Dos médicos franceses conversan en el canal de televisión gala LCI este mes de abril cuando uno de los dos propone probar la vacuna del coronavirus en África: “¿No deberíamos estar haciendo este estudio en África (…)? Un poco como se hace en otros lugares para algunos estudios sobre el sida. En las prostitutas, intentamos cosas porque sabemos que están muy expuestas y que no se protegen a sí mismas”. A lo que su interlocutor le da la razón...
En este continente, el porcentaje de infectados por COVID-19 representa el 1% de todos los casos positivos en el mundo, un dato que contrasta con las pretensiones de los dos doctores y que ha generado la fuerte oposición de numerosas personalidades de volver a convertir África en un laboratorio de pruebas médicas, en algunos casos contrarias a la ética.
En los últimos decenios una serie de polémicas ha puesto en entredicho la labor de determinadas grandes farmacéuticas, casos que incluso han estado a punto de llegar a los tribunales. Estos ensayos han compartido un ámbito de actuación, que es el continente africano, y una metodología en la que no se han respetado los códigos éticos. En 1996, la farmacéutica estadounidense Pzifer suministró a 200 niños de Nigeria trovan, un medicamento para la meningitis. Fallecieron 11. Las familias responsabilizaron de estas muertes y de las secuelas que sufrieron otros menores a la gran compañía, que terminó pagando una indemnización de 75 millones de dólares para evitar ir a juicio.
Unos años más tarde, en 2005, la Family Health Internacional (FHI) probó el tenofovir, un medicamento para prevenir la transmisión del VIH en mujeres prostituidas de Camerún. La prestigiosa revista científica The Lancet señala que la organización de sensibilización sobre el VIH Act Up-Paris “acusó a los investigadores de actuar de manera poco ética al no proporcionar tratamiento después del estudio, y al elegir hacer su estudio en mujeres con alto riesgo en una parte del mundo donde el ensayo es barato”. La investigación en el país tuvo que paralizarse debido a este tipo de acusaciones pero continuó realizándose en otros países en desarrollo.
La utilización del continente africano para realizar este tipo de estudios clínicos esconde detrás una serie de factores. La organización holandesa Wemos, adscrita a la Global Health Workforce Alliance de la Organización Mundial de la Salud (OMS), recoge en su informe sobre ensayos clínicos en África que muchos participantes de estas pruebas no siempre eran conscientes de que se inscribieron en un ensayo “porque los investigadores no siempre fueron transparentes al respecto”. En algunas ocasiones, juega un papel importante la falta de alfabetización y de educación. Además, como señala el mismo documento, muchos individuos aceptan su participación porque es la única forma de obtener tratamiento debido a la falta de acceso a la atención médica en su país.
Otro punto a tener en cuenta es que en muchos países es más fácil eludir las normas y reglamentos éticos debido a la falta de legislación y a una supervisión menos estricta. La misma ONG denuncia que el incumplimiento de los estándares internacionales no se produce solo antes y durante el proceso sino a posteriori. El estudio destaca el caso de un hombre enfermo de tuberculosis en Kenia que después de participar en un ensayo de la farmacéutica francesa MNC Sanofi Aventis tuvo secuelas en sus ojos que le impedían ver con normalidad. Nunca pidió compensación ni la compañía hizo seguimiento de su caso diez meses después de finalizar el ensayo, a pesar de que esta supervisión es de obligado cumplimiento. Además, “en caso de daño físico debido a los ensayos, se ha demostrado que recibir una compensación financiera es extremadamente difícil”, sentencia la organización.
“La herencia de la mentalidad colonial debe terminar”
Una de las participantes del programa de Wemos sobre ensayos clínicos en África, Ella Weggen, sostiene, basada en este informe, que “quienes participan en ensayos clínicos en estos países son fácilmente explotados y sus derechos fácilmente violados. ¿Por qué las personas de países de medios y bajos ingresos arriesgan su salud y sus vidas para el desarrollo de medicamentos a los que probablemente nunca tendrán acceso o no podrán pagar?”. Wemos denuncia que en muchas ocasiones las personas que forman parte de los estudios no podrán acceder a ese tipo de medicamentos y lo ejemplifica con el caso de un fabricante de vacunas que en 2009 se negó a subvencionar el coste de este preparado contra la neumonía en Kenia, a pesar de que la investigación se había desarrollado con menores del país. Según el informe, finalmente la ministra de Salud Pública consiguió que se proporcionarse de forma gratuita en los centros de salud pública del país.
Para evitar este tipo de situaciones, Wemos recuerda que cualquier ensayo clínico debe estar sujeto a la Declaración de Helsinki, en la cual se recogen los principios éticos para la investigación médica en seres humanos como que el médico tiene el deber de proteger la vida, la salud, la dignidad y la integridad, que las personas deben dar su consentimiento informado o que el protocolo también debe describir las indicaciones que se seguirán después del ensayo. De igual manera, el responsable de la OMS para situaciones de emergencia en África, Michel Yao, subraya en una entrevista telefónica que lo fundamental es que toda investigación médica debe cumplir con los estándares, “incluidos los éticos”, que se debe seguir un pensamiento moral y tener en cuenta el contexto africano.
El actual escenario de la pandemia del coronavirus en África ha provocado que la última aspiración de convertir el continente en laboratorio de estas prácticas suponga un golpe para muchas personas de África y de la diáspora. El asunto se hizo viral después de que los exfutbolistas Didier Drogba y Samuel Eto´o y del todavía en activo Demba Ba denunciaran en sus redes sociales la conversación mantenida entre los dos doctores franceses. “Bienvenido a Occidente, donde los blancos se creen tan superiores que el racismo y la debilidad se vuelven algo banal. Tiempo de rebelarse”, escribió el senegalés Demba Ba en sus perfiles sociales. De racista también ha calificado esta pretensión el propio director general de la OMS, Tedros Adhanom, de nacionalidad etíope, en una rueda de prensa hace unos días: “La herencia de la mentalidad colonial debe terminar”.