Maximiano Trapero: “El guanche pervive de una manera muy notoria tanto en la geografía como en la biología”

Gara Santana

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La toponimia, como las migas de pan de Hansel y Gretel, nos acercan de una manera en ocasiones más fidedigna que otras ciencias o documentos escritos, al modo en que hablaron quienes poblaron Canarias muchos siglos antes y que tuvieron que referirse a lo que les rodeaba con palabras que se han ido transmitiendo de generación en generación alojadas en la oralidad y esperando para ser rescatadas en un diccionario. Ediciones Idea ha publicado este mes de diciembre el 'Diccionario de Toponimia de Canarias: El léxico de la flora y de la fauna', una obra del Catedrático de Filología Española Maximiano Trapero, con la colaboración del también filólogo Eladio Santana y del biólogo del Jardín Botánico de Gran Canaria Águedo Marrero Rodríguez. Se trata de una publicación que contiene más de 2.308 entradas repartidas en tres tomos.

Trapero insiste en dejar claro que no se trata de un tratado de botánica y otro de zoología, sino de cómo la flora y la fauna aparecen representadas a través de la toponimia en Canarias, de rescatar los términos del olvido e imprimirlos en el papel exactamente del mismo modo en que actualmente sobreviven en las conversaciones de la gente. Para realizar este trabajo de campo, ha sido necesaria la dedicación de varios equipos de investigadores repartidos por todas las islas, que han ido “una por una”, preguntando a “los mejores informantes del lugar”.

Estos tres tomos de términos arrancan tras el prólogo “La isla es un mundo distinto”. ¿A qué nos prepara como lectores esta frase?

Desde el punto de vista biológico, una isla conserva endemismos que no están en el resto de un continente. Es el caso la laurisilva. La laurisilva es un conjunto vegetal, no solamente una planta o árbol, sino un conjunto de árboles, arbustos, hierbas, que son exclusivos de algunas de las islas Canarias y de la Macaronesia. Esa vegetación, según los biólogos, fue común en épocas muy remotas en España y en Europa. Allí se perdió y, sin embargo, se ha conservado en las islas por sus características climatológicas. En este caso, es un fenómeno de los vientos alisios que traen una humedad constante y que al chocar contra esas masas vegetales destilan agua y hacen que ese monte sea monteverde, monte siempre verde. Eso es lo que queremos decir cuando decimos que una isla tiene una vida y una biología distinta. El hecho es que cada una de las islas Canarias es distinta. La toponimia nos demuestra que desde el punto de vista vegetal son mucho más ricas La Palma y La Gomera que Fuerteventura y Lanzarote. En este sentido la toponimia nos está manifestando que es un espejo de la realidad.

Y desde este estudio, ¿qué aporta la toponimia de las Islas Canarias a la del resto de España o incluso a la del resto del mundo?

De entrada, la lengua. Un topónimo es una palabra o un sintagma, y, por lo tanto, el objeto de estudio de la toponimia, aunque pueda abordarse desde la geografía o desde la biología, como en este caso, pero el principal protagonista tiene que ser la lingüística. Lo primero que manifiesta la toponimia de Canarias es la existencia de una lengua aborigen que no existe en el resto de España o del mundo, que es el guanche. El guanche pervive de una manera muy notoria tanto en el aspecto de la geografía como en el mundo de la biología. Por ejemplo, el julan es una planta, una especie de hinojo, la tabaiba es un arbusto, el mocán es un árbol, el tajinaste una planta, etc., y todo eso se manifiesta en la toponimia. Del mismo modo, en los animales la palabra guirre, que da nombre a muchos lugares por la presencia de estos animales, es una palabra guanche. En segundo lugar, el hecho de que Canarias tenga una naturaleza biológica diferenciada del resto de la Península, obviamente se manifiesta en la toponimia. Nunca en la Península existirá un nombre como El Mocanal o Los Mocanes, porque no existe esa planta allí. Por lo tanto, la lengua es determinante para las características diferenciadoras entre la toponimia de Canarias y la del resto de la Península.

¿Cree usted que la toponimia refleja de manera más fiel que otras ciencias, o incluso que documentos escritos, el habla de nuestros abuelos o de pobladores mucho más antiguos?

En la toponimia no está todo el léxico de la lengua, pero en la toponimia está lo más representativo de la lengua de un lugar. Por lo tanto, el estudio de la toponimia va a aportar a la dialectología aspectos fundamentales que quizá no están presentes en otros sectores del habla. Además, la toponimia tiene otro carácter que es el valor histórico ya que es muy conservadora, mucho más conservadora que el lenguaje común y, por lo tanto, en ella se conservan palabras que han desaparecido del lenguaje común o que han dejado de usarse. Por ejemplo, La Atalaya es un topónimo de Gran Canaria, pero la palabra atalaya ha desaparecido del habla común. Lo mismo pasa con albarrada o con gambuesa, el lugar donde se recogía el ganado guanil, el ganado que andaba suelto, y que periódicamente los pastores reunían en esos grandes corrales para seleccionar las crías que hubieran tenido durante todo ese tiempo. De manera que hay un aspecto conservador en la toponimia y, por lo tanto, el registro histórico que tiene nos puede complementar mucho el lenguaje común.

