La décima o la vida: el dilema de Toribio

Unidades de centena, unidades de millar, unidades de millón... recitaba don Toribio Barrera con la mirada absorta en otro tiempo. Mira, esas lecciones nos las daba Guillermo Ascanio[1] en la cárcel, en Madrid. Yo le preguntaba para qué servía todo eso y él nos decía que era importante saber las cantidades, para que no nos engañaran[1]. ¿Sabes? Yo lo vi el día que se lo llevaron para fusilarlo.

Don Toribio Barrera Chinea (El Cercado, Vallehermoso, 15-04-1915- Venezuela 20-06- 2005) era un gran aficionado a la décima y tenía una tonada maravillosa para cantar el punto cubano, al estilo antiguo, como él las aprendió escuchando a los indianos en las viejas ventas. La línea de la vida y de la décima se entrecruzaron en su existencia y una y otra estuvieron íntimamente ligadas.

Don Toribio fue obligado a ir a la guerra civil española, “desertando” con otros paisanos en el frente de Madrid -lo consideraba su deber como militante de la Federación Obrera de Vallehermoso-. Al terminar la guerra es detenido (en la cárcel se recrea escuchando décimas a Francisco Castellanos, natural de Güímar), se le procesa y pide “pena de muerte”. Me trajeron una lista con los nombres de mis ‘defensores’ (eran militares franquistas) y vi que había uno que se llamaba Tomás Morales y, como sabía una décima donde aparecía entre los intelectuales canarios, me dije: ‘Yo soy canario y éste también’. Y lo nombré. Cuando vino a verme, me preguntó por qué lo había escogido. Entonces le recité la décima de Castellanos:

Entre los intelectuales voy a nombrar a Castillo a Monteverde y a Trujillo, a Jordán y a Tomás Morales. A Porlier como a González y a otros grandes pensadores que se rodean de honores por sus cerebros preclaros, nombrando a Silva, Tinguaro, Bencomo y otros doctores.

Y le caí bien: consiguió que no me condenaran a muerte.

A finales de la década de los noventa del pasado siglo, sentados en su bodega en El Cercado, mientras la bruma iba tendiendo su manto y al calor de su excelente vino, don Toribio exhibía su portentosa memoria recitándome en décimas la geografía cubana, dándome la altura exacta del Pico Turquino -techo de Cuba- tal y como venía en la mítica controversia de Santana y ‘Limendú’ -Limendoux-.

Tú por aquí paseando

Santana qué hay de salud,

Yo me hallo bien Limendú

y te andaba procurando.

Hace tiempo ando vagando

como errante peregrino

sin hallar en mi camino

un ser que por su cultura,

me diga de metros la altura

que tiene el Pico de Turquino.

Dicho pico en la espesura

del bosque más reluciente,

se halla en límites de Oriente

ostenta esbelta figura.

Desde la inmensa llanura

esparcida ante sus vientos,

se divisan sus cimientos

frente a bellos cafetales,

y de altos metros lineales

tiene dos mil cuatrocientos.

Y desgranaba sus vivencias, de la guerra y de que si llega a saber la persecución que iba a sufrir su familia en La Gomera no hubiera desertado en el frente; de la Barcelona de esos años, en donde también estuvo y de cómo, de regreso en su pueblo, tuvo que sufrir su condición de perdedor de guerra. Me hablaba de cuando iba de ojeador de caza para los ricos del Valle, del calzado de cuero de vaca que no dejaba huellas en el monte, de cuando con su padre bajaban troncos por la noche -con los faroles apagados- a los carpinteros de Vueltas, Valle Gran Rey...

Y mientras me iba transmitiendo sus vivencias y sabias opiniones sobre el mundo que nos ha tocado vivir, me dice de repente: Ése sí que era un hombre. ¿Quién, don Toribio?, le pregunté. Guillermo Ascanio. Ya no quedan hombres así.

Fuentes:

  • Paisaje humano de la décima en La Gomera. Ricardo García Luis. Prólogo del libro Décimas de La Gomera. Poetas de Valle Gran Rey, de Miguel Ángel Hernández Méndez. (1998). Editado por la Asociación Granate y el Ayuntamiento de Valle Gran Rey.
  • Fotografía cedida por Zoraida Trujillo Barrera. Nieta de don Toribio.

Décima. Don Toribio Barrera. El Cercado, 10 de febrero de 1994.

[1] Guillermo Ascanio Moreno (Vallehermoso, 1907 – Madrid, 1941). Fue uno de los fundadores del Partido Socialista de La Gomera en 1930, y por su activismo político y militancia jugó un papel fundamental en los movimientos obreros en la época de la II República española.