Ángel Lafuente, o cómo convertir en placer el miedo escénico

Canarias Ahora

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Ángel Lafuente Zorrilla es un viejo conocido de las Islas Canarias. No solo por su frecuente presencia en la Universidad de Verano de Maspalomas, donde imparte con éxito su curso Hablar siempre con eficacia, sino por sus quince años de residencia en Gran Canaria, primero como presentador de Televisión Española y luego como director de Radio Cadena Española. Este lunes regresa a las aulas de Maspalomas con la misma energía que le llevó hace más de 55 años a pregonar al mundo su amor por la palabra (“mi chica”, la llama) y a demostrar que el miedo escénico es un atavismo que no solo se puede sino que se debe vencer. Su fórmula es algo más que una cuestión de oratoria porque la rebasa para adentrarse en lo psicológico (Lafuente es psicólogo también) y hasta en lo político.

“Nos dicen que el miedo escénico es natural, inevitable y conveniente; nos dicen que si comienzas a hablar con miedo escénico lo haces con más sentido de la responsabilidad…”, sitúa su relato. “Con estos antecedentes sentimos miedo escénico porque una educación castrante nos ha inoculado, y así seguimos toda la vida”, enfatiza este maestro de la palabra.

Por el contrario, hay que saber que “el miedo escénico es inoculado, es evitable y no sirve para nada”, por mucho que haya personas anónimas, pero también profesionales, incluso del teatro, que lo describen como algo positivo, como esas evocadoras mariposas en el estómago que revolotean en los momentos previos a dirigirse al público. “Es pésimo tener miedo escénico”, sentencia.

Y lo defiende Lafuente con la contundencia de quien ha patentado su propio método, basado en la experiencia personal que le supuso ser “la persona más tímida, más acomplejada del mundo, que sufrió terrores escénicos terribles, más allá de lo sospechable” en sus primeros años de vida. Eso le llevó desde la escuela (estudió en los Jesuitas de Palencia) “a observar con enorme pasmo cómo hablaban los demás y aprender de ellos”.

“No solamente hay que superar el miedo escénico, hay que llegar al placer escénico”, insiste el profesor a lo largo de su conversación con este periódico. Es una de las máximas que más repite en todas las entrevistas y el objeto central de su curso. En él consigue que el alumnado aprenda a “elaborar un pensamiento en vivo y en directo” y a transmitirlo eficazmente.

“El miedo escénico es un problema de inseguridad personal. Yo tengo una gran ventaja y es que soy un don nadie, soy un currante, no soy famoso, no tengo dinero, no tengo una cultura especial, no soy un guaperas, soy un anciano… Pero si tu personalidad es segura y persistente tendrás un discurso seguro”, explica Lafuente.

“No hablamos a masas, hablamos al corazón del hombre o la mujer. Hablamos al hombre o a la mujer que nos escucha, y cuando se llega al placer escénico te estimula el público. No es difícil, es laborioso, es placenteramente laborioso”, explica. Es necesario amarse a sí mismo, reconocerse capaz. “Hay que llevar al individuo a la conciencia de que cada uno de nosotros somos lo más sagrado que hay en el mundo; soy el gran regalo que la providencia me ha hecho, por eso el miedo escénico es una falta de respeto hacia uno mismo”. 

Quien no sea capaz de hablar de cualquier tema sin sentir temblores, o hundimiento del plexo solar… si no es capaz de evitar esos fenómenos, “no es una persona libre, por mucho que lo diga la Constitución española o la carta de la ONU de los derechos humanos”.

Estas son las tres bases para comunicar con eficacia: “Usted tiene que quererse como a nada y como a nadie en el mundo; tiene que tener amor al destinatario del mensaje y tiene que tener amor al mensaje que transmite”, resume.

Ángel Lafuente echa de menos una mayor preocupación por la palabra hablada. “No se la valora y es una vergüenza que el sistema educativo universal no tenga en cuenta el dominio de la palabra, y en los países donde se tiene en cuenta, no entran en los aspectos psicológicos”.

No deben engañarse quienes piensen que el exitoso curso de Ángel Lafuente es para aprender a hablar. “Yo enseño a comunicar, que es bastante diferente: comunicar es que las ideas que tengo en la cabeza pasen a ti eficazmente. Puede hacerse académicamente (yo recomiendo hablar correctamente), pero si no tienes conocimientos académicos puedes comunicar perfectamente”.

Pero “el gran taller de la palabra está en la vida diaria: cuando hablo con mi mujer, con mis hijos y con mi nieta... yo estoy cuidando mi palabra, porque el dominio de la palabra hablada es un hábito, que si lo quieres, lo usas siempre”.

Y se presta una atención especial al diálogo, a la atención al interlocutor: “Yo he incorporado a mi método el diálogo. ”¿Por qué no dialogamos?, ¿quien tiene la culpa?“, se pregunta el profesor: ”El sistema educativo porque no se nos enseña a dialogar, ni se nos enseñan determinadas actitudes personales; estamos en el planeta tierra para encontrar la verdad, pero la obligación es buscarla, fomentar el libre pensamiento“.

Para eso es imprescindible el diálogo, escuchar a los demás, incluso a los subordinados.

Ha impartido su curso y ha dado formación sobre cómo hablar con eficacia en público a políticos, militares, inmigrantes, prostitutas, catedráticos y hasta a magistrados del Tribunal Supremo. Y ha llegado a inquietantes conclusiones sobre determinadas expectativas que había despertado previamente. “Hay algunos que te piden directamente que les digas el truco, cuál es el milagrito. Y no hay truco. El manejo y el truco es mucho trabajo porque el dominio de la palabra es algo simplicísimo, lo que pasa es que se ha mitificado”, dice.

“En el fondo, los poderes tienen un terrible miedo a la libertad de pensamiento de los individuos e intuyen y aciertan que si dotamos del dominio de la palabra hablada al pueblo, ese pueblo va a ser gente que no va a comulgar con piedras de molino, no va a estar al pensamiento único, que se van a mover aunque no salgan en la foto. En la democracia, sin embargo, es más sencillo mandar sobre individuos librepensadores que sobre borregos”, concluye.

El curso de Ángel Lafuente en la Universidad de Verano de Maspalomas se impartirá en el Centro Cultural de El Tablero. Las inscripciones se pueden realizar en la web. El alumnado puede elegir el horario de mañana, del 19 al 23 de julio, de 10:30 a 13:30 horas, o por la tarde, del 19 al 21 de julio, de 17 a 20 horas.