región norte del Sáhara Occidental cuando pertenecía a España. También es parte del nombre del Frente Polisario: Frente Popular por la Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro; esta última, la región sureña. Bajo la superficie marroquí, activistas saharauis se resisten a aceptar la ocupación a pesar de las represalias que dicen sufrir, ya sea por apoyar públicamente al representante del pueblo saharaui y el referéndum de autodeterminación, mostrar la bandera de la RASD en las calles o simplemente celebrar una victoria de la selección argelina de fútbol.
Argelia, que ha apoyado al Frente Polisario desde su creación en 1973, rompió relaciones diplomáticas con Marruecos desde agosto de 2021. Entre otras razones, por la política que desarrolla Rabat en el Sáhara Occidental. Y, recientemente, ha hecho lo propio con el Gobierno de España, un día después de que Pedro Sanchez confirmara su postura en el Congreso de los Diputados: apoyar la propuesta de Marruecos para solucionar el conflicto porque le parece la “más seria y creíble” para solucionar el conflicto en el Sáhara Occidental, en contra de todo el Parlamento.
“El Gobierno de España es un traidor a los saharauis”, dice Mohamed Mayara. Es coordinador de Equipe Media, un medio de comunicación creado en 2009 que realiza su trabajo en el Sáhara Occidental. Entre otros reconocimientos, ha obtenido el Premio Internacional de Periodismo Internacional Julio Anguita Parrado en 2019 por su labor en denunciar la violación de derechos humanos de la población que habita territorio ocupado. “El Gobierno de España fue un traidor porque dejó a los saharauis en una situación miserable”, recuerda, y ahora, con su respaldo publico a la tesis de Rabat, “vuelve a faltar a su responsabilidad histórica y moral con el territorio”.
“Nosotros distinguimos lo que hace la población civil, que es fuerte y nos ofrece ayuda, del Gobierno; (el Ejecutivo) dice que nos dan apoyo, nos dan comida, pero no queremos esa ayuda, necesitamos que se cumplan con las obligaciones internacionales. Si apoyas a los saharauis, dale apoyo político”, señala Mayara. Además de en Equipe Media, ha trabajado como empleado en el Ayuntamiento El Aaiún y como profesor de historia en un instituto. Dice que ha sido despedido de ambos. En 2007 participó en una reunión sobre derechos humanos de la ONU en Ginebra y, al regresar, perdió su empleo “sin ninguna explicación”. Tras cinco años dando clases, fue despedido en 2015 por, añade, su labor en Equipe Media. Esa vez, su mujer también perdió su empleo, a pesar de que ella no es activista.
Mayara también ha sido uno de los fundadores del Comité de Familias de los Mártires Saharauis en las Prisiones Secretas Marroquíes. Cuenta que hasta los 16 años no supo qué ocurrió con su padre. Fue entonces cuando tres de sus tíos salieron de la prisión de Agdez, en el marco de los acuerdos de alto el fuego de 1991, y le contaron que fue arrestado en 1976 y, tras protestar porque una de sus sobrinas, de 21 años, había sido “violada y asesinada” también fue “asesinado”. Estas cárceles fueron creadas por Marruecos de manera clandestina para encerrar a activistas y seguidores del Frente Polisario.
Gdeim Izik 11 años después
En la actualidad, hay más de 40 “presos políticos saharauis” en cárceles marroquíes, encerrados por sus reivindicaciones políticas. Aún permanecen encerrados un grupo de personas que fueron arrestadas y juzgadas por tribunales militares y civiles tras las protestas durante noviembre de 2010 de los campamentos de Gdeim Izik, en la mayor protesta de los saharauis desde que España abandonara los territorios, que fue duramente reprimida por el Gobierno marroquí. Uno de los presos es Mohamed Bani, condenado a cadena perpetua.
