Más dinero público para Oncología Radioterápica del Hospital Doctor Negrín: igual número de pacientes y las mismas derivaciones a San Roque

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

Abril de 2014. El director del área de Salud de Gran Canaria adjudica, por 220.000 euros y a través de un contrato menor urgente, 40 tratamientos de radioterapia a la principal clínica privada de la isla, el grupo San Roque, ante la “insuficiencia de medios” en el único servicio público de Oncología Radioterápica de la isla, ubicado en el Hospital Doctor Negrín. En ese momento, el complejo disponía de tres aceleradores lineales para tratar el cáncer y contaba con 13 médicos en el departamento, mientras que San Roque acababa de adquirir, hacía apenas dos meses, su primer equipo -y el único hasta la fecha-. Es el principio de una historia donde los límites entre lo público y lo privado se difuminan, con un continuo crecimiento de recursos -humanos y técnicos- en el sector público que no se traduce en la misma proporción en un incremento del número de tratamientos ni en la reducción de una lista de espera que, a su vez, sirve para justificar el mantenimiento, cuando no el aumento, de las derivaciones a la clínica privada.

Los rendimientos que Hospitales San Roque obtiene a través de la remisión a sus instalaciones de pacientes del servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Doctor Negrín han permanecido a lo largo del último lustro inalterables a pesar de la adquisición de otros tres aceleradores lineales en el complejo público o del incremento de plantilla hasta los 18 facultativos. El negocio privado ha sobrevivido incluso al abandono forzado del anterior jefe de servicio, el catedrático Pedro Lara, que pactó su salida temporal tras descubrirse que trabajaba a la vez como máximo responsable del servicio en San Roque, la clínica a la que, según una práctica institucionalizada desde 2014, se derivaban cinco pacientes a la semana (250 al año) para someterse a tratamiento de radioterapia, en ocasiones en contra de la voluntad de los pacientes o sus médicos responsables.

La decisión sobre el envío de pacientes a la privada se adopta en la denominada Comisión de Derivaciones del Servicio, que está formada por un equipo de tres personas que encabeza Marta Lloret, sucesora en la jefatura de servicio de Lara, de quien era persona de máxima confianza. Lejos de perder fuerza tras la polémica suscitada a raíz del conflicto ético del anterior responsable, la política de derivaciones no solo ha persistido, sino que se ha incrementado.

Así se desprende de los últimos datos internos a los que ha tenido acceso Canarias Ahora, que revelan que en los primeros cuatro meses de 2019 San Roque ha recibido un total de 112 pacientes del Servicio Canario de Salud (SCS) procedentes de Oncología Radioterápica del Negrín. O lo que es lo mismo, una media de 6,5 a la semana, más de los 5 que formaban parte de ese acuerdo tácito materializado bajo la cuestionable fórmula del contrato menor. Ha habido semanas en las que la Comisión ha remitido diez pacientes a Clínicas San Roque, el doble de la práctica común en los últimos años. Pacientes que recibe en el centro privado el propio Pedro Lara, quien, tras abandonar temporalmente (con una excedencia de dos años) sus cargos públicos, aparece ya como jefe de servicio de San Roque en lugares como la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR), de la que es presidente asesor, o en el denominado Centro Atlántico del Medicamento (CEAMED), del que es socio.

Tanto durante su jefatura como la de su sucesora, Marta Lloret, el número de sesiones de radioterapia se ha mantenido prácticamente estable, aproximadamente entre las 30.000 y las 35.000 por año, con independencia del número de aceleradores lineales disponibles. Entre 2015 y 2019 se han adquirido tres nuevos equipos en el servicio (DHX, TrueBeam y Cyberknife) y se han dado de baja dos (Primus y Clinac 2100), el último hace pocos meses.

A excepción de este último año, en el que han operado cuatro aceleradores, durante todo este periodo el complejo ha contado con cinco aparatos, dos más de los que había cuando comenzaron las derivaciones al sector privado. Para este ejercicio está prevista además la incorporación de otros dos, uno de ellos con los fondos obtenidos a través de la donación realizada por la Fundación Amancio Ortega y el otro anunciado por el consejero, José Manuel Baltar, ex director de operaciones de San Roque, el mismo día en que se publicaba la noticia sobre la doble condición del anterior jefe de servicio . A pesar del incremento de recursos y de plantilla, el número de pacientes remitidos a la clínica privada se ha situado en torno a los 250  al año, cifra que coincide con los cinco semanales y que supone, según las fuentes consultadas, el máximo de la capacidad para ese acelerador. Entre los ejercicios 2016 y 2017, San Roque facturó por esas derivaciones más de 3 millones de euros, según datos ofrecidos por el Servicio Canario de Salud en respuesta a una pregunta parlamentaria formulada por el grupo socialista. En los siete primeros años de 2018, el gasto ascendía a 1,14 millones.