Hablando de los pastores, usted ha afirmado que en el vocabulario precisamente de este oficio es donde más guanchismos perviven. ¿Esto a qué se debe?

El oficio principal de los aborígenes era el pastoreo y ese pastoreo continuó siendo ejercido por los aborígenes en época hispana tras la conquista y cuando desaparece la lengua de los aborígenes ya los pastores castellanos han asumido el lenguaje que los pastores guanches tenían. Por ejemplo, en las islas de El Hierro y de Fuerteventura, fundamentalmente, los pastores distinguen a sus ganados por el color del pelo, y a unas cabras las llaman blancas, a otras negras y a otras canelas o lo que sea. Pero al lado de esos nombres españoles están utilizando nombres guanches como íncana, sénaca, cómbaca, etc., nombres absolutamente desconocidos por el resto de los canarios, ya que sólo los pastores los conocen. Y para ellos éstos son tan españoles como los primeros. Esto se debe a que los guanches no desaparecen con la conquista, perviven y siguen ejerciendo el pastoreo hasta que cambian de lengua conservando algunos de los nombres suyos antiguos, es lo que ocurre en cualquier lugar cuando hay un hecho de conquista, y los castellanos que se convierten en pastores siguen nombrando a los animales y las cosas relacionadas con el pastoreo con las mismas palabras que usaban los aborígenes. 

¿Cómo se lleva a cabo un trabajo que da como resultado un nuevo diccionario con 2.308 entradas?

No puede ser considerado un trabajo aislado, sino que forma parte de un diccionario global de la toponimia de las Islas Canarias que va a ser abordado en cuatro fases diferentes. Si ahora estudiamos la toponimia de la isla de Gran Canaria, algunos nombres harán referencia a la geografía, como el Valle de Agaete o la Montaña de Arucas. Otros topónimos harán referencia a la biología, como el diccionario del que estamos hablando. Otros términos hacen referencia a lo histórico-cultural, como La Matanza de Acentejo o La Victoria de Acentejo, que nos informan de unos hechos históricos que ocurrieron en ese lugar. Del mismo modo, la toponimia da cuenta de determinadas leyendas que han pervivido por tradición oral, como el caso del topónimo La Sepultura del Gigante, que deja en evidencia que detrás de él hay una leyenda perteneciente al mundo histórico-cultural. Finalmente, está el léxico que pervive de la lengua de los aborígenes. Nuestro propósito ha sido estudiar la toponimia desde los cuatro puntos de vista mencionados. Para hacer este trabajo, lo primero que debemos tener es el corpus de toponimia total de todas las islas, sin eso no podría hacerse un libro como el que ahora presentamos. Por lo tanto, lo primero que hicimos fue recolectar todos los nombres de lugar de las Canarias, yendo isla por isla y conociendo todos los accidentes que merecían tener un nombre, de ser referenciales. Nuestras fuentes fueron orales, las de las gentes de cada uno de esos lugares; agricultores, pastores, los mejores conocedores de cada lugar. No todo ese trabajo de recolección es obra mía ni de mi equipo de investigación, sino que nos hemos nutrido del trabajo de otros equipos recolectores hasta lograr ese corpus de 40.000 topónimos en todo el archipiélago. A partir de ahí es posible una investigación como esta, como una parte de ese total. 

De entre los miles de términos, ¿nos puede citar alguno o algunos que le hayan llamado particularmente la atención, bien por su interés científico, por su belleza o su significado?

(Ríe). En realidad, todo topónimo es interesante y plantea su problemática. Evidentemente, los más problemáticos son los más interesantes para un filólogo. Si vas a El Hierro, por ejemplo, y preguntas el nombre de una montaña y te dicen que se llama Tembárjena o señalas otra y te dicen que se llama Timbaromos, piensas ¡vaya nombres! Sin embargo, cuando el nombre es la Montaña de Arriba, qué fácil parece la descripción, aunque esa montaña de arriba, que parece tan simple y tan elemental, te está indicando la referencia de que hay una montaña de abajo, porque la toponimia siempre es un punto de vista relativo. Pero lo que más llama la atención siempre en la toponimia de Canarias son los nombres aborígenes, porque muchos de ellos nos son desconocidos, ¿qué significa Garajonay? Ese topónimo de La Gomera se ha descompuesto en dos nombres de personas, Gara y Jonay, y se cree que procede de una leyenda, pero es justamente al revés: desde el topónimo Garajonay se ha creado una preciosa leyenda, pero trágica, entre dos amantes de nombres Gara y Jonay. Qué significa Garajonay, no lo sabemos, aunque el nombre de Gara, que es tu nombre de pila, un precioso nombre, por cierto, que también tiene una de mis hijas, es posible que significara ‘roque’, porque es un elemento de otros muchos topónimos, como Garachico y Garafía, caracterizados por la existencia de grandes roques. El hombre siempre trata de interpretar las palabras que usa y cuando no conoce su significado modifica sutilmente el nombre acomodándolo a una palabra bien interpretada, como en el caso de la palabra Ansite, topónimo importante de Gran Canaria, porque allí, según las crónicas, tuvo lugar la última batalla de la conquista de la isla. La palabra Ansite ha desaparecido de la toponimia, pero se ha transformado en El Sitio, que es el nombre del pequeño pueblo que hay en el Barranco de Tirajana, justo debajo del gran risco que se supone era el histórico Ansite.