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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Papá, estoy en el mar”: las familias que aún esperan noticias de los cayucos

“Papá, estoy en el mar”. Esta fue la última frase que Badara, el padre de Khadim, escuchó para siempre en voz de su hijo. Eran las 00.00 de la noche del 31 de octubre de 2023. Cerca de la costa de Joal, una ciudad situada al sur de Dakar, Khadim se despidió de su padre sin saberlo, embarcado en un cayuco de colores de 22 metros de largo con más de 100 personas a bordo y en un mar oscuro. Fue el mismo día que partió hacia Canarias. La llamada se cortó repentinamente por falta de cobertura. Tampoco respondió en las sucesivas veces que su familia lo quiso contactar a su teléfono habitual. 

Khadim tenía 19 años y era pescador. “Esta situación es realmente triste. Khadim se fue para cumplir un sueño y ahora ese sueño ya no lo puede cumplir. Khadim ya no está”, lamenta su padre desde una habitación alquilada en la misma localidad de donde partió el cayuco. Este alojamiento rentado era el principal motivo que llevó a Khadim a embarcarse a las Islas Canarias. Era un joven muy cercano a sus padres, que deseaba comprarles una casa para que dejaran de pagar el alquiler mensual de tres habitaciones y así acabar con la angustia de cada final de mes. Khadim tiene además cuatro hermanos, una de ellas su melliza y otro que reside en Almería y que aún lo espera. 

Khadim es una de las 870 personas que han muerto y desaparecido rumbo al Archipiélago en 2023. Estas son las cifras que maneja la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que también advierte que el dato es mucho mayor. Que los cuerpos se hundan para siempre en el océano hace imposible cuantificar la mortalidad real de la ruta que conecta África Occidental con Canarias.

El año pasado no hubo ningún mes libre de tragedias. Según la OIM, noviembre fue el mes más mortífero, cobrándose la vida de 353 personas. Le sigue julio, con 147 víctimas en el mar. De las personas que perdieron la vida en 2023, al menos una veintena eran niños. La falta de vías legales y seguras para viajar empujó entonces a casi 40.000 migrantes a tomar pateras y cayucos para alcanzar Europa. El naufragio de las embarcaciones precarias en la travesía fue la causa de la muerte de 736 personas. Más de 120 perdieron la vida por las malas condiciones climáticas, la falta de agua, de comida o de abrigo. 

Impacto emocional y económico

La falta de certezas mantiene a las familias en el limbo que separa la vida de la muerte y les impide iniciar el duelo y seguir adelante con sus vidas. Mientras no haya cuerpo, hay un rayo de esperanza. Es lo que se conoce como pérdida ambigua. El informe Familias de personas migrantes desaparecidas de la Organización Mundial de las Migraciones (OIM) revela que los sentimientos que acompañan a las familias de los desaparecidos son el de tristeza, miedo y rabia. También pueden aparecer depresión, ansiedad, agotamiento y soledad. El documento refleja que hay casos de mujeres que se quedaron postradas en la cama y sin poder caminar tras la pérdida de sus hijos. También hay madres que se quedan sin habla como Nogaye, la madre de Baye, un joven senegalés que salió hacia Canarias en 2021 y no llegó. 

La muerte o desaparición de la persona que migra también deja un impacto económico en sus familias.  Khadim salía cada día a pescar en el cayuco familiar. Lo que capturaba, su padre lo vendía después en la calle. Desde que su hijo se marchó, su padre tampoco ha podido salir a vender. El mismo informe de la OIM desvela que tras la desaparición, muchos padres y madres se quedan sin el apoyo económico que esperaban de sus hijos si hubieran tenido éxito. Muchas personas migrantes hipotecan sus propiedades o adquieren importantes deudas para cubrir los gastos relacionados con sus viajes. Una deuda que no finaliza con la desaparición de la persona. 

El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular de las Naciones Unidas contiene en su octavo objetivo el de emprender iniciativas internacionales coordinadas sobre los migrantes desaparecidos. La ONU adopta el compromiso de identificar a las personas fallecidas y desaparecidas y facilitar la comunicación con las familias. Para ello, se establecen una serie de acciones como designar puntos de contacto para que las familias busquen a los migrantes desaparecidos o facilitar la identificación y posterior recuperación de los restos mortales, asegurándose de que los restos de los migrantes fallecidos reciban un trato digno, respetuoso y adecuado. 

Hasta el momento, las familias quedan desamparadas. Los padres de Khadim no han recibido ninguna llamada de las autoridades para conocer el paradero de su hijo. Son las asociaciones y las ONG las que cubren estos vacíos en la actualidad. El colectivo Caminando Fronteras ha diseñado una guía para que las familias víctimas de las fronteras conozcan sus derechos. También Cruz Roja dirige el proyecto Personas desaparecidas en ruta migratoria. 

Boza Fii es una asociación senegalesa que trabaja por la protección de los derechos de las personas que migran. Su presidente, Saliou Diouf, reconoce que este último año las llamadas de familias con seres queridos que han desaparecido se han disparado. Confiesa que cada semana, entre dos y tres familias acuden a la organización. “Todas las familias en Senegal son familias de desaparecidos porque no hay nadie que no conozca a alguien que haya muerto en el mar o que esté desaparecido”. 

El trabajo de esta entidad está enfocado también en la sensibilización y la denuncia. Para Diouf, hay dos actores principales en esta dramática situación. Por un lado, gira su mirada hacia los gobiernos europeos. Concretamente, se refiere a los fondos fiduciarios de la Unión Europea (UE) destinados, a priori, a la cooperación al desarrollo, pero que también se asignan a la gestión y contención de la migración con el objetivo de reducir los desplazamientos de personas, fomentar el retorno voluntario o controlar flujos con sistemas de seguridad. “Nuestros gobiernos hablan de cooperación al desarrollo, pero la realidad es que después esos contratos lo que implican es la militarización de fronteras”. Diouf se pregunta a dónde van realmente los fondos de desarrollo enviados a Senegal por parte de la UE. 

Por otra parte, señala a los dirigentes de los estados africanos quienes, según considera, se han doblegado a las peticiones de la UE y de FRONTEX a la hora de llevar a cabo la externalización de fronteras. “Decimos que el estado senegalés está comandado por la UE. Ellos condicionan a nuestros estados. Por eso pedimos a nuestros estados que cojan su responsabilidad para proteger a sus ciudadanos, porque la migración no es un crimen, la gente tiene el derecho a viajar y que no sea violentada y brutalizada”, sentencia.