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La mujer, legionaria del siglo XXI

El pasado viernes, La Sexta Columna (programa de la Sexta que sustituye al anquilosado Informe Semanal de TVE) denunció cómo en las Fuerzas Armadas del Estado español se cometen actos de feudalismo, humillación y vasallaje. Junto a los sonoros casos del teniente Luis Segura, acosado por las autoridades militares por escribir primero un libro sobre las corruptelas que se cometen en el ejército español y posteriormente por denunciarlas abiertamente en medios de comunicación, estuvieron también dos casos que rozan lo espeluznante: el caso de la soldado Gago y el de Silvia, expulsada de la Guardia Real tras padecer cáncer.

Señalo estos dos y no otros por el día que representa hoy 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Mi país le debe una disculpa a la soldado Gago y a Silvia.

En el caso de la soldado Gago, por las vejaciones y abusos a los que le sometió un superior suyo, como ella misma manifestó en el programa. Sus problemas de salud la llevaron a estar exenta de terminar unas maniobras. Sin embargo, cuando le comunicó su intención de retirarse de las maniobras a su superior, éste (el mismo que luego la vejó) le negó tal permiso: “Me dijo que era una orden, y yo dije a la orden, municioné y me desmayé”. Cristina Muñoz Gago denunció este maltrato a las autoridades militares y puso un parte por el trato recibido, aun costándole un calvario: “Me metieron presión para que lo quitase, que tenía familia, que cómo le iba a hacer eso. Me metí en la oficina de mi capitán y le grabé insultándome. Esas grabaciones me han hecho que no pierda el juicio y que no me metan un año y medio en prisión”. A partir de entonces, el ensañamiento de aquel déspota fue total. “Cuando puse parte el capitán me obligó a desnudarme delante de mis compañeros. O me gritaba Gago ponte delante de mis chicos, para que se motiven y corran más. O mirad a vuestra compañera Gago que tiene más perfil de actriz porno y le habría ido mejor que de militar” fueron las demoledoras revelaciones que denunció Gago. Hace justo un año que echaron a Gago del ejército, su superior ascendió y fue condecorado.

En cuanto a Silvia, lo inhumano de su historia duele hasta para quien se atreve a relatarla. Silvia trabajaba en la Guardia Real, y aunque sus labores eran administrativas debía hacer también maniobras. Un día mientras realizaba las maniobras sintió un dolor en el pecho. Le preguntó a su superior inmediato, en aquel momento un sargento mal avenido, que si en vez de tirarse al suelo podía poner la rodilla. La respuesta descortés, maleducada y negativa del sargento fue “que no, que si no valía para el Ejército había más trabajos”. La consecuencia para Silvia fue un arresto de 14 días. Después de ese síntoma, Silvia fue a su médico éste y le dijo que se trataba de un cáncer. Dada de baja, con el diagnóstico en mano... el arresto continuó. Y Silvia, aun con cáncer, estuvo 14 días arrestada sin poder salir de su domicilio. Pero ahí no acabó su martirio. Silvia Ruiz no fue renovada en su cargo, la excusa fue que no había pasado el reconocimiento médico. “Que obviamente no lo puedo pasar porque estoy enferma” explica ella misma. El ejército decidió prescindir de una persona enferma de cáncer, aun cuando sus labores eran administrativas. Ella culpa además a un capitán, que dice le hizo la vida imposible: “ Eran sanciones tras sanciones. Ya eran por tonterías, si cruzaba una mirada con él decía que me iba a arrestar por mirarle mal”.

Sus historias son el mal de una estructura militar que se ensaña con quien intenta alzar su voz contra los abusos y los actos ilícitos que se cometen en el interior del ejército español. Le ocurre a hombres y mujeres, es cierto, porque para ambos la justicia militar es igualmente injusta. Pero deja más desprotegidas a ellas, que son dentro del ejército español un 12% de su personal. Las mujeres militares sufren abusos de poder, sufren la pasividad y la mirada hacia un lado de la judicatura militar y sufren las presiones de un intento de silenciación de su superiores. Pero además, a diferencia de lo que ocurre con los hombres militares, las mujeres que son militares sufren vejaciones por su género, por su identidad sexual, por su condición de mujer. Un ejemplo perturbador del presente, que nos grita que aun queda mucha lucha para alcanzar la sociedad de iguales que nos merecemos.

Otro ejemplo también podrían ser las negativas perspectivas sobre la mentalidad de los jóvenes de este país, el futuro. Los únicos estudios atrevidos a analizar esta cuestión son de Andalucía, y no son para nada buenos los resultados que de él derivan. El informe “Andalucía Detecta” del Instituto Andaluz de la Mujer, arroja que el 24% de los jóvenes andaluces considera que el sitio de la mujer es “en casa con su familia”.

El mismo estudio revela que el 10% de los jóvenes considera que en la pareja, el hombre debe tomar las decisiones importantes. Y esto es la consecuencia de atreverse a preguntar entre las nuevas generaciones sobre el tema, porque a nivel nacional desde el 2008 el Instituto de la Juventud no realiza informes ni estudios al respecto. Y ya por aquel entonces, el 20% de los jóvenes encuestados pensaban que la mujer debe preocuparse de la casa y los niños. Las ideas machistas vienen más arraigadas que nunca entre los que aspiran a heredar este país.

Tampoco es dato positivo el que hayan muerto a lo largo de este año 44 mujeres, 44 víctimas inocentes de la violencia machista. Esta barbarie que resulta de una violencia repudiable, asquerosa y miserable. Que sin embargo no consigue conmover las acciones políticas de nuestros representantes ni conminarles a mantener, mientras gestionan y no sólo en campaña electoral, una ética intolerante con la violencia de género, o que les haga tener en cuenta este desastre de nuestra sociedad. El mejor ejemplo de esa ausencia de ética fue el de Cospedal y las casas de acogida para las víctimas. Otro ejemplo también es la utilización política que unos y otros hacen sobre el tema. Realmente denigrante, en especial para las víctimas. El Partido Popular hoy tiene la desvergüenza de presentarnos a Cospedal como paladín de la lucha contra la violencia de género. El Partido Socialista, hace un mes, a través de su secretario general Pedro Sánchez defendía que las fallecidas por violencia de género debían recibir honores de funeral de Estado. Un uso fratricida del tema, sin fondo resolutorio o que se encamine a resolver el problema. Ni siquiera a combatirlo. Pura carroña electoral.

Hoy más que nunca, hay que ponerse en pie para defender los derechos y la igualdad de la mitad de la población mundial. Por las mujeres, legionarias del siglo XXI. Las luchadoras contra todas las tempestades y plagas modernas.

El pasado viernes, La Sexta Columna (programa de la Sexta que sustituye al anquilosado Informe Semanal de TVE) denunció cómo en las Fuerzas Armadas del Estado español se cometen actos de feudalismo, humillación y vasallaje. Junto a los sonoros casos del teniente Luis Segura, acosado por las autoridades militares por escribir primero un libro sobre las corruptelas que se cometen en el ejército español y posteriormente por denunciarlas abiertamente en medios de comunicación, estuvieron también dos casos que rozan lo espeluznante: el caso de la soldado Gago y el de Silvia, expulsada de la Guardia Real tras padecer cáncer.

Señalo estos dos y no otros por el día que representa hoy 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Mi país le debe una disculpa a la soldado Gago y a Silvia.