El agente de Medio Ambiente de La Caldera de Taburiente Gustavo Balsera Pinar, en una ponencia presentada en la Casa de la Cultura Braulio Martín Hernández de El Paso con motivo del Día Europeo de los Parques, mostró rincones inexpugnables de una belleza sobrecogedora del principal entorno protegido de La Palma y dio a conocer la joyas vegetales que, en enclaves inaccesibles, atesora la espectacular catedral de la naturaleza de la Isla.
Este es su relato:
“Cuando me pidieron que preparara una charla sobre algún aspecto de La Caldera de Taburiente relacionado con mi trabajo, se me ocurrió la idea de hablar sobre ciertas tareas de conservación de flora que hasta hace poco eran desconocidas para el público ajeno al Parque Nacional.
Después se me pidió el nombre de la charla. No tenía ni idea cómo llamarla, y tras pensar 20 segundos, y un poco para quitarme a los pesados de los guías del parque de encima, ‘solté’ el título que aparece en la cabecera.
Una vez puesto a redactar la charla, y preparar la presentación de imágenes que la acompaña, me di cuenta que el título era bastante acertado, porque en realidad, las joyas vegetales que atesora La Caldera se encuentran en lugares aparentemente inaccesibles; en mitad de paredes vertiginosas, en lo alto de roques o descansando tranquilamente en vetas y andenes colgados de la nada.
Esto es debido (además de que gran parte de las especies vegetales que existen en La Caldera se adaptan a la falta de suelo y de humedad) en gran medida a la presión que la actividad humana ha ejercido sobre sus poblaciones naturales. El pastoreo desde épocas pretéritas de los montes de Aceró, y la introducción de herbívoros que se han asilvestrado de manera brillante, han relegado a un buen puñado de especies autóctonas, algunas de ellas endémicas, y otras aún no sabemos, a esos refugios extremos, aislándolas en poblaciones a veces exiguas de no más de 25 ejemplares.
Desde hace más de 20 años se vienen haciendo descubrimientos de estas joyas de la flora canaria por parte de botánicos y técnicos gracias, en muchas ocasiones, a las aportaciones de pastores, cazadores y gentes ligadas a la vida en el monte. Ellos ya conocían esas plantas, desconociendo la importancia botánica que los científicos sí han reconocido.
La labor de los gestores del Parque Nacional es la de proteger y conservar estas rarezas de la flora, asegurando la pervivencia de las poblaciones naturales, mejorando la calidad de las mismas, ampliando sus áreas de distribución hasta su máximo potencial, evitando una merma en la variabilidad genética, y localizando nuevas poblaciones naturales.
Es en esta última labor en la que vamos a centrarnos a partir de ahora.
Un entorno hostil.
Las plantas en La Caldera no lo tienen fácil. En cotas bajas, en la cercanía del agua de los barrancos y en zonas con pendiente moderada, deberían proliferar sin problema, pero la acción humana y la abundancia de herbívoros hacen que pocas especies sean capaces de colonizar el territorio. Entre ellas destaca el pino canario, acompañado por amagantes, tagasastes y una cohorte de plantas anuales e invasoras. El sauce se acantona en los fondos húmedos de los barrancos.
En las cumbres tampoco se puede decir que la vida sea agradable. La abrumadora diferencia de temperaturas entre la época estival y la invernal, la patente insolación y los fuertes vientos no hacen de las partes altas una zona residencial precisamente. El codeso reina en las cumbres, donde crea un manto salpicado por zonas desnudas, algún cedro que otro y una serie de herbáceas acompañantes.
Gracias al esfuerzo del personal del Parque Nacional, otras especies propias de estas alturas comienzan a reivindicar su espacio. Los vallados protectores, las repoblaciones y las siembras han permitido que estas plantas sobrevivan en este ambiente hostil, produzcan descendencia y aporten color a estas zonas. La escasez de conejo y la presión sobre el arruí, ha permitido observar la aparición de numerosas plantas que hasta hace poco eran escasas en las cumbre palmeras, como es el caso de tajinastes, retamones, retamas, tinguarras, todaroas, lactucas y gramíneas.
En las áreas de pinar, la presión de los herbívoros ha relegado a muchas especies a los riscos y acantilados interiores de La Caldera, donde la falta de suelo y de humedad son mejor opción que caer bajo el diente de conejos, cabras o arruís.
Estas paredes descomunales, algunas de ellas de más de 400 metros de altura, albergan poblaciones o ejemplares sueltos de especies autóctonas de Canarias, y en ocasiones endémicas de La Palma, e incluso con La Caldera como única zona de distribución. Las especies rupícolas o fisurícolas colonizan las paredes verticales, mientras que otras un poco más exigentes en cuanto a suelo, buscan andenes o vetas donde se acumule algo de suelo y la humedad perdure un poco más. En ocasiones deben conformarse con mínimos acúmulos de tierra entre las rocas.
