La ciudad sin sombra: un árbol o palmera por cada seis habitantes
Las Palmas de Gran Canaria debe su nombre a la presencia de palmeras autóctonas que históricamente han abundado en la ciudad, según recogen las crónicas y fotografías de antaño. Sin embargo, su expansión y la masificación urbanística fueron mermando el color verde de la capital de la isla, no solo disminuyendo la presencia de palmeras, sino de plataneras y otros árboles que con el paso de los siglos han dado como resultado que hoy la ciudad sea más gris. Actualmente, solo hay un árbol o palmera por cada seis habitantes. Es decir, la ciudad cuenta con 35.397 árboles y 23.276 palmeras (consideradas plantas arborescentes) en un espacio compartido por 378.000 residentes, sin contar con la cantidad de personas que se desplazan hasta este punto para trabajar, visitar o hacer gestiones cada día. A ello se le suma el dato de zonas verdes y ajardinadas como tal, que según el Ayuntamiento, conforma una extensión de 2,4 millones de metros cuadrados, de las que 417.414 se corresponden a césped.
Se trata de una realidad que contrasta con el hecho de que los índices de calidad del aire se encuentran en general entre los parámetros normales, algo que en esta ciudad se contrarresta por la importancia que tiene el mar. Concretamente, gracias la la playa de Las Canteras, que es considerada su pulmón. Sin embargo, el cambio climático amenaza con fuerza a Canarias, territorio vulnerable por el hecho de ser islas. Los árboles y las zonas verdes se convierten así en una herramienta esencial en su lucha. Y es que los árboles absorben dióxido de carbono, de manera que permiten bajar la temperatura y combatir así el efecto isla de calor que se genera en las ciudades y, en consecuencia, el calentamiento global. En otras palabras, se siente mucho más frescor en un parque o paseando a la sombra de árboles que en las zonas donde solo hay edificios.
El reconocido arquitecto Carmelo Padrón (ya fallecido) tenía bautizada a Las Palmas de Gran Canaria como “la ciudad sin sombra”. Unas palabras que recuerda ahora el también reconocido urbanista Faustino García Márquez, que asegura que “tenemos una ciudad de cemento duro”, resultado de la transformación que ha ido experimentando, pues desde los 80 hasta la actualidad afirma que ha ido perdiendo con rapidez gran parte de ese color verde. Ejemplo de ello es la arquitectura imperante en algunas zonas de la ciudad como la plaza O'shanahan, donde se encuentra la sede de Presidencia del Gobierno y no hay ni un árbol.
El árbol como símbolo de arraigo e identidad
También ha sido muy crítico con el hecho de que se vaya a construir un edificio en el actual parque de Las Rehoyas, a pesar de que el Ayuntamiento haya anunciado que ese espacio se ganará por otro parque un poco más alejado del actual. Así mismo, recuerda que árboles frondosos acompañaban el paseo en su juventud en reconocidas calles como León Castillo, Venegas, Tomás Morales, la zona de la Alameda de Colón… donde además de poder disfrutar de la sombra se creaban vínculos sociales, arraigo e identidad. El árbol es un elemento de relación, en las zonas donde hay vegetación, los niños juegan, la gente se sienta a charlar bajo el cobijo de la sombra y las calles se llenan de vida. Apuesta por aprovechar cualquier rincón de la ciudad para imponer el color verde de plantas y árboles.
La transformación de la ciudad de la últimas décadas ha sido tal que incluso en las zonas más adineradas, donde siempre proliferaron más árboles, como en Ciudad Jardín, se han sustituido en muchas ocasiones por garajes o patios… En otras calles se han cambiado los árboles por otros de moda y urbanos, “que no molesten a los vecinos”, subraya Faustino García Márquez. El urbanista insiste en que apostar por los árboles sólo supone ventajas, entre otros aspectos atraen a los pájaros y mantienen la biodiversidad, algo en lo que también coincide el presidente de la Asociación para la Defensa del Árbol y del Paisaje de Gran Canaria (Adapa), Rafael Molina Petit. Ambos comparan las dos capitales de Canarias y destacan que la media de árboles es bastante superior en el caso de Santa Cruz de Tenerife, donde se mantiene desde hace décadas esa apuesta por mantener grandes árboles en el centro.
Molina Petit recuerda que en 1957 la ciudad era galardonada por su belleza, por estar llena de parterres con flores. “Los turistas quedaban maravillados con esa explosión de color”. Y es que, una de las ventajas de la capital grancanaria es su clima, que permite tener en pleno invierno geranios e infinitas variedades de flores relucientes. Ahora, considera que la ciudad es muy monótona. Como ejemplos de dónde se pueden enfocar los esfuerzos por reverdecer destaca la zona del barranco de Guiniguada, Tamaraceite o San José del Álamo. El presidente de Adapa subraya que si el problema de mantener los árboles es el regadío, considera que se debería emplear a este fin toda el agua que después de depurar se vierte al mar.
