Cuando a finales del siglo pasado José Miguel Bravo de Laguna facilitó la entrada de su hijo Lucas en la vida pública ni uno ni otro podían imaginar que dieciséis años después se iban a encontrar en la encrucijada actual. En esta Semana Santa padre e hijo están pasando por un verdadero vía crucis después que el primero haya abandonado el partido del que fue presidente antes que Soria para encabezar otro proyecto político y el hijo siga siendo, por ahora, secretario general del PP en Gran Canaria. 1999 fue un año clave para los dos: el padre dimitió como presidente regional del PP tras las elecciones y el hijo se estrenó en la vida pública como concejal de pueblo.
A José Miguel Bravo de Laguna no le costó mucho convencer a Carmelo Vega de que colocara a su hijo Lucas en puesto de salida en la candidatura que encabezaba el empresario hostelero al Ayuntamiento de Santa Brígida en vísperas de las elecciones municipales de 1999. El partido de toda la vida de Vega Santana, Independientes de Santa Brígida (Isa), acababa de alcanzar un pacto electoral con el PP que presidía Bravo de Laguna en Canarias para presentarse en una lista unitaria al consistorio satauteño.
Carmelo Vega aceptó el único favor que le pidió el presidente regional del PP y colocó a su hijo Lucas en un puesto de salida. Así, con 23 años, el hijo del padre comenzó una carrera política sin haber pasado por la universidad, que era lo que quería su progenitor. Sin embargo, el niño no parecía valer para eso.
El padre habría querido que se matriculara en Derecho, como él, que llegó a sacar unas difíciles oposiciones a la Abogacía del Estado. De hecho, Bravo de Laguna logró el número dos de la promoción. El número uno fue Mario Conde, ex presidente de Banesto, el hombre de negocios a quien los emprendedores de la época se querían parecer, el banquero que fue laureado en varias universidades españolas, el que presumía de ser amigo del anterior rey.
Bravo de Laguna estuvo un tiempo presumiendo de haber coincidido con Conde en unas oposiciones en las que los dos demostraron ser los mejores de la camada. Eso fue antes de que juzgaran y condenaran al banquero. A partir de ese momento a Bravo no le quedaron ganas de seguir presumiendo de compañero de promoción.
Curiosamente el estreno en política de su hijo vino a significar su caída de la presidencia del PP canario. La misma noche electoral, a pesar de que María Eugenia Márquez lograría la presidencia del Cabildo de Gran Canaria y José Manuel Soria la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria, Bravo presentó la dimisión por estimar que los resultados no habían estado a la altura de lo esperado.
Esa noche cambió el destino del PP canario porque Soria, antes de que Bravo pudiera rectificar, cogió rápidamente el testigo, fortalecido por la consecución de la mayoría absoluta en la capital grancanaria. No dejó nunca más el relevo y se enrocó en la presidencia del partido a pesar de que años después el PP empeoró los resultados de Bravo de Laguna, que fueron buenos en Gran Canaria pero no en otras islas. El partido parecía que se había vuelto insular y muchos lo tildaron de insularista. CC le comía el terreno ideológico en Tenerife y otras islas.
A pesar de todo, la vida política común entre padre e hijo no se ha roto hasta el momento. Lucas sabe que sin su padre no habría podido ser nadie en la vida pública. Hay una gran diferencia entre la trayectoria de uno y otro. El padre, nacido el 28 de julio de 1944 en la capital grancanaria, es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. Tras sacar las oposiciones al cuerpo de abogados del Estado, fue destinado a la Delegación de Hacienda de Las Palmas. Aunque muchos no lo sepan, llegó a realizar estudios de periodismo, como José Carlos Mauricio, otro político de su generación que ahora está retirado de la vida pública pero que fue uno de los más significados de la izquierda comunista en la transición.
En las primeras elecciones generales tras el franquismo, en 1977, Bravo encabezó la plancha de la extinta UCD al Congreso de los Diputados por la provincia de Las Palmas. Dos años después fue reelegido como diputado y en 1981 fue nombrado subsecretario de Presupuesto y Gasto Público del Ministerio de Hacienda.
Siguió como diputado nacional en la legislatura siguiente (1982-86), la primera vez que el socialista Felipe González accedió a la presidencia del Gobierno con sus famosos diez millones de votos. El ascenso del PSOE y los problemas internos de la UCD facilitaron un parlamento mayoritariamente socialista, con más de 200 diputados.
