Encontrar a un familiar desaparecido entre los naufragios de la ruta canaria
Nadie sabe dónde está Ameur Haouam. Nació en Marruecos y salió de Dajla en patera el 27 de marzo de 2022. Ese día su familia recibió su última llamada antes de perderle para siempre el rastro. En 2018, Baye Lamine abandonó Senegal con el sueño de llegar a Europa. Poco tiempo después, su amigo Elhadji Macodou tomó el mismo camino. De ellos dos tampoco hay noticias. Solo en lo que va de año, al menos 736 personas han desaparecido en el océano que separa Canarias de la costa occidental de África, según el colectivo Caminando Fronteras. Localizar a un ser querido en esta ruta migratoria es una tarea difícil. Ante la falta de instrumentos estatales, organizaciones y colectivos han diseñado herramientas que facilitan las búsquedas.
En septiembre de 2021, Cruz Roja inició en el Archipiélago el proyecto Personas desaparecidas en ruta migratoria. La ONG ha investigado desde entonces la desaparición de 308 personas y ha resuelto 101 solicitudes de búsqueda. El primer paso para los familiares es enviar un correo a busquedas@cruzroja.es o asistir a la oficina más cercana de la entidad. “Lo primero es saber dónde está la persona que nos llama, para que converse de forma presencial con un profesional que pueda preguntarle paso a paso”, explica Silvia Cruz, jurista especializada en migraciones y técnico del proyecto.
“Necesitamos el punto de salida, o al menos el último lugar en el que el desaparecido tuvo contacto con la familia. Es importante también la fecha de desaparición y los posibles acompañantes que viajaban en la zodiac, la patera o el cayuco”, añade.
Que las entrevistas se hagan en el idioma de la familia es crucial. “Si hay barreras idiomáticas se pueden perder datos importantes para la investigación”, subraya Cruz. Durante todo el proceso, las familias pasan por un proceso de “pérdida ambigua”. “Están sometidas a una angustia constante porque no hay una respuesta a la que agarrarse. La esperanza se une con la frustración y no logran avanzar”, explica la jurista.
La desaparición de los cadáveres en el fondo del mar dificulta la certificación de las muertes. “Cuando no se puede demostrar el fallecimiento, los familiares sufren importantes consecuencias emocionales y también económicas. Muchos hijos y parejas no pueden probar que son huérfanos o viudos”, añade Silvia Cruz. Por esta razón, y para paliar el impacto psicológico que tienen en las familias estos complejos procesos, la ONG cuenta en el proyecto con profesionales de Psicología y trabajadores sociales.
El testimonio de los supervivientes
Tres son los contextos en los que se pueden dar las desapariciones. En primer lugar están las embarcaciones que salen, pero nunca llegan al destino. El segundo, que la barcaza llegue con personas fallecidas y, por último, los casos en los que los cuerpos de los migrantes muertos en la travesía son arrojados al mar.
“El primer supuesto es el más complejo”, insiste Cruz, ya que no hay ningún superviviente de la misma patera que pueda facilitar información del viaje. En estos casos, se estudia si ha llegado a Canarias alguna embarcación que haya salido del mismo punto. “Quizás esas personas conozcan a los otros migrantes o sus lugares de origen”, explica la portavoz del proyecto. También, a través de las llamadas y los correos de los familiares, se intenta hacer una lista de pasajeros y un relato de lo ocurrido.
En el caso de las barcazas que llegan a tierra con personas desaparecidas, se utilizan los testimonios de los supervivientes, así como las publicaciones en redes sociales y en medios de comunicación. Si la embarcación llega con cadáveres, junto al Instituto de Medicina Legal y los juzgados, se trata de identificar los cuerpos. “Si algún familiar quiere identificar el cuerpo, se realiza un acompañamiento físico y emocional por parte de Cruz Roja”, apunta la ONG. Si bien, desde la entidad resaltan que esta “no puede hacer frente a las repatriaciones” cuando los cuerpos son reconocidos.
Los nichos sin nombre
En mayo de 2021, los cadáveres de 24 personas que murieron tras 22 días a la deriva rumbo a Canarias fueron enterrados sin nombre en diferentes cementerios de Tenerife. Solo se distinguían por una cifra de tres dígitos. En los casos en los que los cuerpos ya han sido sepultados en las Islas, los familiares también pueden reclamar a sus seres queridos pasado el tiempo.
“Antes del entierro, además de tomar muestras de ADN, se rellena una ficha con datos como posibles cicatrices, tatuajes, la ropa que llevaba puesta… Esto, junto a la prueba de ADN del familiar directo, puede ayudar a identificar a los desaparecidos que mueren”, detalla la responsable de este proyecto financiado por el Comité Internacional de Cruz Roja. Las búsquedas nunca se cierran. Solo cuando se demuestra que la persona ha muerto. “Se quedan en estado pendiente por si apareciera algún dato relevante o si se decide a hablar algún testigo que en un primer momento no quiso”.
Falta de implicación estatal
El colectivo Caminando Fronteras, fundado por la activista y defensora de derechos humanos Helena Maleno, también ha diseñado una guía para las familias de los desaparecidos de las pateras. Este documento insiste en que todos los Estados deben velar por los derechos de las personas desaparecidas. “Puedes exigir que inicien las labores de búsqueda. Incluso puedes exigir que todos los Estados se coordinen”, apunta el texto.
El colectivo denuncia que los países no cumplen con su obligación de buscar si los protagonistas son migrantes, por lo que recomiendan realizar la búsqueda en compañía de organizaciones sociales. “El momento de la denuncia es muy estresante y doloroso. Si además no hablas el idioma local o no conoces la administración del lugar, es mejor estar acompañadas”, señala la guía. El apoyo y la información que ofrecen las organizaciones no solo prepara a los familiares ante las dificultades burocráticas, sino que también los protege de las organizaciones que ofrecen información falsa para obtener un beneficio económico.
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