Aunque no hay un registro oficial de la lista de espera en Oncología Radioterápica y la Consejería de Sanidad no ha contestado a la pregunta formulada a este respecto por Canarias Ahora, los datos oficiosos difundidos en el seno del servicio a lo largo de los últimos años la sitúan, con sus altibajos, en una horquilla de entre 280 y 400 pacientes.

La evolución en el tiempo del número de sesiones por acelerador lineal revela cómo, a partir de la adquisición de dos nuevos equipos, el servicio comienza a infrautilizar otros dos aceleradores lineales, los más antiguos, que reducen su actividad considerablemente hasta niveles mínimos, de 10.000 a 3.000 sesiones o de 8.000 a 2.000, antes de su baja definitiva. Y ello a pesar de que, según fuentes especializadas consultadas por este periódico, los propios profesionales del servicio advirtieron de que, para reducir las listas de espera, aún era posible alargar la vida útil de esos equipos, aceleradores que, por prestaciones, eran equiparables al instalado en la Clínica San Roque, que además no dispone, a diferencia de los del Negrín, de un sistema de radioterapia guiada por imagen (IRGT) para mejorar la precisión en la administración del tratamiento.

El último acelerador retirado, el Clinac 2100, dejó de utilizarse por las tardes mientras el servicio mantenía la cámara hiperbárica de baja presión, un equipo que, según la UHMS (Undersea and Hiperbaryc Medical Society), máximo referente del sector a nivel internacional, no cumple con los códigos de seguridad existentes y solo se recomienda para tratar el mal de altura, postura también respaldada por la ASEMHS (Asociación Española de Medicina Hiperbárica y Subacuática.

Cyberknife, el equipo de la discordia

Sin embargo, la decisión más controvertida de los últimos años en el servicio, cuestionada incluso por el entonces consejero de Sanidad, el socialista Jesús Morera, fue la adquisición por 2,8 millones de euros del denominado Cyberknife, un equipo que incorpora un sofisticado robot de radiocirugía, el único de estas características en un centro público en todo el territorio español. Las críticas por la compra de este aparato no están vinculadas a la eficacia de los tratamientos, ya que se trata de un robot puntero de alta precisión y baja toxicidad, sino a su capacidad para paliar la lista de espera en el servicio.

Los números son elocuentes. El equipo se instaló en noviembre de 2017. Entre marzo de 2018 y marzo de 2019, un año completo a pleno rendimiento, trató a 115 pacientes, lejos de los 300 prometidos tras su adquisición. En comparación, el TrueBeam, una máquina de última generación, igualmente sofisticada pero más versátil, atendió en el mismo periodo a 645 personas, 540 más, por lo que otro equipo de estas características habría permitido, en opinión de los especialistas, reducir la lista de espera y evitar, en buena medida, las derivaciones a San Roque. 

La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias presumió el pasado mes de enero que durante su primer año de actividad, el Cyberknife había realizado 200 sesiones. En 2018, los tres aceleradores que permanecieron activos durante todo ejercicio (el Clinac 2100 fue dado de baja a mediados de año) acumularon, en total, cerca de 30.000 sesiones, una media de 10.000 por equipo.

Los tratamientos con Cyberknife requieren una planificación mayor por parte del área de Física y son más lentos. Cada sesión dura entre 30 y 60 minutos, según la patología. Las 200 sesiones realizadas durante su primer año de funcionamiento son aproximadamente las mismas que un equipo TrueBeam es capaz de completar en apenas una semana.

Especialistas en Oncología Radioterápica precisan que la inmensa mayoría de los pacientes atendidos con el Cyberknife podría haber sido tratada con este equipo -el TrueBeam-,  el que reclamaban muchos de los profesionales del servicio y el que va a adquirir el servicio próximamente con la subvención de la Fundación Amancio Ortega. Según las mismas fuentes, el Cyberknife solo es imprescindible para patologías muy concretas, como las denominadas neuralgias del trigémino, algunas enfermedades cerebrales complicadas o tratamientos de pulmón aislados, apenas una decena de casos por año que antes eran derivados a Madrid.