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Sonidos de Verdad

El mar, que posee un sonido propio formado por el movimiento de las olas, de los delfines, ballenas, peces y crustáceos, es ahora más que nunca un himno al futuro.

Tengo la sensación de que la vuelta del canto alegre de los pájaros, el sonido de las olas en la playa, una luna rosa, un sol radiante y hasta el sonido de la lluvia que intenta volver es la antítesis a la pandemia, no menos natural, que nos ha confinado a todos sin distinción.

Sonidos agradables que nos comunican que es hora de ser humanos, o como dijo Nietzsche, “demasiado humanos” y escuchar esos sonidos e interpretarlos como el más claro mensaje que nos ofrece la naturaleza. Respetarla es respetarnos.

Otro sonido, también desde el mar, el de la campana de un barco, instrumento de vital importancia que servía para dar la alarma, avisar a otros barcos en tiempos de niebla espesa, celebrar algún acontecimiento y, lo más importante, regular la vida a bordo.

Además, era la campana uno de los tesoros más buscados en un barco. Quizá por ello, un ciudadano americano, Tom Cox, marino por devoción y abogado por vocación se fijó en una muy especial en una visita a uno de esos anticuarios a los que llegan piezas de valor que en algún momento son rescatadas por quienes a su vez también las valoran.

Normalmente llevan las campanas grabado el nombre del barco al que pertenecen y la fecha de su botadura, 1873.

La campana en la que Tom Cox se fijó en aquel anticuario de Portland, USA, llevaba grabado un nombre. Fue la fuerza del término la VERDAD la que despertó en él una primera atracción, fue la campana y su función salvadora lo que realmente le impulsó a adquirirla. Esto lo supo mucho después.

Desde esta nueva etapa virtual del Museo Naval de Santa Cruz de La Palma, en el Barco de la Virgen en el que tuve la inmensa fortuna de navegar hasta su última guardia de esta travesía y haciendo honor a esa campana encargada ahora de ser ella la que vela por la seguridad del barco, también desde su confinamiento en Portland, en el estado de Maine, Tom Cox, a quien tuve la inmensa fortuna de conocer y con cuya presencia teníamos previsto contar en este segundo aniversario de la llegada de la campana a la isla, y junto con la tripulación del Barco, única y especial, la gran familia de la Verdad: Sosvilla, Arozena y Yanes y la empresa que lleva el timón, Gaia Consultores Insulares, enviamos a toda la sociedad palmera en particular y al mundo en general, un mensaje de ánimo, esperanza y confianza que transmitimos con un primer pique de campana para despertarnos de esta primera guardia .

Ocho piques de campana significan en el argot marinero el fin de un turno de una larga guardia y el comienzo de una nueva. Sonará pronto ese repique de campana desde el barco de la Virgen para anunciar el fin de esta larga guardia y dar paso al comienzo de la siguiente que permita cambiar con responsabilidad y en unión el rumbo y el destino hasta ahora equivocado.

“Esto es lo que se aprende en medio de las plagas, hay más cosas en los hombres a admirar que a despreciar” (Albert Camus, La Peste).

El mar, que posee un sonido propio formado por el movimiento de las olas, de los delfines, ballenas, peces y crustáceos, es ahora más que nunca un himno al futuro.

Tengo la sensación de que la vuelta del canto alegre de los pájaros, el sonido de las olas en la playa, una luna rosa, un sol radiante y hasta el sonido de la lluvia que intenta volver es la antítesis a la pandemia, no menos natural, que nos ha confinado a todos sin distinción.