Fue vicepresidente cuarto de la Mesa del Congreso en esta legislatura. Desde su escaño, que ahora tiene en casa porque lo compró cuando se reformó el Congreso, vio cómo se diluía la Unión de Centro Democrático que había fundado Adolfo Suárez. Por eso fue en los siguientes comicios con el Partido Liberal que presidía el empresario y jefe de la patronal de la época José Antonio Segurado.
En su etapa parlamentaria participó y fue ponente de varias leyes importantes, como los Presupuestos del Estado, la Ley de la Función Pública, la Ley de Sociedades Anónimas o la Ley de Costas, además del Estatuto de Autonomía de Canarias.
Bravo de Laguna y Lorenzo Olarte estuvieron en la Ley de Reforma Política en las Cortes que redactaron la Constitución de 1978 y los orígenes del estatuto de Autonomía, que retrasó su aprobación por culpa del pleito insular. Participó en el famoso Pacto de Las Cañadas, donde los políticos de la época diseñaron la autonomía canaria. Ya saben: la Delegación del Gobierno central para Las Palmas y el Parlamento de Canarias para Tenerife. Error, craso error.
Mientras estuvo en Madrid llegó a compaginar un puesto como consejero del Cabildo de Gran Canaria. En 1991 fue elegido presidente del Partido Popular en Canarias, año en que se estrenó como diputado autonómico. En 1995 se presentó a la Presidencia del Gobierno de Canarias y su partido logró los mejores resultados hasta el momento. Sin embargo, se adelantó al PSOE y se entregó a las AIC integradas en CC de Manuel Hermoso. El pacto consistió en votar a Hermoso como presidente del Gobierno a cambio de que Bravo presidiera el Parlamento regional. El PP no entró en el Gobierno.
Curiosamente cuatro años después, a pesar de haber obtenido un porcentaje similar de votos, Bravo tiró la toalla y renunció a seguir presidiendo el partido en un arrebato que le dio la noche electoral, a pesar de que Fita Márquez, que había sido consejera regional de Política Territorial, se hizo con la presidencia del Cabildo de Gran Canaria y Soria renovó su mayoría absoluta en la capital. Así y todo volvió a pactar con CC y siguió de presidente del parlamento, además de colocar cuatro consejeros en el Gobierno presidido por Román Rodríguez.
Después de su dimisión en 1999 volvió a su bufete profesional y se mantuvo alejado de la política. En 2011 regresó a la vida pública. Logró ser la lista más votada en el Cabildo, aunque se quedó a un solo consejero de la mayoría absoluta. Ese voto se lo dio enseguida Juan Domínguez, el representante del CCN en la coalición electoral que tenía con CC. Bravo lo nombró vicepresidente primero y así se aseguró la estabilidad en la corporación.
Ahora, a menos de dos meses de las próximas elecciones, Bravo ha sido expulsado del PP después de que haya sido designado cabeza de lista por Unidos por Gran Canaria, donde Compromiso, el partido de Nardi Barrios (otra política en retirada que llegó a ser diputada nacional con el PP, encabezando la lista por Las Palmas), le está dando cobertura junto a Ciuca, del controvertido Guillermo Reyes, y a Unión Progresista de Gáldar, del consejero insular Aladino Suárez, que antes fue concejal en este municipio norteño por la citada formación y que acaba de ser expulsado también del PP junto a Bravo. Precisamente Suárez fue el que sustituyó a la ex consejera Rosa Rodríguez cuando Bravo le ganó el pulso que le echó la leal a Soria, con el que coincidió estudiando en Madrid al ser de su misma promoción y también en el ayuntamiento capitalino, donde fue su concejal de Policía y Seguridad. Éste había colocado a Rodríguez para vigilar a Bravo, pero al final tuvo que huir del cabildo con cajas destempladas.
Lucas Bravo de Laguna Cabrera es el benjamín de los tres hijos de José Miguel Bravo de Laguna Bermúdez. Elena y Paula son sus hermanas mayores. Él nació el 23 de diciembre de 1975, la víspera de nochebuena, 33 días después de que muriera en la cama el dictador Francisco Franco, por lo que puede decir que jamás ha convivido con el franquismo, a pesar de que sus adversarios políticos lo han acusado en más de una ocasión de ejercer sus cargos con tiranía y tics dictatoriales. A pesar de su juventud, lleva nada menos que 16 años, cuatro legislaturas completas, viviendo de sus cargos públicos consecutivos. Comenzó a finales del siglo pasado y quiere seguir en el machito, como el conejo de Duracelli.
