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Endesa y su amor incondicional por el gas

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Dicen que todas las historias de amor tienen un final, pero la de Endesa con el gas natural parece más bien una relación tóxica de esas que se alargan innecesariamente. Nos anuncian, con cierto aire triunfalista, que reducirán su consumo de gas en un 30% entre 2025 y 2026, dejando caer contratos con Qatar y Nigeria. Bravo, aplaudimos la audacia... de seguir dependiendo de este combustible fósil hasta 2040. Sí, han leído bien: dos décadas más para romper con un vicio que nos está llevando al colapso climático.

Este discurso de reducción de compras de gas natural no es coherente ni con su estrategia en Península ni mucho menos con la que pretende desarrollar en Canarias vistas sus ofertas al proceso de concurrencia competitiva. La filial de la empresa pública italiana Enel en España sabe perfectamente que la dependencia del gas natural como combustible que asegure el suministro eléctrico en Península va a aumentar como consecuencia del cierre nuclear. Y, con el mal planteado proceso de concurrencia competitiva en los Territorios No Peninsulares (TNP), también.

La eléctrica nos vende la idea de que está en plena transición ecológica, que su amor por el gas es cada vez menor y que la electricidad verde será la gran protagonista del futuro. Pero, mientras tanto, sigue defendiendo la entrada del gas natural licuado (GNL) en Canarias, ese territorio que podría ser un paraíso de las renovables pero que, gracias a estrategias como la suya y con el ya famoso proceso de concurrencia competitiva, sigue atado a combustibles fósiles. Parece que el discurso de la descarbonización avanza más rápido que los hechos.

El problema es que dejar el gas no es tan fácil cuando se han firmado contratos con cláusulas “take or pay”, lo que en términos coloquiales significa “o compras o pagas igual”. Endesa está atrapada en su propia estrategia: si la demanda de gas cae antes de lo previsto, tendrán que seguir pagando por un combustible que ya nadie quiere. Pero claro, para evitar este ridículo financiero, no hay nada mejor que intentar mantener el negocio a flote el máximo tiempo posible. ¿Y qué mejor lugar para ello que Canarias con su remuneración adicional que le aporta emolumentos extra?

La historia de la introducción del gas en Canarias es el ejemplo perfecto de cómo disfrazar el retraso de la transición energética con discursos llenos de eufemismos. En lugar de apostar de forma contundente por la energía solar, eólica y el almacenamiento, Endesa insiste en que el gas es “necesario” para garantizar la estabilidad del sistema. No mencionan, por supuesto, que instalar infraestructura gasista en las islas significa atarse durante décadas a un combustible que inevitablemente encarecerá los costes y retrasará la llegada de un modelo 100% renovable.

Pero si el panorama ya era preocupante, la dependencia del gas añade dos factores de riesgo aún mayores: uno, la incertidumbre geopolítica; dos, un potencial incremento muy significativo de los precios. Los contratos de Endesa están vinculados a proveedores en regiones con inestabilidad política, conflictos y cambios estratégicos impredecibles. Argelia, Nigeria, Qatar y Estados Unidos no son precisamente sinónimos de estabilidad en el suministro. Desde tensiones diplomáticas hasta conflictos abiertos, la continuidad del gas está sujeta a factores externos que pueden disparar los precios o incluso cortar el suministro de un día para otro.

En un mundo donde los conflictos energéticos han pasado de ser problemas lejanos a crisis globales, la apuesta de Endesa por seguir dependiendo del gas es poco menos que una ruleta rusa. Ya lo hemos visto con las tensiones entre Europa y Rusia, que provocaron un aumento sin precedentes en los precios del gas, afectando directamente a los consumidores. ¿De verdad queremos seguir jugando a este peligroso juego cuando tenemos el sol y el viento a nuestro favor? Más aún: ¿cuál es el coste de desviar inversiones desde las renovables hacia las infraestructuras y la potencia instalada de gas?

Pero no se preocupen, que para 2040 habrán roto del todo con el gas. O al menos eso dicen. Hasta entonces, seguirán exprimiendo al máximo esta relación, intentando convencernos de que el gas es solo un mal necesario y que su compromiso con las energías limpias es incuestionable. Y mientras tanto, Canarias y otros territorios seguirán pagando las consecuencias de una transición que se vende como ejemplar pero que, en la práctica, sigue anclada en el pasado.

A este ritmo, cuando Endesa finalmente decida “romper” con el gas, el resto del mundo ya habrá pasado página hace mucho tiempo. Estaremos a merced de fondos soberanos que descuentan que Europa (y, entre los diferentes países, España) incrementará su dependencia de los combustibles fósiles. Solo queda esperar que, para entonces, la sociedad no haya caído en la trampa de otra historia de amor tóxica con un nuevo combustible “de transición”.

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