A medida que vamos conociendo datos sobre la construcción del primer pescante de Hermigua nos damos cuenta de lo difícil que resultó para los vecinos de este pueblo del norte de La Gomera llevar a buen puerto –nunca mejor dicho- esta obra que marcó un antes y un después en el progreso económico y social de este municipio.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX la política de Hermigua vivía bajo la sombra del gran cacique del pueblo, don Ciro Fragoso. Hombre de ideología conservadora, varias veces alcalde, con gran influencia política en Madrid, tenía su residencia en el barrio de La Vecindad y desde allí controlaba todo los hilos de la actividad política del ayuntamiento. El alcalde de turno funcionaba como un mero criado de don Ciro, siempre dispuesto a satisfacer las demandas del gran oligarca hermigüense. Pero don Ciro también tenía en contra a una gran cantidad de enemigos políticos, los cuales más de una vez intentaron asesinarle por medio de varios tiros de escopeta (tal y como ocurrió en el monte de Alajeró en el año 1897).
Por otra parte, desde 1899, con la construcción del embarcadero de El Peñón, Hermigua y Agulo compartían un mismo puerto para desde el mismo poder exportar hacia Inglaterra y el resto de Europa los plátanos y los tomates de sus campos. Agulo dependía hasta entonces de los vaivenes políticos que sufría Hermigua ya que la exportación de sus productos la realizaba desde el mencionado embarcadero situado en el municipio vecino. Pero en 1907 las relaciones políticas entre estos dos municipios hermanos se iban poco a poco a enrarecer. A comienzos de año don Leoncio Bento, “el patriarca” de Agulo, permitió que el vapor “Carmen”, procedente de Santa Cruz de Tenerife atracase en la costa agulense, en tiempos de la “peste bubónica” que padecía la capital tinerfeña. Este acto sirvió de pretexto a don Ciro y a su séquito para poner un cordón sanitario a Agulo. Esto lógicamente levantó la indignación de don Leoncio Bento, rompiéndose de esta forma todas las relaciones de amistad entre ambos pueblos. Agulo, que el día 8 de diciembre de 1906, había celebrado la “fiesta del agua”, traída a presión e instalada en las casas por iniciativa individual de don Leoncio Bento, se veía herido en su fibra más delicada, que es el amor propio, al acordonar Hermigua a Agulo en la forma en que lo hizo. “¡A luchar por nuestra independencia y a redimirnos!”, gritaron los de Agulo. Unidos todos como una sola persona suscribieron acciones por más de 30.000 pesetas para construir una obra gigantesca en el puerto de la Piedra Rosa, el pescante de Agulo, obra que, después de concluida bajo la inteligente dirección de don Enrique Bayoll, aseguraría la exportación de los frutos de Agulo, sin estar sujetos a los caprichos de la política de Hermigua (1).
Hermigua, por su parte, vio con asombro el valor del pueblo de Agulo y no quiso quedarse atrás. En el barrio de Santa Catalina, durante el mes de agosto de ese mismo año de 1907, se organizó rápidamente una reunión con el fin de tratar de construir un pescante en El Peñón, tal y como lo estaba haciendo Agulo en aquellos momentos en su costa. Fruto de dicha reunión quedó constituida la Sociedad “La Unión” en la que colaboraron económicamente muchos propietarios del valle y se hizo sin la mediación política y caciquil de don Ciro, el cual no consiguió los votos suficientes para ser nombrado presidente de la nueva sociedad. El nuevo dirigente de “La Unión” sería don Francisco Trujillo Grasso, un hombre recién llegado de Cuba, curtido en las guerras de independencia de la isla caribeña, desde donde además de dinero trajo a Hermigua ideas progresistas y republicanas, no en vano fue uno de los grandes difusores del republicanismo en el valle. Su ideología chocaba lógicamente con la de don Ciro Fragoso. Este último no cejará en su empeño de controlar la vida económica del municipio, y al no poder manipular a su antojo la Sociedad “La Unión”, decidirá construir su propio pescante en Hermigua, en la Baja de La Sal concretamente (2). Pero el municipio socialmente estaba comenzando a cambiar a comienzos de siglo debido a la exportación del plátano y muchos de los propietarios no se iban a dejar amedrentar por don Ciro.
Don Ciro Fragoso había conseguido meses antes que el gobernador civil nombrase injustamente como alcalde a don Domingo Bencomo, uno de sus “criados”, relegando de su puesto a don Francisco Trujillo Aguiar, de carácter liberal; dándose la paradoja que en Hermigua durante unos meses, hasta que el gobernador no resolvió el problema, existieron dos alcaldes y dos ayuntamientos funcionando a la vez. Don Ciro se presentaba como la Ley en persona, no en vano tiró abajo la puerta de la casa de don José Ascanio Dávila, en El Convento, con el fin de sustraer los papeles de la secretaría del ayuntamiento y llevárselos para su casa de La Vecindad, donde situaría la nueva sede de la casa consistorial. Controlada la alcaldía, don Ciro más de una vez, a través siempre de sus acólitos, el alcalde y el juez municipal, mandó a suspender los trabajos de construcción del pescante que en El Peñón estaba realizando la Sociedad “La Unión”, amenazando con multas a los obreros. Pero el destino fue benévolo con Hermigua y despiadado con don Ciro: su pescante de la Baja de La Sal apenas llegó a empezar a construirse debido a los estragos de la fuerza del mar, mientras que el pescante de El Peñón no sólo se terminó al año siguiente (fue inaugurado en 1909) sino que cambió para siempre la vida económica y social de Hermigua, pasando éste a ser uno de los municipios más prósperos de la isla, derrotando de esta manera al caciquismo de don Ciro.
(1) Diario La Opinión, viernes 27 de septiembre de 1907.
(2) Diario La Opinión, lunes 28 de octubre de 1907.