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Himno

En el momento de escribir estas reflexiones decidí echar un vistazo a los titulares que copaban todas las noticias, tanto en televisión o en radio como en la prensa escrita.

“La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, censura la pitada”.

“El Gobierno español condena la pitada al himno”.

“Pedro Sánchez telefoneó este mediodía al Rey para mostrar su repulsa por la pitada, anoche, al himno de España en la Final de Copa”.

“Antiviolencia estudiará este lunes posibles sanciones por la pitada al himno”.

Y yo me dije: “¡Por fin!”. Ya iba siendo hora. Hasta ahora había faltado contundencia, pero, esta vez, se están dando pasos firmes y de gigante. Todos de acuerdo: falta de respeto a los símbolos nacionales, delito contra el honor de los españoles, ofensa y desprecio a la bandera, maltrato al color gualda… Menos mal que, en nuestro país, tenemos unos garantes de las libertades emblemáticas que, acurrucados, se protegen del siglo XXI, de las amenazas de la izquierda y de la perversa evolución bajo un mismo escudo. Gracias a las instituciones, a Antiviolencia, a los partidos de siempre, por defendernos de estas execrables provocaciones que solo buscan fundir la democracia; una democracia que tanto ha costado secuestrar.

No quiero hacer más daño, ni mucho menos personalizar, pero, aunque sea por mencionarlo como ejemplo, ¿cómo es posible que un jugador vasco sonría mientras el público pita? Ya están tardando en retirarle la licencia. Los futbolistas, cuando suena el himno, ¡tienen que cuadrarse! Bastante concesión se les hace al no exigirles llevarse la mano al pecho, o extenderla al frente. Cuando el himno suena no es momento para burlas, ni para risas, ni para fiestas. Es un acto que debe rozar lo luctuoso. Las conmovedoras notas musicales están pensadas para dirigir tus emociones, manipularlas… y arrancar tus lágrimas. Hay algunos desalmados que defienden postulados tan antipatrióticos como el cuestionable hecho de que, el lugar donde naces, es puro azar. ¡Mentira! Si has nacido en España, eres un auténtico privilegiado, y no puedes renegar de ese honor. Por eso hemos de defender el himno, pues representa todo ese privilegio que el cielo nos ha concedido.

Por último, pido perdón a los lectores por utilizar la ironía, pero hay algo en lo que me reafirmo. Se están dando pasos de gigante. Eso sí, pasos hacia atrás.

En el momento de escribir estas reflexiones decidí echar un vistazo a los titulares que copaban todas las noticias, tanto en televisión o en radio como en la prensa escrita.

“La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, censura la pitada”.