El cadáver de un migrante que pasó horas inadvertido en el fondo de un cayuco en El Hierro

Un cayuco con 152 personas alcanzó El Hierro en la madrugada del 7 de julio. La embarcación entró por sus propios medios al muelle de La Restinga a la 1.20 horas. La cara más letal de la ruta canaria volvía a verse en la isla más remota del Archipiélago. El cuerpo sin vida de una mujer viajaba entre los supervivientes. Al pisar tierra firme, siete migrantes más tuvieron que ser desplazados con urgencia al hospital de la isla por su mal estado de salud. Entre ellos, la hija de la mujer que murió en el camino. Poco tiempo después, el puerto quedó vacío, sin que nadie sospechara que la tragedia aún no había terminado. 

A la mañana siguiente los servicios de limpieza se desplazaron hasta el puerto para continuar con una labor que en los últimos meses se ha vuelto rutinaria. Cada vez que un cayuco llega a El Hierro, un grupo de personas se encarga de limpiarlos por dentro. Por un lado, los bidones de gasolina. Por otro, mochilas, ropa, zapatos, restos de comida y lonas. En La Restinga también pueden verse los motores de estas embarcaciones, que no siempre permiten a los migrantes llegar a su destino y sus fallos empujan a decenas de barcazas a la deriva. 

El 8 de julio, encontraron algo más. En el fondo del cayuco ya semihundido hallaron el cuerpo sin vida de un hombre. “Se trata de embarcaciones de grandes dimensiones que suelen estar repletas de cosas”, explican fuentes de la isla. “Fue un cúmulo de cosas. El cuerpo estaba en el fondo, semihundido, debajo de todos los enseres y enredado en una red”, añaden. 

“La pregunta es perfectamente razonable”, responden desde la Delegación del Gobierno en Canarias. “Hay que entender que los cayucos senegaleses son de gran tamaño y tienen mucha profundidad. Este cayuco venía con casi un metro de agua dentro de la embarcación”, explican. Según la Delegación, se trataba de agua muy sucia, mezclada con combustible y enseres de los propios inmigrantes. “Ellos mismos no se dieron cuenta de que quedaba un fallecido en el fondo de la embarcación”, aseguran. 

Para retirar ese agua y revisar la embarcación entran operarios equipados con Equipos de Protección Individual (EPI). “El agua retirada y los restos que quedan en la embarcación no se pueden tirar tampoco en cualquier sitio. Por eso, hasta que no se pudo realizar ese proceso al completo no se localizó a la persona fallecida”, concluyen desde la Delegación del Gobierno en Canarias.

Z-147 

Según ha podido saber este periódico, el hombre no ha logrado ser identificado y fue enterrado el lunes en el cementerio de El Pinar. En su lápida solo figura un código: Z-147. El mismo día fue enterrada la mujer que perdió la vida en el mismo cayuco. Ella no viajaba sola. La acompañaba su hija, que necesitó ser ingresada al llegar y que ahora ha pasado a ser una de las 5.600 menores no acompañadas que tutela el Gobierno de Canarias en sus centros. Un tercer cuerpo descansa en el mismo cementerio. Se trata de un hombre que falleció en la ruta un día antes, el sábado 6 de julio. Tanto él como la mujer sí han podido ser despedidos con nombre y apellido.

El Hierro ha enterrado en lo que va de año a 17 migrantes que llegaron sin vida a la isla, aunque los muertos en la travesía del Atlántico se cuentan ya por miles. A diferencia de otros puntos de Canarias, buena parte de los migrantes logran ser identificados antes de ser inhumados. Además, es también tradición que autoridades, vecinos y miembros de las ONG asistan a las despedidas e incluso lean algunos versos del Corán.

Invisibles también después de morir

“Lo que ha pasado es una atrocidad, que expresa racismo institucional, estructural y no sucedería con otros perfiles”, denuncian desde el movimiento Noviolentas Acción, que ven en el hecho de que un cadáver tenga que esperar 48 horas a ser visto, una prueba más de la “deshumanización que se aplica estructuralmente, que contribuye a seguir creciendo en la construcción de la migración como amenaza, enemiga y en peligro y no como realidad, derecho o vecindad”.

Desde la Federación de Asociaciones Africanas, Teodoro Bondyale, manifiesta con profundo dolor la deriva que está alcanzando en el discurso político y mediático el tema de las migraciones, especialmente, en todo lo relativo a los derechos de los niños que migran solos. “¿Cómo es posible que no nos hayamos enterado de que moverse en el mundo es normal? No se puede impedir”. Bondyale explica que la culpa no es del trabajador de Cruz Roja o de los servicios de emergencias que descubre el cadáver 48 horas después, “que son seres humanos extenuados y afectados emocionalmente, yo he hablado con ellos y tienen un claro síndrome postraumático, como el que viven los soldados en una guerra”. 

“Es incomprensible que los seres humanos estemos así con el otro que es pobre, que es negro, que es niño o niña y no tiene poder y no puede decir nada”.