El currículo académico y profesional de Lucas es sensiblemente distinto al del su padre. Estudió el bachillerato en el instituto de El Fondillo, en Tafira, pero antes estuvo en el colegio Garoé, del Opus Dei, en el Monte Lentiscal. Su padre, aunque quiso, no pudo enfilarlo para estudiar Derecho. Parece que Lucas no era un buen estudiante y, para contentar a su padre, empezó a cursar la diplomatura de Graduados Sociales y Relaciones Laborales, pero se aburría tanto que lo dejó a medias tras superar solo algunas asignaturas.
Siguiendo la tradición familiar (siempre ha vivido a la sombra de su padre), se afilió a Nuevas Generaciones del PP nada más cumplir la mayoría de edad. Fue en 1994, cuando tenía dieciocho años. Llegó a formar parte de la ejecutiva insular y regional de su partido.
Cuatro años después, con 23, fue elegido concejal de Santa Brígida gracias a la mediación de su padre, que convenció a Carmelo Vega para que lo colocara en su candidatura en puestos de salida sin haber tenido hasta el momento ninguna experiencia en la vida pública. En ese momento era el concejal más joven de Canarias y uno de los más jóvenes de España.
En su estreno como edil ocupó la cartera de Parques y Jardines, Alumbrado Público, Limpieza, Aguas, Sanidad, Desarrollo Local y Empleo. Cuatro años después, en 2003, ya fue de número tres de la lista de Vega y éste le adjudicó el departamento de Hacienda, Patrimonio, Vías y Obras, Aguas, Limpieza y Alumbrado, además de teniente de alcalde y portavoz de su grupo. También fue nombrado secretario local del PP con Carmelo Vega de presidente.
Fue a mitad de este mandato cuando comenzó a conspirar contra su alcalde junto al concejal Luis Troya y otros ediles populares. Precisamente Troya y el alcalde Vega serían inhabilitados posteriormente por una prevaricación administrativa al dar la orden de hacer unas obras que dañaron el parterre de la casa de una vecina. La anciana se les reviró, los llevó a juicio y lo ganó.
Fue en agosto de 2006 cuando Lucas Bravo y Luis Troya se reunieron con varios concejales de la oposición para plantearles que apoyaran una moción de censura contra el alcalde Vega con la promesa de varias contraprestaciones. Allí estaban los concejales socialistas Antonio Ramírez, Emilio Ventura y Rosi Ramírez, que en las siguientes elecciones se presentaron en la lista de Los Verdes que encabezaba la edil Amalia Bosch, presente en la reunión, tras varios desacuerdos con la dirección del PSOE. En la cita se encontraba también la por entonces concejal de CC Victoria Casas, ahora alejada de la vida pública, aunque apoyando a Podemos. La que fuera presidenta local y vicepresidenta insular de CC dimitió de sus cargos a finales de abril de 2010.
Uno de los muñidores de aquella moción de censura fue el consejero del Cabildo Carlos Sánchez, siguiendo instrucciones directas de Soria. Sánchez había precedido a Lucas Bravo como concejal de Urbanismo de Santa Brígida. La fiscalía lo llevó a juicio en varias ocasiones por temas urbanísticos en el municipio.
Finalmente, Carmelo Vega, un hombre sin formación académica hecho a sí mismo que es más listo que un rayo, como demuestra su rápido ascenso en su vida política y profesional, se adelantó a la moción de censura liderada por sus entonces compañeros y presentó antes la dimisión para que no eligieran a Lucas Bravo como su sucesor. De esta manera pasó a sucederle de forma automática su compañero de alma política y número dos durante décadas Antonio Díaz, un profesor y propietario de autoescuela nacido en Teror pero que hizo casi toda su vida en Santa Brígida, donde tenía su negocio a la vez que era concejal, primero con Isa y posteriormente con el PP. Díaz llegó a cesar a Lucas por falta de confianza ya que en aquella época se dedicó a puentearlo y a hacerle imposible la vida de alcalde.
A pesar de que Díaz aguantó de alcalde hasta el final del mandato, Lucas, que por aquel entonces manejaba los resortes del aparato de su partido gracias a su padre, logró que se le designara a él candidato a la alcaldía en 2007, en detrimento del profesor de autoescuela, que siguió los pasos de su mentor Carmelo Vega y dejó el PP, formando un nuevo partido, Agrupación de Amigos Demócratas (ADD). La gente en el pueblo hacía bromas con las siglas y decía que realmente significaban Amigos de Antonio Díaz. El periodista de TVE en Canarias Pepe Martín Ramos, prematuramente jubilado y satauteño de nacimiento, ocupó el número dos de la lista de su amigo Antonio Díaz. Precisamente este sábado Martín Ramos fue investido Hijo Predilecto de la Villa de Santa Brígida tras ser aprobado en el pleno por unanimidad el pasado mes de octubre.
