Espacio de opinión de La Palma Ahora
Enterrado en los ojos que un día besó (8)
Mientras el padre de Hiperión se duchaba siguió recordando, esta vez despierto, la conversación que mantuvo con Sigrid una vez que su mujer se fue a dar otro baño en el mar de Los Cancajos.
“Poco antes de regresar mis padres a Alemania, a los que creo que no volveré a ver más, conocí en este mismo sitio, El Kiosco El Ancla, a un arquitecto catalán, Jep, que había venido a tantear la isla con intención de quedarse a vivir en ella. Me dijo que volvería por Semana Santa, sin su familia, pues ya habían llegado al acuerdo, su mujer y él, de dejarlo todo. Cuando lo voy a recibir al muelle me encuentro con que viene con toda la familia. Del muelle regresé sola a casa. Él vino a hablar mas tarde conmigo y me dijo que lo de su familia iba a ser por muy poco tiempo. Y aquí me tienes, con una vida rota por mi padre, y con un corazón partido. ¡A veces no sé para donde mirar!” “¡Solo para el alcohol!”
Salió de la ducha, se vistió, y fue a desayunar a la cocina con su mujer y Mónica. “Hiperión y yo, al día siguiente de nuestro infortunio en el túnel submarino de la playa de Los Cancajos, volvimos con nuestro equipo de submarinismo. La marea estaba bajísima y nos pusimos de acuerdo en volver a cruzar el túnel submarino. Lo hicimos sin tener el más mínimo problema”.
“Esta vez, a la altura de la claraboya, si se divisaba la luz de la salida. No nos hizo falta salir a tomar oxígeno. No estábamos solos en aquella otra playa. Con nosotros estaban Ninnette y Lissette, así nos dijeron que se llamaban, dos sacerdotisas tántricas blancas. Habían estado meditando y realizando rituales tántricos el día anterior, mientras Hiperión y yo, hacíamos el amor. Nos preguntaron cuánto tiempo nos íbamos a quedar en la isla y si el día anterior había sido la primera vez que habíamos hecho el amor. Les respondimos que por qué lo sabían, y nos dijeron que nos lo acababan de decir, que eran sacerdotisas sexuales de tantra blanco, haciendo hincapié en lo de blanco. Nos dieron alguna iniciación y enseñaron técnicas sexuales. Pasamos todo el día con ellas en aquella playa de al lado de Los Cancajos”.
“Un poco antes del atardecer vino a dar con ellas un sacerdote sexual tántrico, El Chivato Tántrico, que cuando nos lo presentaron también recalcó lo de tantra blanco. Estuvo hablando con ellas dos y luego nos enseñó un par de técnicas sexuales tántricas blancas más”.
“Hiperión y yo los invitamos a cenar en El Kiosco El Ancla. Durante toda la cena, quisieron beber Cava Integral de Llopart Brut Nature. Bebida única desde principio a fin de la cena. Nos hicieron mucha insistencia en que distinguiésemos siempre el tantra blanco del negro, y que si algún día tuviésemos algún problema, pues sabían que se estaban creando sectas de tantra negro por doquier, que nos pusiéramos en contacto con ellos”.
“Nos surgió un problema cuando empezamos el curso, pero habíamos perdido el contacto de ellos tres. Yo no acabé el primer trimestre, pues mi madre se murió nada más empezar las clases y mi padre fugazmente quiso venirse a La Palma. Cuando llegué con mi padre a la isla volví a conectar con Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico. Me ayudaron a sanar algunas energías que habían tomado mal camino e Hiperión dejó de estar enterrado en mis ojos , pero cuando esto ocurrió, Hiperión ya estaba gravemente enfermo y no se podía hacer nada por él.”
Al mortuorio quienes primero llegaron fueron Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico, que esperaban por los padres de Hiperión y Mónica para pedirles su consentimiento. Querían ayudar a Hiperión en su tránsito al más allá. En La Palma, habían ido a visitar a Mónica en su casa y el padre les dijo que Hiperión había muerto la noche anterior, y que Mónica había partido hacia Madrid a primera hora de la mañana. Ellos siguieron los pasos de Mónica pero no coincidieron en el vuelo. Llegaron en uno posterior, de madrugada. Tuvieron un incidente en la Aduana de Barajas con el mismo guardia civil que lo tuvo Mónica, pero esto Miguel lo va a contar otro día. Pestañeaba el amanecer sobre Madrid, cogieron un taxi, dejaron sus equipajes en el Palace, y se fueron directamente al mortuorio.
