Una herida “imposible” de espada en un cráneo desvela que los antiguos canarios no estaban tan aislados del exterior

La conservadora del Museo, Teresa Delgado, muestra el cráneo, datado entre los siglos XI y XII, con la herida de espada

1

La revisión de los fondos del Museo Canario ha aportado una prueba directa de que las primeras sociedades que habitaron Canarias no estuvieron tan aisladas del exterior durante siglos como se pensaba: una herida de espada, un arma ajena por completo al mundo aborigen, que le seccionó la cabeza a un hombre entre 200 y 300 años antes de la llegada de los europeos.

La revista Quaternary Science Reviews publica este mes los resultados obtenidos al estudiar un cráneo que casi había pasado desapercibido en la amplia colección que expone el Museo, porque probablemente se dio por sentado que se trataba de un individuo que había muerto en alguna de las batallas de la Conquista de Gran Canaria por parte de la Corona de Castilla en el siglo XV, de modo que no resultaba extraño que presentase un tajo en la cabeza.

En concreto, se trata de una de las diez calaveras recuperadas de una cueva funeraria de La Angostura, en Santa Brígida, en 1932, en un momento en el que la arqueología estaba muy focalizada en los cráneos para sustentar estudios raciales, explica a EFE la conservadora del Museo, Teresa Delgado, una de las firmantes del artículo.

La sorpresa llegó al someterla a pruebas de Carbono 14, que dataron la muerte de ese individuo entre los años 1045 y 1166.

Es decir, entre dos y tres siglos antes de que llegaran los primeros navegantes europeos que pisaron Lanzarote y Gran Canaria a principios del s. XIV (genoveses y mallorquines, respectivamente), cuando las islas fueron “descubiertas” por el Viejo Mundo... o más bien redescubiertas, porque el historiador romano Plinio el Viejo ya describía en textos del siglo I las Fortunatae Insulae.

La herida que presenta el “cráneo 952” muestra que su propietario, un hombre de entre 35 y 50 años, murió en un enfrentamiento cara a cara con alguien que le golpeó con un arma metálica larga, pesada y con filo, muy probablemente una espada.

El problema es que ese tipo de arma no existía en Canarias, cuyos primeros habitantes utilizaban armas de piedra y madera porque en las islas no hay minerales metálicos con los que fabricarlas, así que solo pudo llegar de fuera y, seguramente, quien la blandía también.

La mayor parte de los estudios sobre el pasado de Canarias defiende que los primeros pobladores de las islas permanecieron casi aislados del resto del mundo durante más de mil años, desde su llegada a principios de la Era Común, hasta el redescubrimiento del archipiélago. No hay nada en el registro arqueológico que contradiga ese aislamiento, pero sí varios indicios de que no fue absoluto.

Otra de las autoras del trabajo, Verónica Alberto, de la empresa Tibicena Arqueología y Patrimonio, recuerda que a partir del siglo XI se aprecian una serie de cambios culturales en el mundo aborigen de varias islas (sobre todo en los enterramientos, en la forma de construir las viviendas o incluso en el emplazamiento de los graneros colectivos) que sugieren la llegada de nueva población desde el exterior, quizás no mayoritaria ni numerosa -“no se puede hablar de oleada”, subraya-, pero sí influyente en sus costumbres.

El artículo incluye un largo listado de dataciones de todos esos nuevos usos funerarios, arquitectónicos y agrícolas que evidencia que la mayoría de esos cambios culturales se concentra entre los siglos XI y XII, justo en el periodo al que apunta el espadazo que presenta el cráneo 952 del Museo Canario.

Para entender todo ese proceso, precisa Alberto, no se puede perder de vista el emplazamiento geográfico de Canarias, situada muy cerca del norte de África, porque lo que allí sucede “tiene reflejo en las islas, que son un territorio africano, de población africana, amazigh (bereber), que participa de la historia continental, aunque en un contexto insular”.

¿Qué está ocurriendo frente a las islas en el siglo XI? Es el momento de la expansión por el actual Magreb (y también por el sur de la Península Ibérica) de los almorávides, en una época convulsa que es posible que empujara a algunas familias o grupos sociales a emigrar más allá del mar, hacia el oeste, hacia Canarias.

El arqueólogo Javier Velasco, otro de los firmantes del artículo, recuerda que puede que Europa “se olvidara” durante casi toda la Edad Media de la existencia de Canarias, pero las islas aparecen en textos árabes desde el siglo IX en adelante, con menciones que demuestran un conocimiento del archipiélago directo, no solo basado en referencias de los historiadores romanos clásicos.

Del fallecido por esa herida de espada se sabe muy poco, solo que era alguien de la sociedad aborigen. El hecho de que sus restos fueran recogidos y enterrados en una cueva funeraria siguiendo los usos más antiguos de las islas (no en un túmulo ni en una fosa o cista) así lo delata, añade Valasco. 

stats