Abracémonos. Ese es el objetivo. El fin del Día Internacional del Abrazo, que se celebra este sábado 21 de enero. Una efeméride que empezó en Estados Unidos de la mano del psicólogo de la Universidad de Michigan, Kevin Zaborney. Dicho estadounidense estaba preocupado por las pocas demostraciones de cariño en nuestra sociedad debidas al rechazo a mostrar sus sentimientos generalizado en la sociedad que todos y cada uno de nosotros construimos día a día.
Zaborney, que trabajaba con delincuentes, logró que el abrazo, la muestra física de afecto más primitiva, tuviera su propio homenaje y festejo en el calendario de eventos anuales que comercializaba la empresa Chase. Así surgió el Día Nacional del Abrazo en el país norteamericano. Poco después, este día se fue haciendo más popular y ha llegado a nuestros días como Día Internacional que proclama la importancia de este gesto cariñoso.
Abrazar nos beneficia. Son varios los estudios científicos internacionales que certifican que abrazar nos hace más felices, en calma (un estudio demostró que reducen la presión arterial y mejoran la frecuencia cardíaca) y menos estresados, al liberar una hormona esencial, la oxitocina, llamada popularmente y de forma acertada, la 'hormona del abrazo'.
Enfermaremos menos. Si nos abrazamos, tenemos menos oportunidades de enfermarnos. Y si caemos enfermos, al abrazarnos, los síntomas se presentarán de forma más débil que si estamos solos, la tendencia cada vez más actual.
¿Quién puede describir las inmensas sensaciones que nos genera un abrazo?
Atrevámonos a abrazar. Amortigüemos el dolor de los nuestros. El de los que viven con nosotros cada día. Protejamos con nuestras pieles a nuestros amigos, a nuestros conocidos. Si sabemos sus beneficios, ¡pasemos a la acción!
Me gustaría acabar con una cita atribuida a Kyle Schmalenberg: “No importa cuán largo sea un abrazo, su duración nunca es la suficiente”. Abracémonos eternamente, pues.