¿Y eso qué es?

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¿Y eso qué es? Esa pregunta me la repite una y otra vez mi nieto, hambriento de conocer los nombres de las cosas. En él descubres una mirada limpia, sin sombras, atenta.

– Esto es un árbol, le respondo. Y repito: ár – bol

Él me mira e intenta imitarme: aaa- bol

Cuando a lo largo de nuestro paseo pasamos junto a otro árbol, vuelve la pregunta reiterativa ¿Y eso qué es? , y le vuelvo a contestar: árbol… y así sucesivamente. Él hambriento de saber, de conocer este mundo en el cual hace pocos meses que camina, y yo admirada ante ese cerebro que intuyo tras su mirada inocente.

Me gustaría recordar esa época en la que yo también debí ser inocente como él, en la cual mi única ilusión era aprender el nombre de las cosas y reír cuando algo se caía al suelo.

¿Cuándo perdimos la inocencia? Supongo que fue un proceso progresivo del que apenas recordamos algunos sucesos que en su momento nos resultaron traumáticos, como cuando supimos que los Reyes Magos no existían como tales, sino que eran los padres y por lo tanto debíamos reprimir las ganas de pedir regalos de manera infinita, ya que los regalos de Navidad costaban un dinero que no había. Aquella situación que tuvimos que vivir cuando falleció algún familiar cercano y tomamos conciencia que la muerte implica la desaparición de una persona, o al menos de su envoltorio en la Tierra. O el momento en el que nos dimos cuenta que Papá o Mamá no lo pueden arreglar todo y que su saliva ya no cura todas las heridas, ni quita el dolor.

Cuando observo los niños pequeños, me pregunto qué necesidad hay de que el precio de la madurez sea tan elevado. Con la madurez y supuestamente la mayor capacidad de autosuficiencia y autonomía, nos hemos convertido en seres dependientes de mil cosas, dígase: tecnología, sustancias, fuentes de energía, ocio de mayor complejidad y se nos olvida gozar de las cosas sencillas.

Me encantaría no haber conocido actitudes propias de los adultos como son la hipocresía, la falsa modestia, la supuesta corrección que nos da la buena educación. Quisiera tener vivos los recuerdos y las situaciones en las cuales yo también preguntaba ¿y eso qué es?

Desde que vuelvo a tener cerca esos niños pequeños, me he dado cuenta de la energía positiva que aporta la inocencia y voy a tratar de empaparme de ella hasta saturarme de curiosidad, amor y felicidad y vivir la vida tal y como la sienten ellos.