En buena parte de las islas canarias, especialmente en las más verdes, y La Palma en la que más, existe un importante sector de la población que tiene algún pequeño terreno potencialmente cultivable, aunque su profesión no esté relacionada con el sector agrícola. Por causa de nuestro pasado campesino, muchos canarios hemos ido heredando la huertita que fue del abuelo, de los antepasados, generación tras generación. Parte el alma y provoca tristeza y, con la situación actual, estupefacción, ver las pocas de esas huertas que están cultivadas. Sorpresa e incomprensión por su abandono porque ya llevamos tiempo...y no tiene visos de parar...que la inflación de los productos alimenticios se come nuestros ingresos. ¿Es que todavía no echamos cuentas, y no entendemos cuánto dinero se puede ahorrar mensualmente cualquier familia, simplemente con atender unos pocos árboles frutales y plantar algunas verduras y tubérculos básicos para el autoconsumo, durante un rato en los fines de semana? ¿Es que estamos tan ciegos que no comprendemos que el agua, la tierra, la producción de alimentos, van a ser (ya están siendo) los motivos principales de enfrentamiento entre grupos sociales y naciones? Eso que llaman ‘fondos de inversión’ están como buitres (lo son) acaparando tierras fértiles y aguas por todo el planeta. Saben que por ahí es por donde pueden controlar y esclavizar a la próxima generación. Antes era el petróleo cuyo control daba el poder...ahora va a ser la tierra, el agua y la comida. Volvemos a un nuevo tipo de feudalismo: siervos y señores antes, la gigantesca agroindustria multinacional y los ciudadanos de a pie, ahora. Ya hoy en día, cultivar un pedazo de tierra para tu autoconsumo es un grano de arena, minúsculo pero importante, que hay que sumar en la lucha contra la nueva vieja tiranía que está en marcha: la esclavitud de los estómagos.
Hace unos años, tomé una decisión de la que hoy me alegro mucho, y todos los que han hecho algo similar no siendo agricultores de profesión, supongo que tendrán el mismo sentimiento. Habiendo ahorrado una modesta cantidad, dudaba entre cambiar la vieja camioneta que poseo, o recuperar para el cultivo, vallar y hacer un cuartito de aperos en el par de celemines de mi fallecido padre. Opté por lo segundo, y fue una gran elección. No solo por las ecológicas frutas, verduras, tubérculos, huevos, etc... que consume ahora la familia...y que al echar cuentas es un buen dinero que se ahorra... Es más, si quieres todavía lograr un mayor ahorro, sé todavía más ecológico: usa la materia orgánica del hogar para hacer compost, o cría lombrices rojas para hacer humus, cría unas gallinas y se comerán la hierba, las plagas, el pan duro que sobre en casa, etc. Sin casi inversión, tienes un razonable beneficio. También hay muchas otras cosas, otros valores añadidos. ¿Necesitas evadirte un rato de los problemas, del estrés de la vida…? Mejor que salir de fiesta, de ir por ahí...cumple la misma función, y mejor, el hobby de cultivar parte de tu propio sustento. ¿Qué necesitas hacer ejercicio, porque hay que cuidarse, que los años pesan, que te sube el colesterol y la presión sanguínea, que la barriga te está creciendo…? Más de lo mismo...la huerta. ¿Qué tienes problemas de insomnio? El mejor diazepam, tranquimazin, etc...es llegar a la cama con los músculos necesitados de descanso por el laborar de la tierra. Pero hay más cosas aún.
Una antigua y valiosa costumbre campesina que se ha ido perdiendo, que observaba cuando era un niño, hijo de agricultor modesto, y ahora he vuelvo a ver con alegría, es sentir la modesta pero valiosísima solidaridad de la gente sencilla del campo con sus productos. ¿Que tal persona le ha salido una buena cosecha en su huerto de autoconsumo de tal producto, sea verdura, fruta, o lo que sea, y es más de la que puede consumir su familia? Pues sabiamente, no intenta venderlo. ¿Para qué? ¿Para que se lo paguen a, digamos, 50 céntimos el kilo, y luego cogerse un enfado al verlo a la venta al público a 2,50 euros? ¡Ni hablar! Se ofrece, se reparten los excedentes entre vecinos, amigos, conocidos...Ya luego, cuando otros tengan mucha cosecha de otra cosa que tú no tienes en ese momento, actuarán en reciprocidad: solidaridad campesina, apoyo mutuo de la gente sencilla. Es más rentable, y más agradable, hacerlo de esta manera. Así se tejen sanas relaciones sociales, se crean lazos entre las familias y vecinos, antaño tan eficaces y hoy desapareciendo en esta vida individualista, de “sálvese quien pueda”, de ley de la selva del capitalismo salvaje que vivimos...y que hay que recuperar.
En mi faceta como antiguo trabajador de la enseñanza, siempre participé en aquellos huertos escolares que hubiera en mi centro de destino. Pude ver su utilidad educativa y social. Hoy son más necesarios que nunca. Hay que ampliar urgentemente su número. También los huertos urbanos, los huertos para recuperación social de personas en situaciones de dependencia o marginalidad, los huertos para la distracción de aquellos jubilados, todavía fuertes, que a veces no saben qué hacer después del fin de su época laboral, salvo vegetar en la plaza del pueblo, el bar o la asociación de la tercera edad, esperando el fin inexorable de sus vidas….
En Canarias en general, y en La Palma en particular, hay muchas, demasiadas personas, que viven, ellos, ellas y sus familias, de trabajos intermitentes, con poco sueldo e inestables. Que si la temporada de prevención de incendios, que si los planes de empleo preelectorales, que si la época de limpieza de cunetas de las carreteras, que si la temporada alta de turismo... y luego unos meses al paro...y vuelta a empezar. Con esos sueldos, y con esa intermitencia en el trabajo, la promoción y el apoyo a los huertos de autoconsumo es, no una solución, pero sí una ayuda importante.
Un consejo para quienes se plantean qué priorizar a la hora de dejar algo a los hijos. Antes que un coche, unos ahorros en el banco, un piso para alquilar…Lo primero, una buena formación y educación, que incluya saber cultivar…y después...un trozo de tierra fértil. Son los valores más seguros para el momento histórico, muy duro, que estamos empezando a vivir.