Empezamos ya septiembre, y el inicio del curso académico en los colegios es inminente; sin embargo, la sensación de incertidumbre, desinformación, y la ausencia de protocolos claros genera preocupación en padres y profesores. Quizás la pandemia que padecemos sea el mayor reto sanitario al que nadie se haya enfrentado. Muy lejos queda ya la gripe de 1918.
La Covid-19 es una enfermedad vírica de transmisión preferentemente aérea, pero este coronavirus es especial; un virus nuevo y desconocido para la especie humana, y para combatirlo apenas disponemos de fármacos (sólo se obtienen resultados aceptables con algún antiviral de coste muy elevado) y la esperanza de disponer de una o más vacunas efectivas, deberá esperar quizás a la primavera.
En muchos países se suspendieron las actividades escolares antes incluso que esta nueva enfermedad fuera considerada pandemia por la OMS. En una primera fase, se diagnosticaban sólo los casos con clínica, y se sabía que la mayor vulnerabilidad y mortalidad ocurría en personas mayores o con patologías asociadas (enfermos de alto riesgo); al mismo tiempo, los mecanismos de transmisión no se tenían tan claros; se ha pasado de las microgotitas y la distancia del metro y medio a descubrir que sin mascarillas y en espacios cerrados, el virus se queda en suspensión en el aire durante mucho más tiempo, y conforme pasa el tiempo y en lugares mal ventilados el riesgo de contagio aumenta mucho más, con independencia de la distancia. El tercer gran descubrimiento, ya que en un primer momento sólo se diagnosticaban y trataban los individuos con síntomas (con la enfermedad), fue descubrir la existencia de individuos asintomáticos, que pasan totalmente desapercibidos y que darían positivos en una prueba de PCR (la de ese frotis que te sacan de la nasofaringe), asintomáticos que están contagiando sin que nadie los detecte. Si a esta combinación de nuevos conocimientos que ahora tenemos, añadimos que los individuos jóvenes suelen ser en su mayoría asintomáticos y con análoga capacidad de contagio que los adultos con síntomas, es cuando la vuelta al colegio se convierte en un problema potencial de extensión de la pandemia, ya que asumimos que lejos de entrar en otra etapa de confinamiento (letal para la economía), estamos decidiendo cómo poner en contacto y por primera vez desde marzo (en que se paralizó la docencia) a los potencialmente mayores contagiadores que existen.
Hasta ahora países que habían controlado la pandemia mejor que el nuestro, han fracasado en mayor o menor medida en la vuelta al colegio. Nadie tiene un procedimiento que evite un contagio relativamente rápido entre los alumnos, y en muchos países han tenido que parar las clases.
Canarias, al ser islas, históricamente ha estado más protegida de epidemias que cualquier otro territorio peninsular o continental. Con una cuarentena en los muelles se evitaron muchas epidemias, pero en el mundo globalizado en que vivimos, con puertos y aeropuertos y una movilidad potencial a lo largo del mundo en apenas 24 horas, estamos más expuestos, especialmente porque el turismo es importante en nuestra economía.
La Palma, en la primera oleada y especialmente ahora en la segunda, ha sido de las islas con menos positivos de Covid, y por supuesto, por debajo de la media nacional. Si se desglosan los casos por municipio, hace unos meses había al menos 4 en la isla donde nadie había dado positivo ¿Sería lógico establecer un protocolo único e idéntico por la Consejería de Educación para el inicio de curso en toda Canarias? Objetivamente no; en este momento Las Palmas de Gran Canaria tiene unos datos de aumento de positivos preocupantes, y en cambio, La Palma, casi se mantiene libre de Covid y los pocos positivos son rastreables y aislables.
Creo que en una isla como La Palma el inicio de curso se debe planificar por municipios o comarcas, interaccionando los colegios (profesores y equipos de dirección), centros de Atención Primaria y los propios ayuntamientos y asociaciones de padres de alumnos. Nunca ha sido tan necesario un ejercicio colectivo de corresponsabilidad. Un positivo en un municipio, con niños en contacto con la persona positiva, se convierte en un problema en el colegio; y un niño contagiado en un colegio se convierte en un problema en su núcleo familiar y personas con las que interactúa. Se trata de volver a la normalidad (los niños estudian), mantener la conciliación familiar (los padres trabajan mientras tanto) y que no aumenten los contagios.
¿Por qué dividirlos por municipios o comarcas?: por el comportamiento de la epidemia; si los niños que van a un colegio son todos residentes en un municipio o barrio sin casos positivos, no es previsible que se contagien. No sería lógico, y las medidas preventivas a seguir serían las habituales: limpieza de manos, distancia, mascarillas a partir de cierta edad en que la toleren, buena ventilación en las aulas e higiene especial tras ir al baño, ya que se ha detectado en niños eliminación de virus en heces, y a ciertas edades tempranas todos sabemos que los niños no se asean bien tras ir al baño.
