Las Charcas de San Lorenzo, en Las Palmas de Gran Canaria, se están convirtiendo en uno de los últimos puntos verdes de la ciudad. El espacio, integrado en Paisaje Protegido de Pino Santo, uno de los más grandes que existe en la isla, es un gran desconocido para muchos y un gran olvidado para otros. El abandono de la zona por parte de la administración pública competente, en este caso el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, ya que se incluye dentro de su Plan General de Ordenación (PGO), ha producido la desecación de estos estanques y la consiguiente desaparición de los cientos tipos de aves que allí habitaban.
El parque agroambiental de Las Charcas de San Lorenzo es un conjunto de estanques de barro expansivo, un tipo de barro que cuando cae el agua se cierra y no permite que se filtre, de hasta 300 metros de largo y 100 de ancho. Están situadas en el barrio capitalino de San Lorenzo y formaban parte del antiguo valle de palmeras de Tamaraceite (Atamarazayt en lengua aborigen), lo que hoy en día engloba toda la zona urbanizada del Centro Comercial Los Alisios, el barrio de Lomo Los Frailes y Tamaraceite. Los historiadores cuentan que se construyeron con fines agrícolas, ya que había un ecosistema creado y abundaba la vegetación.
Además de los estanques hubo una red de canales, de acequias, de bombas, todo un espacio de agua. El coordinador de la plataforma Salvar Las Charcas de San Lorenzo y miembro del Colectivo Ecologista Atamarazayt, Paco González, explica que “el valor no es sólo la construcción de los estanques, sino todo lo que hay asociado para que el agua circulara de estanque en estanque”. Este sistema generó que desde el siglo XVII hasta ahora se creara uno de los ecosistemas de avifauna de los más importantes de Canarias. González recuerda como los mayores de la zona decían que “ibas de San Lorenzo a Tamaraceite viendo el cielo reflejado en el agua”.
En la actualidad la realidad de este espacio es totalmente diferente. Sólo queda una de las 40 charcas con agua y, según González, se secará en menos de dos meses si nadie hace algo por remediarlo. Cuando este último estanque se seque desaparecerán de la zona las más de 40 especies que allí anidan, algunas en peligro de extinción. El chortilejo chico, las subespecies de anatidas, las gacetas, las gazas reales, los cernícalos o las aguilillas son algunas de ellas.
Hablar de Las Charcas de San Lorenzo es hablar de lucha e identidad. La lucha de unos vecinos que se opusieron a que un grupo político se asentara en el barrio con un proyecto que, desde el colectivo, se definió como “altamente especulativo”. Hay que remontarse a finales de los años 90 y principios del 2000, en aquellos años era alcalde José Manuel Soria (1995-2003) y concejal del área de Urbanismo Juan José Cardona, para entender el desafío al que se enfrentó un pequeño barrio contra uno de los ayuntamientos más poderosos de Canarias.
Se presentaba como un proyecto que cambiaría la vida de los vecinos del barrio, así lo cuenta Paco González. Estaba prevista la construcción de unos 580 chalés de alto standing, que se situarían fuera de la zona protegida, en suelo rústico de protección, y un campo de golf de 18 hoyos que ocuparía todo el espacio protegido.
“Cardona venía a San Lorenzo a reuniones vendiendo que el campo de golf le iba a dar trabajo a todo el mundo, pero nosotros desmontamos ese argumento diciendo que se iba a vallar, iban a poner cámaras de seguridad y seguritas y que iba a ser un tema para cuatro”, afirma González.
El coordinador de la plataforma recuerda los momentos de tensión que vivieron cuando comenzó la lucha por salvar las charcas, “a través de medios de comunicación y movilizaciones desenmascaramos el proyecto”. El vecino señala que hubo denuncias de distintos tipos, incluso en la Fiscalía Anticorrupción, donde se denunciaron a varias personas de diferentes partidos políticos que compraron terrenos en la zona a precio de suelo no urbanizable.
Se llegó a crear un equipo multidisciplinar en el que colaboraban arquitectos, biólogos, geógrafos, geólogos e incluso profesionales del ámbito de la salud con el objetivo de crear un proyecto alternativo al campo de golf. En ese instante nació el plan de parque agroambiental, que se contempla en el Plan General de Ordenación Urbana desde 2002, “nosotros decíamos no al campo de golf, pero esta es la alternativa”, asevera. González asegura que la construcción de este espacio de ocio conllevaría a la destrucción de una zona protegida y a la expropiación de más de 80 familias a precio de catastro.
Un basurero sin control de las autoridades
Después de cuatro años de lucha y tras conseguir el objetivo de paralizar el proyecto en el año 2002, en la actualidad la zona ha experimentado un progresivo deterioro del que nadie se ha preocupado. Las charcas se han convertido en un vertedero incontrolado por la falta de vigilancia y de mantenimiento por parte de las autoridades locales. Los vecinos denuncian que cuando cae la noche llegan numerosos ciudadanos que aprovechan para descargar basura de todo tipo, escombros, electrodomésticos, muebles viejos, “en vez de ir al Punto Limpio lo tiran allí”, afirman. Además hay otras actividades ilegales que destrozan la zona como el trial y el motocross.