En 2007 Lucas llegó a ser alcalde, aunque no logró la mayoría absoluta. Paradójicamente se apoyó en tres de sus bestias negras en la corporación anterior para erigirse como primer edil. El extraño pacto político, que fue escenificado en el Hotel Santa Brígida, lo protagonizaron el PP y Los Verdes.
El partido ecologista había sacado sorpresivamente tres ediles: la cabeza de lista Amalia Bosch, que era la única representante de este partido en el mandato anterior, y los ex socialistas Antonio Ramírez y Emilio Ventura, que fueron en la lista de Los Verdes junto a la también concejal del PSOE en la corporación anterior, Rosi Ramírez.
Esta mujer protagonizó algo que no tiene precedentes en la historia de la política local: en tres elecciones consecutivas se presentó por sendos partidos distintos y distantes: primero con el PSOE, después con Los Verdes y finalmente, en 2011, con el PP. Actualmente es concejal de Servicios Sociales por este partido.
A Lucas, como le gusta mucho el deporte, no se conformó con la alcaldía sino que también la simultaneó con la Concejalía de Deportes. En 2008 fue nombrado vicesecretario insular del PP y en 2009 fue elegido presidente del partido en Santa Brígida. En enero de 2010 fue nombrado secretario insular del partido a propuesta de la presidenta, Australia Navarro, ahora candidata a la presidencia del Gobierno y mujer obediente a Soria.
En 2011 Lucas volvió a presentarse a la reelección de alcalde, pero además también fue de número seis en la lista al Cabildo que comandaba su padre. Esta vez sí obtuvo mayoría absoluta en el ayuntamiento y en el Cabildo fue nombrado consejero de Deportes. Ambos cargos los simultaneó hasta que a mitad de mandato dejó la alcaldía porque le parecía pueblerino y se dedicó de lleno al Cabildo, donde su consejería tenía uno de los mayores presupuestos. Prefirió el Cabildo porque como consejero cobraba más que como alcalde, puesto al que renunció en el último pleno de 2013. Le sustituyó Beatriz Santana, pareja de Juan Rodolfo Umpiérrez, que fue concejal con él después de militar en varios partidos y que ahora es asesor cabildicio.
A Lucas le encantan los deportes, sobre todo el baloncesto, el fútbol americano y el golf. No en vano una de sus hermanas es la esposa del golfista Carlos Sunenson, grancanario de padre sueco y madre inglesa, que ha sido campeón de España y al que ha servido de caddie. Lucas fue campeón provincial de tenis hace 20 años, cuando era un pibito. Admira mucho al ex tenista checo Ivan Lendl.
Es un fanático de La Guerra de las Galaxias. Colecciona equipaciones deportivas del fútbol americano y el vestuario y las máscaras de los personajes de Star Wars, aunque no queda claro si le gusta más Darth Vader o Yoda. Lo que sí es cierto es que es un fan de George Lucas y J.J. Abrams.
Cuando obtuvo la mayoría absoluta en Santa Brígida (diez de 17 ediles), se comprometió a terminar el polémico centro comercial y de ocio del casco de la villa, pero finalmente dejó la alcaldía con el incumplimiento de la promesa. Esa mole, conocida en el pueblo como el mamotreto, se inició hace casi doce años con el mandato de Carmelo Vega y sigue paralizada tras pasar cuatro alcaldes por el consistorio.
Lucas Bravo se vio envuelto en varias polémicas más el tiempo que duró su alcaldía. En una ocasión prohibió un club de lectura municipal porque los asistentes no le indicaban con antelación los libros que se iban a comentar. “Es que puede haber libros pornográficos y eso no lo puedo permitir”, dijo escandalizado.
En otra ocasión sus modos machistas y misóginos lo enfrentaron con las políticas del municipio, incluso con las de su propio partido. Una vez le espetó a la edil nacionalista Victoria Casas que si hacía la dieta del cucurucho (esa que dicen que consiste en “comer poco y follar mucho”). En otra se enfrentó en un pleno con la socialista Dominica Fernández, que luego sería delegada del Gobierno, al llamarla “malcriada y maleducada” por osar discutir con él. Incluso a su entonces compañera de partido Guadalupe del Río, ahora líder de la oposición con Cambio por Sataute, le llegó a decir procazmente “tócame los cojones” en una reunión del comité local del partido, según llegó a denunciar ella misma.
