La convivencia de más de 1.000 personas y la escasez de comida convierten en una bomba de relojería al campamento tinerfeño de Las Raíces

Un migrante en el campamento improvisado instalado frente al recurso de acogida de Las Raíces, en Tenerife

Natalia G. Vargas

La Laguna —
15 de marzo de 2021 21:12 h

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Han pasado ya 40 días desde que el mayor campamento para migrantes de Canarias, con capacidad para 2.000 personas, comenzara a funcionar. El 5 de febrero, en plena alerta por nieve, lluvia y con unas temperaturas que rozaban los 8 grados, una guagua paró frente al antiguo acuartelamiento militar de Las Raíces, en La Laguna. Al menos un centenar de personas observaban con desconcierto el conjunto de casetas blancas que esperaban al otro lado del portón y cómo el suelo de tierra se convertía en barro. Se negaron a bajar, pero poco tiempo después tuvieron que abandonar la guagua y entrar en el centro. Un mes y medio más tarde, la tensión ha aumentado, las revueltas y las detenciones se suceden y las protestas por la comida y las duchas son diarias en este recurso de acogida gestionado por la ONG Accem.

El pasado viernes, una parte de los usuarios inició una huelga de hambre por las largas colas para recibir el desayuno, el almuerzo y la cena y por las pequeñas raciones que reparte la empresa externa contratada para el servicio de comidas, Serunion. ''No comemos. La comida aquí no es buena y pasamos tres horas hasta que llega nuestro turno. Es comida para los animales'', cuenta Tarek (nombre ficticio), uno de los jóvenes marroquíes acogidos en el campamento. La protesta se ha prolongado todo el fin de semana y se ha saldado además con la detención de siete personas. Esta redacción a preguntado a la Delegación del Gobierno qué ha pasado con los detenidos, pero no ha obtenido respuesta.

La Asamblea de Apoyo a Migrantes de Tenerife aseguró que el pasado 13 de marzo la Policía entró de forma ''violenta'' en el campamento a la hora del almuerzo, para disolver la protesta que estaba desarrollándose ''de forma pacífica''. ''En vez de plantarse en Serunion y buscar a los responsables que dejan a nuestras compañeras con los estómagos vacíos, las castigan a ellas por reivindicar un derecho tan básico como comer'', criticó la Asamblea.

Accem, organización contratada por el Gobierno de España para dirigir este centro, ha reconocido este lunes que las condiciones del recurso de acogida no son las adecuadas. ''Es necesario hacer algo'', aseguró la ONG en declaraciones recogidas por Europa Press. La organización confiesa que la gestión de los turnos tampoco es adecuada porque hay mucha lentitud y ha solicitado al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones que mejore el servicio de comidas.

Asimismo, Accem ha señalado que los principales problemas de convivencia que se generan en el campamento se deben a la comida y el mantenimiento de las instalaciones. Por ejemplo, por la falta de agua caliente para las duchas. De acuerdo con la ONG, se está a la espera de la llegada de unas calderas desde la Península.

Otra de las críticas de los migrantes está relacionada con la convivencia de muchas personas de diferentes nacionalidades en una misma caseta. ''El campamento está dividido en tres sectores y en una carpa hay 32 personas'', cuenta un joven maliense.

Un campamento alternativo

Un día después de que el recurso comenzara a funcionar, los usuarios ya denunciaban que las condiciones no eran buenas. Así, el 17 de febrero comenzaron a construir un campamento alternativo en el exterior del antiguo acuartelamiento militar. Cada noche, un grupo de 20 personas abandonaba el macrocentro de Las Raíces con algunas mantas bajo el brazo para dormir en el exterior en señal de protesta. “Los migrantes no son delincuentes” o “no al racismo” eran algunas de las frases que podían leerse en los carteles que bordeaban la zona. Para ellos solo había dos soluciones: que les dejaran marchar a la Península o que les deportaran.

Las soluciones no han llegado, y muchos migrantes han perdido ya el derecho a volver a entrar por estar más de 72 horas fuera del establecimiento. También han perdido la esperanza. Por esta razón, las casetas que ellos mismos han construido con ayuda de materiales cedidos por vecinos y vecinas son ahora su hogar. Algunos matan el tiempo haciendo ejercicio por las carreteras cercanas, otros juegan a las cartas o charlan con las personas de la isla que se acercan al lugar a hacerles compañía, llevarles ropa o comida. ''La gente de aquí es muy buena y amable. Lo agradecemos mucho, pero nosotros no queremos solo dormir y comer. Queremos saber qué va a pasar con nosotros'', cuenta un hombre marroquí.

El pasado 6 de marzo, los migrantes de Las Raíces y vecinos de la isla ocuparon las principales calles de La Laguna para pedir libertad. Acompañados por aplausos desde los balcones pedían que se les dejara moverse libremente por el territorio nacional y que no se les dejara bloqueados en Canarias. ''Ni CIE, ni fronteras, ni muertes en pateras'' o ''Frontex mata'' eran algunos de los lemas que podían leerse en sus pancartas.

Este mes también ha entrado en funcionamiento el segundo campamento de Tenerife, Las Canteras, que también está ubicado en el municipio de La Laguna. En este caso, el recurso estará gestionado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Las quejas llegan a Fuerteventura

El Matorral, en Fuerteventura, es otro de los campamentos instalados por el Ministerio de Migraciones para acoger a las personas llegadas en pateras y cayucos a las Islas. El establecimiento comenzó a funcionar el 19 de febrero y, aunque tiene capacidad para 648 personas, acoge hasta el momento a más de 400 personas reubicados desde Lanzarote y Gran Canaria.

Este lunes, los migrantes se han manifestado por las calles de Puerto del Rosario para pedir libertad y una solución a su situación de bloqueo en la isla para poder continuar su viaje hacia la Península y hacia Europa. ''No nos fuimos de nuestro país para ser encarcelados'' o ''La esperanza se ha convertido en desesperación'' han sido sus principales quejas. También se han quejado de la falta de comida y de mantas en el centro.

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