El geógrafo y creador del documental Las Charcas de San Lorenzo: El Mar de Aral de Gran Canaria, David Rodríguez, hace una reflexión más profunda de lo que está ocurriendo en la zona. “En este tramo de cuenca hídrica, justo donde está la última charca en proceso de desecación, es donde se producen transiciones, convergencias y divergencias entre lo natural y lo rural en regresión, frente a lo urbano en expansión. Y ahí podemos ver a pequeña escala muchos de los desequilibrios y tensiones que se dan entre sociedad humana y medio ambiente natural a nivel mundial”, manifiesta.
Rodríguez cree que la crisis de las Charcas de San Lorenzo está entroncada con los modos de gestión del agua. “Una parte del Valle de San Lorenzo se ha convertido en una isla dentro de la Isla. Las carreteras comarcales y la autovía han creado una barrera perimetral. Es un espacio de confinamiento, en el que la fauna puede entrar y salir, sobre todo por vía aérea”, explica.
El investigador insiste en que la discusión no debe centrarse en saber quien tiene las competencias para la gestión de ese ecosistema. “Mientras dudamos y discutimos sobre si ejecutamos o no un acto orientado a la conservación de la Naturaleza como es verter un poco de agua en un humedal que se está desertificando, otras personas realizan vertidos descontrolados de residuos sobre ese mismo humedal”. Y lo tiene claro: la solución contra la desecación de Las Charcas de San Lorenzo es echarles agua. “Aún no se ha enviado una cuba de agua para compensar temporalmente las pérdidas por evaporación e infiltración de la última charca que queda con algo de agua. Es un asunto realmente grave, y un indicador de nuestra conciencia y sensibilidad ambiental pragmática”, crítica Rodríguez. El precio de una cuba de agua y los 13.000 litros cuesta 80 euros.
Este martes se reunió con los vecinos de San Lorenzo la concejala que dirige el área de Sostenibilidad, Pilar Álvarez, quien conoció a fondo el proyecto del parque agroambiental. La edil explicó que su intención es plantearle al jefe de servicio de Medioambiente la rehabilitación y la reutilización de las charcas de San Lorenzo. “Vamos a tratar todos los temas técnicos, en primer lugar para el suministro de agua para la charca (refiriéndose al último estanque que queda con agua), pues tendremos que ver si está en condiciones de recibir agua y qué tipo de agua podemos suministrarle”, adelantó la concejala. “Eso como medida más urgente”, asevera.
Además, Álvarez aseguró a este periódico que la intención es que un técnico especialista en depuración de aguas por sistema natural visite la zona porque consideran que “el agua es el recurso natural que une todos los aspectos que pueden ser útiles para el desarrollo de la zona”.
Con respecto al parque agroambiental, la concejala adelantó que la idea es reunirse con Urbanismo para ver en qué estado está el tema dentro del Plan General de Ordenación de la ciudad y con los técnicos que lo estén estudiando. “Tenemos que coordinarnos todas las áreas competentes, pero parece un proyecto bastante interesante”, sentenció.
Tenemos una cultura de la invocación, de la queja, de la protesta, de la reivindicación, de la reclamación, pero en la mayoría de los casos, esas son formas de perder la energía y la claridad de mente que necesitamos para la acción en el presente. 30.000 personas son capaces de concentra su energía en “llamar al agua” en “pedir el agua”, sin que eso asegure que el agua llegue. ¿Qué podrían conseguir esas 30.000 personas si cada una aportara un litro de agua a las Charcas de San Lorenzo?
La Isla se desagrada bajo nuestros pies y delante de nuestros ojos que apenas ven, porque no tenemos consciencia de nuestro poder ni claridad de mente para dirigir nuestra voluntad de forma verdaderamente positiva y con constancia.
Los nombres de algunos de los grandes centros comerciales de nuestro entorno son Las Arenas, Alisios, El Mirador, Las Terrazas. Son nombres que evocan a elementos naturales o a puentes de acceso a esos a elementos naturales, al paisaje abierto, al aire libre. Sin embargo, esta modalidad de actividad económica rapta y absorbe estas denominaciones e invocaciones a la Naturaleza como parte de una estratégica de marketing. Se vende el significado como señuelo y se destruye el significante.
Las catedrales del comercio son temporalmente necesarias. Las catedrales de la Naturaleza son por siempre indispensables. El Centro Comercial Alisios está a menos de 800 metros de la charca y ecosistema de humedal que se está extinguiendo en el Barranco de Las Cagarrutas-San Lorenzo.