En otra ocasión multó a un activista social que había sido jefe de Informática del Cabildo, al acusarle de ser el autor del empapelamiento de medio Santa Brígida con el cartel con la foto de Lucas y la leyenda wanted (se busca), que criticaba las repetidas ausencias del alcalde en su ayuntamiento, ya que estaba más dedicado a la Consejería de Deportes del Cabildo. Finalmente, Daniel López recurrió la multa y los tribunales le dieron la razón.
Otra de las perlas que dejó Lucas tras abandonar la alcaldía fue una denuncia del propio aparejador municipal, Alejandro Vila, que denunció a Lucas y a su hermana de hacer unas reformas ilegales de ampliación en sus casas, empleando terreno que no podían en sus chalés de Monte de Lentiscal, cerca de donde vive sus padres. Finalmente su sucesora en la alcaldía, Beatriz Santana, paró la denuncia con la complicidad de la concejal de Urbanismo, Rita González.
El caso Brisan de corrupción política afectó también al Ayuntamiento de Santa Brígida, a varios alcaldes, concejales y empresarios. Lucas fue uno de los imputados, pero tras un recurso y mucho tiempo después fue desimputado. Como le pasó en su momento a su jefe Soria con el caso Salmón.
Sin embargo, no pudo evitar que un día a mediodía, siendo alcalde, la UCO de la Guardia Civil entrara en las casas consistoriales a requisar documentos y ordenadores ante la atónita mirada de empleados y vecinos. Los agentes entraron a saco con una orden judicial y embozados hasta las orejas. Fue una escena propia de una operación policial contra la mafia calabresa o los ayuntamientos de la Gürtel.
A padre e hijo les une el amor por el deporte. Es fácil verlos cada fin de semana en los palcos del Estadio de Gran Canaria para ver los partidos de la UD Las Palmas o en el Gran canaria Arena para disfrutar del Herbalife, aunque cada vez menos, porque el equipo no está para echar flores.
Se le atribuye a Lucas Bravo el declive del Granca (a su padre no le gusta que le llamen así, con ese diminutivo cariñoso, porque dice que de esa forma no se promociona la isla). Pedro Martínez ha sido seguramente el mejor entrenador que ha tenido el equipo claretiano en toda la historia. Con él logró los mayores éxitos, pero fue despedido porque a Lucas no le gustaban los comentarios “izquierdosos y progresistas” de Martínez en las redes sociales.
Además, se atribuye sin ningún rubor ser el artífice de la celebración de la fase final de la Copa del Rey de Baloncesto en Gran Canaria, así como la consecución de sede del último Mundial de Baloncesto. Ambos logros hay que atribuirlos a la corporación anterior presidida por el socialista José Miguel Pérez. El nacionalista Óscar Hernández era el consejero de Deportes que antecedió a Lucas Bravo.
Debido a la influencia que ejerce el Cabildo en el equipo (es su dueño en la práctica), el consejero de Deportes maneja a sus anchas esas competencias y coloca al frente del club a personas de su plena confianza, empezando por el presidente. Tiene que ser gente de derecha y de orden, por lo que mezcla el deporte con la política, que es en realidad lo que siempre le ha gustado.
Mientras que el padre es un conservador liberal, siempre en la estela centrista desde que se iniciara en la UCD, su hijo es más reaccionario y autoritario. Suple su falta de formación, que sí tiene el padre de manera sobresaliente, con sus modales engreídos y soberbios. Además, Lucas es muy narcisista. Prueba de ello son las entrevistas de autobombo que le hacen en los medios de comunicación.
Le pasa algo parecido a Larry Álvarez, coordinador insular de Cultura. Ambos aprovechan los altos presupuestos de sus respectivos departamentos para autopublicitarse y salir siempre en la foto con la gente que trae a la isla, ya sea en el terreno deportivo o cultural. Con el dinero de todos, por supuesto.
En una entrevista reciente Lucas declaraba sin rubor que había hecho “una labor magnífica” en la consejería y que por ello merecía “un puesto de salida para continuar con la estupenda labor que he realizado”. Se parecía a aquel boxeador hispanocubano del peso pluma, Pepe Legrá, que en todas sus entrevistas antes de los combates se autoproclamaba el mejor y luego caía en la lona en el primer round ante el rotundo crochet o gancho del rival.
Ahora es cuando más alejados están padre e hijo. Sin el manto protector de su progenitor, Lucas ve su futuro político en el aire. Aunque por un lado dice ser muy disciplinado con su partido para ganarse un puesto sin su mentor por primera vez, a nadie le extrañaría que eligiera ir con su padre, sobre todo después de que sus correligionarios no lo vean ya como la persona adecuada para ir en una candidatura del PP.
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