Si las clases se agrupan de alguna manera, sería importante que los niños se sienten siempre en los mismos sitios, y que se puedan acercar más algunos pupitres en grupos de 6 u 8 niños, más separados de otros grupos, de análogo tamaño. Esta sería la situación más benévola y que en estos días es casi imposible de poner en marcha en la mayoría de las islas, excepto en bastantes áreas de La Palma casi sin casos de Covid. ¿Sería importante hacer pruebas PCR al 100% de los niños antes de empezar el colegio? Probablemente en estas zonas de riesgo mínimo no, aleatoriamente se pueden ir haciendo PCR a lo largo del curso. Como en esas edades casi todos serían asintomáticos, un positivo sería un hallazgo que habría que repetir, y de dar positivo de nuevo, a continuación, establecer un protocolo doble, de aislamiento y pruebas en el colegio en el entorno inmediato y también en el entorno familiar del alumno.
Es previsible que conforme comience el invierno, muchos niños tengan síntomas de catarro o gripe estacional que se parezcan a una Covid. Hay que tenerlo en cuenta y no caer en la histeria; quizás es más prudente que al menor síntoma el niño se quede en casa confinado y se informe al colegio y centro de salud, se le haga una PCR y una vez descartada la Covid se reincorpore al colegio tal y como se hacía hace dos años.
En lugares con más casos activos, quizás haya que subir un escalón más en la prevención. Más pruebas aleatorias de PCR al inicio de curso y quizás, para evitar la aglomeración de alumnos, adaptar la programación del curso y pasar los mismos alumnos sólo uno de cada dos días en las aulas, y el resto de días alternos en casa con tareas asignadas y apoyo de sus padres y profesores. Aquí es donde se puede combatir la desigualdad de medios y la conciliación familiar, favoreciendo la asistencia a clase de los que no cuenten con tanto apoyo familiar en casa (padres que ayuden en las tareas) o que el progenitor conviviente trabaje sin apoyo para que el alumno pueda quedarse sólo en casa. Obviamente esta asignación de asistencia de menor número de días, para tener un menor número de alumnos por aula, debe ser analizada y planificada en cada curso y aula.
Otra pregunta que debemos plantearnos; si de nuevo se exacerba la pandemia y volvemos a algo parecido a un confinamiento, o incluso aún manteniéndose la situación actual, deberíamos plantearnos si algunos alumnos podrían recibir docencia preferentemente online en sus casas, con asistencia puntual a las aulas en determinados días a efectos de tutorías de grupos o para simple contacto con profesores y compañeros. Quizás no se deba descartar la docencia online incluso en las actuales circunstancias. El alumnado a partir de 14 o 15 años ya tiene cierta edad y autonomía, incluso para estar sólo en casa atendiendo clases online. El problema, es que a estas edades y en ausencia de confinamiento, también salen a la calle sin mucho control parental y es impredecible y difícil de rastrear el tipo de contactos que puedan establecer (buena parte de esta segunda ola de la Covid se debe a los jóvenes y no tan jóvenes sin control). A partir de esas edades serían más proclives a convertirse en positivos y portadores asintomáticos del virus y a contagiar al resto de alumnos (y convivientes).
La famosa brecha digital existe, pero también es cierto que estamos en el momento óptimo para revertir esa brecha. Es necesario disponer de medios para poder aprender online, y al mismo tiempo, el aprender a estudiar online es de las mejores cosas que pueden hacer los adolescentes durante la pandemia y hasta disponer de vacunas. El futuro en que vivirán será así, y los estamos preparando para un futuro de trámites telemáticos y teletrabajo. Invertir en que todos los alumnos dispongan de un ordenador y de un volumen suficiente de tráfico de datos (bien fibra, ADSL o con el mismo móvil) que les permitan estudiar online es un reto que se debe asumir como inversión social prioritaria. España es un país con un déficit en el uso de estas tecnologías preocupante. Ahora es el momento de hacer la inversión económica por simple necesidad, y es también la ocasión para que toda una generación se adiestre en el manejo de este tipo de aplicaciones y métodos de aprendizaje no presenciales.
La isla debe asumir el reto colectivo de mantener el control de la pandemia y al mismo tiempo, que los estudiantes se formen, la isla no vea de nuevo frenada la economía por un confinamiento, y una vez se disponga de vacunas, se pueda volver a medio plazo a la normalidad. La solución que se proponga desde el Gobierno Canario no va a ser aplicable y válida para todas las situaciones y lugares de las islas. Deben colaborar estrechamente centros de salud, ayuntamientos, colegios y asociaciones de padres.
Estamos comenzando septiembre; no es factible contratar miles de profesores formados a dos semanas de inicio de las clases, ni tampoco se duplican los espacios para la docencia por decreto ley y arte de magia. En cada municipio se debe buscar la mejor solución y estar continuamente monitorizando los casos positivos que vayan apareciendo y adoptando las medidas preventivas a la mayor brevedad. En La Palma, aún se puede aplicar una vuelta al colegio con ciertas garantías; no desaprovechemos esta oportunidad.
*Aldo González Brito es profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de La Laguna (ULL).