Siempre se ha dicho que la riqueza vegetal de La Caldera está en los acantilados, y es cierto. Mientras en la primavera y el inicio del verano el pinar aparece acompañado de un manto de pinillo y amagante en algunas zonas, los riscos de La Caldera lucen de los colores de la floración de gacias, tagasastes, cinco uñas, tajinastes, retamas…
Autopista hacia el cielo.
La Caldera de Taburiente mira hacia arriba, hacia el aire, como dicen por aquí. La búsqueda de especies vegetales fuera del alcance de predadores hay que encaminarla hacia los paredones y acantilados que advierten de su inaccesibilidad con su imponente verticalidad, el difícil acceso a sus pies y el lanzamiento incontrolado de rocas. La pendiente media del Parque Nacional, según los datos del SIG es de 93,72% (43,14o), y esto acompañado de un terreno inestable, propio de una zona volcánica joven, en formación, hacen imaginar que no es precisamente un plácido paseo por el campo de lo que estamos hablando.
Ante este panorama, no es raro que pocos se aventuren a esta tarea, ya que se precisa de un conocimiento cuidadoso del terreno y de las técnicas de desplazamiento por el mismo.
La lanza, y una pequeña soga de 15 o 20 metros, han sido las herramientas tradicionales de pastores y montañeros en La Palma. La técnica depurada del uso de lanzas, con la ayuda de cuerdas o sogas, permitió a los antiguos cabreros acceder a esas zonas vedadas al común de los mortales con el fin, sobre todo, de guardar el ganado en vetas o andenes con la certeza de que los animales iban a tener comida durante una temporada y de que, a su vez, no iban a escapar.
Resulta difícil imaginar que hombres y mujeres con herramientas, aperos y animales a la espalda fueran capaces de acceder a determinados lugares donde ahora parece que solo las grajas y los halcones pueden llegar.
Hasta hace poco tiempo en el Parque Nacional, en la realización de trabajos relacionados con la gestión y conservación, se han utilizado dichas técnicas para acceder a zonas complicadas.
Cuando yo llegué al Parque, hace 11 años, la forma de realizar trayectos complicados o acceder a vetas y andenes era rudimentaria:
- ‘A uña’, es decir, ayudándote únicamente de manos, pies y cualquier otra parte de tu anatomía que pudiera dar un punto de apoyo.
- Con lanza, para lo cual era necesario un conocimiento mínimo de su uso, ya que si no sabes manejarla es más peligrosa que no llevarla.
- Métodos de escalada y rápel básicos. El equipo en este caso se basaba en una cuerda dinámica de unos 50 metros, un arnés de escalada, un par de mosquetones, un ocho y un cordino para realizar un nudo de bloqueo (un prusik o un marchand). También se disponía de shunt (bloqueador tipo pico-pato), pero no se solía llevar para evitar cargar con mucho material.
De manera progresiva se ha ido avanzando en el dominio de las técnicas de desplazamiento en montaña, incluida la escalada y el rápel. Debido a la falta de buen material para la realización de anclajes, y de las largas distancias que en muchas ocasiones hay desde el pie de risco a las plantas, se desestima el acceso mediante técnicas de escalada, considerándose únicamente la opción de progresión por cuerda, es decir, rápel, y salida caminando de la pared, o progresión ascendente.
El personal que actualmente se dedica a labores de trabajo en altura, tanto de las empresas Tragsa y Tragsatec, como el propio del Parque Nacional, han recibido la formación oportuna para poder realizar las mismas.
El material que se utiliza actualmente ha variado considerablemente del que utilizábamos hace tiempo, tanto en cantidad, peso, calidad, y conocimiento del mismo.
Es el siguiente:
-EPI: formado por arnés integral; cabo de anclaje, id, Asap, ascensor tipo yumar, bloqueador de pecho tipo croll, casco, cinta plana, mosquetones, guantes y ropa de montaña adecuada.
- Elementos comunes: cuerdas semiestáticas de diversas longitudes de 11 o 10,5 milímetros(las cuerdas dinámicas solo las utilizamos en situaciones concretas donde se precisa una progresión siguiendo técnicas de escalada), protectores de cuerda, cintas planas, cintas express, navaja, poleas, placas de anclaje, taladro y elementos para montaje de anclajes (resina, parabolt de 12, 10 y 16 mm, llave, martillo, soplador).
El material se multiplica considerablemente respecto del que se llevaba hace 10 años, y se mantiene en buenas condiciones, renovándolo convenientemente y ampliándolo cuando se considera necesario.
Se cumple la normativa de seguridad y se lleva un control del estado del material para minimizar el riesgo de accidentes.
