Espacio de opinión de La Palma Ahora
Las Pléyades en el calendario agrícola de Gran Canaria
Los primeros imazighen que llegaron a la isla de Gran Canaria se encontraron un territorio que podía colmar sus aspiraciones de supervivencia. Sea como fuera la arribada, pronto comenzaron a aplicar sus conocimientos para localizar los mejores emplazamientos en las desembocaduras de fértiles barrancos, las tierras más óptimas para el cultivo y las mejores estrategias para desplazar los rebaños mediante un sistema trasterminante de costa a cumbre en consonancia con la climatología y la abundancia de pastos. Aprovecharon todo lo que tenían a mano para fabricar herramientas, recolectar todo tipo de frutos cuando la naturaleza los dispensaba, cazar, pescar y marisquear.
Gran Canaria era la isla más poblada del Archipiélago canario. Su población fue creciendo poco a poco debido a la abundancia de recursos, llegando a conformar más de treinta poblados de cierta envergadura urbanística.
La base del sustento de los canarios fue la agricultura, tanto de secano como de regadío, siendo los cereales (cebada, trigo, habas, leguminosas) y las higueras las provisiones elegidas para alimentar una población cada vez más numerosa. Las tareas agrícolas ocupaban buena parte del tiempo a la comunidad que debía plantar las semillas con las primeras precipitaciones abundantes, mantener los campos de cultivo limpios de hierba, usar el agua para el riego cuando faltaba la lluvia (para ello fue necesario construir acequias de piedra para conducir el líquido). Luego vendría todo el proceso de la ciega recogiendo sólo las espigas, las pisaban y las aventaban con las manos. Por último, transportaban el grano hasta las casas y los silos comunales controlados por las clases sociales dominantes. Se calcula que existen más de 50 graneros dispersos por la mitad norte de la Isla.
Algunos de los espacios arqueológicos de Gran Canaria se localizan en zonas altas, esencialmente lugares de culto o almogarenes. Se emplazaron en puntos geográficos previamente seleccionados, allí donde la verticalidad los aproximaba al cielo y, de este modo, participar del simbolismo de la trascendencia.
¿Qué motivó a los antiguos canarios construir templos al aire libre en lugares tan alejados de sus lugares habituales de residencia? En la reciente edición (nº 5) de la Revista Iruene, editada en la isla de La Palma y pionera en España por sus estudios desde la Posición Astronómica, Topográfica y Cultural, se publica un original estudio cimentado en un importante número de recintos cultuales, en concreto, Bentayga, Llanos de Pargana, Morro de Cruz Grande, Santidad, Montaña de Tauro, Inagua, Montaña de Los Hogarzos, Llanos de Gamona, Adlobas, Mogarenes, Casa del Canario y Llanos de Gamona, que posibilitó la mejor disposición para elaborar unas contundentes conclusiones. De entrada, un dato de enorme interés es que desde todos los sitios se distingue el majestuoso Teide en el horizonte del poniente. Muy pronto, en la investigación se descartó el Sol como marca de referencia, por lo que se hizo necesario recurrir a la noche y ahí fue donde descubrimos Las Pléyades, “las hijas de la noche”. Desde todos los sitios reseñados, en algún momento del tiempo, Las Pléyades se ocultaban por detrás del Teide al amanecer en los primeros días de noviembre, justo cuando empiezan las lluvias más copiosas en Canarias. Este acontecimiento astronómico y topográfico marcaba el inicio de la siembra del cereal.
Los canarios ajustaron el ocaso de la constelación de Las Pléyades con el pico del Teide rotando y adaptando, en dirección Norte-Sur, su posición geográfica desde los distintos almogarenes en ciclos aproximados de unos 100 o 200 años. Como esta constelación tiene un determinado ciclo y, con el paso del tiempo, su trayectoria va variando a razón de medio grado cada 100 años, no les quedó más remedio que ir desplazando los santuarios de tal manera que, aproximadamente cada doscientos años, se fundaba otro centro ceremonial en otro punto elevado de la Isla para visualizar la religación de Las Pléyades y el Pico Teide. En este sentido, Bentayga y Altavista fueron los primeros lugares que empezaron a funcionar como yacimientos cultuales en torno a los siglos II-I a.C. Las expectaciones incluso se extendieron hasta fechas recientes (siglos XVIII y XIX), siendo la Casa del Canario y Llanos de Gamona los postrimeros lugares de observación.
Este cúmulo de estrellas (“las hijas de la noche”) da sentido a todos estos almogarenes de montaña, justificando su localización y convirtiéndose en la llave de la subsistencia.
Los primeros imazighen que llegaron a la isla de Gran Canaria se encontraron un territorio que podía colmar sus aspiraciones de supervivencia. Sea como fuera la arribada, pronto comenzaron a aplicar sus conocimientos para localizar los mejores emplazamientos en las desembocaduras de fértiles barrancos, las tierras más óptimas para el cultivo y las mejores estrategias para desplazar los rebaños mediante un sistema trasterminante de costa a cumbre en consonancia con la climatología y la abundancia de pastos. Aprovecharon todo lo que tenían a mano para fabricar herramientas, recolectar todo tipo de frutos cuando la naturaleza los dispensaba, cazar, pescar y marisquear.
Gran Canaria era la isla más poblada del Archipiélago canario. Su población fue creciendo poco a poco debido a la abundancia de recursos, llegando a conformar más de treinta poblados de cierta envergadura urbanística.