Su mujer, Aajna Ghali, dice que debe recorrer 600 kilómetros para visitarlo, en la cárcel de Ait Mellou. Allí “tiene prohibido ver el sol” al no tener ventanas y, a diferencia de otros presos, “todo el día debe estar en su celda”. Ella, con el apoyo a su familia, saca adelante a sus cinco hijos.“Sufro por ellos, que me preguntan por su padre, me preguntan cuándo va a salir de la cárcel”, dice, con la voz temblorosa.
Ghali cuenta su historia con la traducción de Mayara, quien organizó el encuentro en la casa de Kira Ahmad Mbarek, madre de Said Damber. Con 26 años, fue asesinado en 2010, después de las protestas de Gdeim Izik. El rostro de Said cubre una de las paredes de la habitación donde se desarrolla la charla entre vasos de té, dátiles y leche. Khalil Damber recuerda que su hermano recibió disparos de la policía marroquí cuando, el 22 de diciembre de 2021, salió de un ciber-café donde vio el partido de la Copa del Rey entre el FC Barcelona y el Athletic de Bilbao.
“Nosotros seguimos luchando, porque queremos la verdad, la justicia”, remarca Khalil. La familia denuncia que nunca se realizó una autopsia para esclarecer las causas de su muerte y tampoco les entregaron el cadáver para darle sepultura. En octubre de 2011, se celebró un juicio en El Aaiún en el que se condenó al policía Jamal Takermch a 15 años por disparar el arma accidentalmente. “Fue todo mentira, dijeron que fue uno solo, pero fueron como mínimo tres policías”, añade Khalil, “fue un crimen de Estado”.
Desde entonces, cada año, en el aniversario de su asesinato, la familia protesta ante su casa con el apoyo de otros saharauis. “Nuestra casa es como un símbolo de la lucha”, añade Khalid, quien entonces muestra un vídeo en su móvil en el que se aprecia cómo la policía agrede a su madre en una de esas protestas. Durante todos estos años, su familia no ha cejado en reclamar justicia, a pesar de las represalias y de, añade, chantajes para aceptar trabajos a cambio de silencio.
¿Todos los saharauis que viven en El Aaiún apoyan el referéndum de autodeterminación?. “Aquí hay saharauis a favor de la causa y saharauis a favor de Marruecos, son 47 años de ocupación”, explica Khalid. “Hay traidores y gente que trabaja a favor de ellos”, matiza, “pero la mayoría está con la causa y contra Marruecos”, aunque “ya somos pocos los saharauis que quedamos en El Aaiún, la mayoría de los jóvenes se van, no hay trabajo y hay mucho presión aquí”.
De hecho, él ha vivido en Lanzarote durante 24 años, donde nacieron sus hijos. “Nosotros somos once hermanos: cuatro están viviendo fuera (dos en Francia y dos en España); los demás están aquí, en El Aaiún, excepto dos, que residen en Marruecos”. Recuerda que en 1989 vivió en los campamentos de refugiados de Tindouf, hasta 1994. “Después fuimos a Mauritania, conseguimos un visado y nos trasladamos a España, en 1998”. En la isla conejera trabajó en la hostelería. Volvió a El Aaiún cuando empezó la pandemia, para estar junto a su madre y sus hermanas
Khalil relata que cada vez que intenta volver a El Aaiún tiene “problemas en el aeropuerto”. “Siempre nos están molestando, aquí es muy difícil vivir, no te dejan hacer nada, te quitan el puesto de trabajo si estás con la causa o te obligan a estar callado”. Ahora espera poder viajar a Francia porque en Lanzarote “ya no hay trabajo”. Khalil ve “muy difícil” que se llegue a celebrar algún día el referéndum de autodeterminación. “Ahora estamos en guerra”, recuerda, después de que el Frente Polisario declarara el fin del alto el fuego en noviembre de 2020.
“Nosotros seguiremos adelante, nunca nos rendiremos. Tenemos la razón para resistir, nuestra causa es justa. Debemos seguir adelante para resistir la ocupación marroquí. Es necesario ejercer mayor presión en contra de la ocupación marroquí, para liberar a los presos políticos saharauis y proteger los derechos humanos de los saharauis que viven en territorio ocupado”, concluye Aajna Ghali.
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