El amor y la vigilancia por los árboles ha dado lugar a numerosos movimientos en Canarias. En las redes sociales la ciudadanía se ha vuelto mucho más crítica cada vez que se tala un árbol o inauguran plazas de cemento duro en la capital grancanaria. La sensación es que se talan demasiados árboles. Según los datos del Ayuntamiento, en realidad, desde el año 2016 han sido talados 502 árboles y 196 palmeras, además de 73 que se han caído. No obstante, según los datos oficiales, han sido plantados 926 árboles y 644 palmeras. Así mismo, desde el consistorio aclaran que son talados porque no se encuentran en buen estado o por razones de seguridad. “Desde que soy concejala de Parques y Jardines no se ha talado ningún árbol o palmera por capricho”, insiste Inmaculada Medina (PSOE).
Hacia una ciudad con más sombra
Para la arquitecta Elsa Guerra ninguna ciudad tiene nunca suficientes árboles y este es uno de los grandes debates contemporáneos. En el norte de España, explica que se dan unas circunstancias muy diferentes con respecto a Las Palmas de Gran Canaria por un hecho esencial: la presencia del agua, que aunque es un condicionante sí es cierto que no debe ser una excusa. A su juicio, en los últimos años sí que se ha prestado una mayor atención a los espacios verdes. Explica que en la segunda mitad del siglo XX, con la modernización, se apostó por mucho espacio duro en la ciudad. No obstante, señala que los espacios verdes unido a toda la apuesta por el transporte público, la llegada de la metroguagua o la red de carriles bici de la ciudad, entre otras alternativas, contribuyen a que se camine hacia la sociedad del futuro, consiguiendo una mejor calidad del aire y del bienestar de las personas.
Guerra considera que se palpa voluntad por parte de las instituciones, ya que una demanda fundamental de la ciudadanía es precisamente que haya más árboles. Como ejemplo, cita el caso de los nuevos espacios verdes en La Ballena. También la rehabilitación del antiguo Estadio Insular, donde asegura que el verde era una de las grandes preocupaciones. No obstante, diferencia entre zonas verdes y sombra, y asegura que aunque la sombra deseable es la de los árboles hay zonas en las que se intentan otras fórmulas, como en el parque del Estadio Insular, donde se está instaurando una marquesina en la zona de tribuna, un proyecto diseñado por ella y la arquitecta Noemí Tejera.
Pedro Sosa, catedrático de Botánica en el Departamento de Biología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), también incide en que los árboles y la vegetación son auténticos sumideros de CO2. Una ciudad con árboles evita esos cambios drásticos de temperatura. No obstante, hay que hacer un estudio de cuáles son los árboles idóneos para plantar en estos espacios, ya que por ejemplo el pino, aunque absorbe gran cantidad de dióxido de carbono, no es idóneo para las ciudades. Rafael Molina Petit aboga reverdecer con árboles de crecimiento rápido, que den sombra y de hoja perenne.
La concejala de Parques y Jardines Inmaculada Medina señala que hay que seguir apostando por los árboles y las zonas verdes, un tema que asegura que se ha tomado “muy en serio”. Cita como ejemplos la zona de La Ballena, La Paterna, Cono Sur o Lomo Blanco. Asegura que su planteamiento es el de ir plantando árboles que sean necesarios y que sean acordes al entorno, que se haya estudiado que ese árbol se va a dar en un determinado lugar. Señala que es necesario estudiarlo con detenimiento, ya que con los árboles ocurre como con el resto del mobiliario urbano y es que hay vecinos y vecinas que están de acuerdo pero luego les molesta en frente de sus viviendas. Por ello, subraya que hay que hacer más pedagogía con la ciudadanía, también para evitar algunos episodios que ha vivido la ciudad recientemente, con robos o destrozos de plantaciones que habían realizado.
Medina insiste en que no se ha producido una mayor tala de árboles y que cada vez que desde el Ayuntamiento se toma esa decisión es por el bienestar de la ciudadanía, porque ese árbol no cumple con las condiciones de seguridad y cita el ejemplo de La Galera, que causó polémica hace un tiempo. Así mismo, destaca que no se puede comparar el caso de Las Palmas de Gran Canaria con grandes ciudades como Madrid y Barcelona ya que se trata de urbes mucho más extensas. “Vamos a seguir creciendo en plantación de árboles y en su mantenimiento”, asegura la concejala.