Los nuevos habitantes del Parque.
En los últimos 10 años y gracias al trabajo realizado por el equipo de inventario del Parque Nacional integrado por técnicos y trabajadores de Tragsatec, se ha ampliado el checklist de especies vegetales en La Caldera de Taburiente, y se han descubierto nuevas poblaciones de especies ya existentes.
Las más destacadas son de las que hablaremos a continuación:
4.1.- Bencomia exstipulata: El famoso rosal del guanche es una rosácea endémica de Canarias, de la cual hasta hace poco solo se conocía una población natural de unos 20 ejemplares en el barranco de Tajodeque. En el año 2010 se descubre en el barranco de Hoyo Verde una nueva población de 41 ejemplares.
En el año 2011 se localizan dos nuevas poblaciones; una de unos 50 ejemplares a 2.100 metros de cota en el barranco de Los Cantos de Turugumay y otra en el barranco de Tajodeque, de 11 ejemplares, a 1.800 metros de altitud.
El año 2013 se descubrió otra nueva población en las inmediaciones del Morro de La Cebolla. Se estiman menos de 10 ejemplares, y aún no se ha llevado a cabo el estudio de la forma de acceso a las mismas.
4.2.- Kunkeliella sp.: En el año 2011, a raíz de un curso de trabajos verticales, se accede a una veta (Andén de Los Calzones Rotos), donde se localiza una especie que se identifica con Kunkeliella (Orobanchaceae). En los años 2012 y 2013 se procede al inventario de los ejemplares y la recogida de semillas y material verde para realizar estudio genético. Posteriormente, en agosto de 2012, se localizan 8 ejemplares a 1.900 metros de altitud en el barranco de Hoyo Verde.
En el año 2013, se localiza una nueva población junto al Andén de los Calzones Rotos, cerca del barranco de Los Breñuscos. La pasada semana se accedió a la población de la que se contaron 21 ejemplares, aunque probablemente haya más.
4.3.- Odontites sp.: Scrophulariaceae
El género Odontites incluye 26 especies y 21 subespecies que se extienden desde algunas islas macaronésicas y Norte de África hasta Europa septentrional y Este de Asia, aunque la mayoría se circunscribe a la región Mediterránea. Muchas especies del género son endemismos de áreas muy restringidas, siendo endemismos locales. Las poblaciones en estudio fueron descubiertas en 1995 (Veta del Ataúd) y en el 2005 (barranco Hoyo Verde), tratándose de la primera cita del género para las Islas Canarias. La especie está muy relacionada con Odontites hollianus (Lowe) Benth, localizada en la isla portuguesa de Madeira donde presenta una distribución abundante por las altas cumbres de la misma.
Según estudios recientes (E. Rico com. pers.), existen ligeras diferencias morfológicas y genéticas para segregar la especie palmera de su congénere portugués.
Distribución en Canarias
Especie endémica de las cumbres de la isla de La Palma.
4.4.- Helianthemum cirae:
Durante el mes de octubre, con 10 días de separación, el equipo de inventario de Tragsatec, descubre dos localidades de la jarilla Helianthemum cirae, con unos 15 ejemplares cada uno, en acantilados de los roques de la Cumbrecita y Riachuelo. Están separadas unos dos kilómetros de distancia. Son las únicas plantas naturales conocidas de esta rara especie. El resto de las plantas conocidas son de origen artificial y todas procedentes de un único ejemplar descubierto a principios de los años noventa por un botánico palmero.
4.5.- Pennisetum setaceum:
Hemicriptófito. Herbácea perenne densamente cespitosa, de tallos erectos o geniculados ascendentes, de 0,3-1,2 metros de altura, simples o ramificados desde la base. Hojas con vainas que igualan o sobrepasan los entrenudos. Inflorescencia en panícula más o menos densa, de 10-15 x 1,2-1,6 centímetros, de color blancuzco o púrpura-violáceo. Reproducción sexual (centenas de semillas/planta/año). Madurez sexual: dos meses.
Estado de las poblaciones en 2012
Se han revisado los lugares donde esta especie ha aparecido en el pasado, en los meses de febrero y diciembre, retirando aquellos ejemplares que eran accesibles. Se han detectado tres localidades nuevas, respecto del año anterior, dos de ellas con un ejemplar adulto y la tercera con uno juvenil. Dos estaban por encima del sendero de Brecitos a la acampada, en el barranco de Las Piedras Redondas. La tercera también por encima de ese sendero en el barranco de Bombas de Agua.
Control de hervíboros.
No nos podemos olvidar de la labor de Álvaro Rodríguez Felipe y Valentín Abel Rodríguez Capote, dedicados a la labor de control de poblaciones de herbívoros.