Los padres de Hiperión y Mónica al ser consultados dijeron que sí. Ninnette, Lissette y El Chivato Tántrico pidieron pasar el cuerpo de Hiperión a la antesala para darle un baño de aceites tántricos mientras recitaban mantras secretos del Libro de los Muertos. Volvieron a llevar a la sala del mortuorio el cuerpo de Hiperión que había cambíado la faz de su rostro, tenía paz y sonreía.
Los cofrades del porro de hierba acababan de llegar. Ninnette les entregó unas hojillas, con los mantras que había que recitar, Lissette les decía cómo había que pronunciarlos, y El Chivato Tántrico, como el director de una coral, se ocupaba de que los sonidos fuesen armónicos.
A medida que iban llegando personas a acompañar a Hiperión, Ninnette les seguía entregando las hojillas y Lissette les indicaba cómo leerlas. El cuerpo muerto de Hiperión gradualmente iba desprendiendo más y más luz hasta llegar un punto en el que no hizo falta ninguna otra luz, como ocurrió un par de décadas más tarde con el cadáver de George Harrison.
Llegó Sor Ácrata con un grupo de acólitos suyos buscando firmas para lo del nombre de la cabina telefónica y la calle. Ninnette miró a Lissette y al Chivato Tántrico. Sus seis ojos cómplices se afirmaron en no entregarles los mantras a ellos. Las luz del cuerpo de Hiperión empezó a menguar. Hubo que volver a encender otra vez la luz eléctrica. Sor Ácrata hizo señas a sus acólitos de marcharse corriendo a toda leche. Del cuerpo muerto de Hiperión empezó a rebrotar la luz con la misma intensidad. De nuevo no volvió a hacer falta la luz eléctrica, la apagaron. Los mantras continuaron recitándose hasta que los funerarios vinieron a buscar con el coche el ataúd para llevárselo al crematorio.
El Chivato Tántrico preguntó quién era aquella mujer y sus satélites a los que no se les entregó las hojillas con los mantras y que acabó largandose con ellos. Mónica le respondió que Sor Ácrata, la sacerdotisa sexual de tantra negro, que había sido profesora de ella y de Hiperión en el instituto. “Me lo temía. Tiene mas poder que el que yo me pensaba. No podemos dejar el cuerpo y el alma de Hiperión, solos, ni por un minuto. Ninnette y Lissette debéis de ir en el coche de la funeraria con Hiperión. Tenéis que seguir recitando los mantras. Yo iré con los padres de Hiperión y con Mónica. Intentaremos llegar antes que vosotros y a ver si podemos llegar antes que Sor Ácrata, pues me temo que ha ido para el crematorio”, dijo El Chivato Tántrico.
La pericia al volante del padre de Hiperión no hizo posible que llegasen al crematorio antes que el coche de Sor Ácrata con sus acólitos dentro, pero sí que el de la funeraria. El Chivato Tántrico dijo que había que esperar al cuerpo y alma de Hiperión justo en la puerta del crematorio recitando los mantras desde ese mismo momento, y una vez llegasen había que seguir haciéndolo hasta que el cuerpo y el alma llena de luz, de Hiperión, fuesen abrazados por el fuego también repleto de luz.
Mientras el padre de Hiperión se duchaba siguió recordando, esta vez despierto, la conversación que mantuvo con Sigrid una vez que su mujer se fue a dar otro baño en el mar de Los Cancajos.
“Poco antes de regresar mis padres a Alemania, a los que creo que no volveré a ver más, conocí en este mismo sitio, El Kiosco El Ancla, a un arquitecto catalán, Jep, que había venido a tantear la isla con intención de quedarse a vivir en ella. Me dijo que volvería por Semana Santa, sin su familia, pues ya habían llegado al acuerdo, su mujer y él, de dejarlo todo. Cuando lo voy a recibir al muelle me encuentro con que viene con toda la familia. Del muelle regresé sola a casa. Él vino a hablar mas tarde conmigo y me dijo que lo de su familia iba a ser por muy poco tiempo. Y aquí me tienes, con una vida rota por mi padre, y con un corazón partido. ¡A veces no sé para donde mirar!” “¡Solo para el alcohol!”