Donde el Ayuntamiento ve en la Cruz de los Caídos un símbolo de exaltación franquista, los vecinos del municipio majorero de Pájara la identifican como una seña de identidad del pueblo. Los primeros se amparan para su retirada en la obligación de cumplir la Ley de Memoria Histórica, la reforma de la plaza y en el nulo valor patrimonial de la misma. Los segundos, en cambio, creen que la cruz, realizada en los años sesenta del siglo pasado, no debe acabar en el vertedero.
El Ayuntamiento de Pájara planea llevar a cabo, en breve, un proyecto para adecentar la plaza de la iglesia. Con un presupuesto de 513.600 euros, el consistorio del sur de la isla de Fuerteventura pretende acondicionar el casco histórico para hacerlo más “accesible, espacioso y funcional”. Precisamente, cuando redactaban el proyecto se dieron cuenta de que la cruz “quedaba ahí fatal y era un estorbo”, asegura el alcalde del municipio, el socialista Rafael Perdomo.
A su favor también juega la Ley de Memoria Histórica aprobada por el Gobierno de Zapatero en 2007. “Es una cruz celebrando la victoria de la Guerra Civil. Por tanto, había que quitarla”, insiste el alcalde quien reconoce que se debería haber eliminado hace tiempo, “pero como no había controversia ni había habido ningún problema se mantuvo. Ahora, el proyecto nos dice que no queda bien ahí y que sería un estorbo”.
Decidieron consultar el valor histórico y artístico a la Unidad de Patrimonio Histórico del Cabildo de Fuerteventura. De allí, también confirmaron que la cruz, realizada en cantería roja por el Maestro Eladio e inserta en una especie de torre, no tenía valor histórico. En cambio, los vecinos de Pájara se aferran a la cruz y defienden el legado sentimental que tiene para ellos.
A juicio de Perdomo, “valor sentimental tiene todo. Si yo me siento bajo un arbolito a comer pipas para mí puede tener un valor pero para que algo se mantenga en un espacio público tiene que tener algo más que un valor sentimental de hace cuatro días”. “Si hubiera tenido algún valor yo sería el primero en haberla protegido”, insiste mientras defiende la importancia que su gobierno siempre ha dado al patrimonio del municipio restaurando la tenería, el corral del consejo, la Casa de Aduanas…
Sin embargo, los argumentos no terminan de convencer a parte del pueblo, sobre todo a los mayores. Manuel Melián, Moisés Melián y Antonio Castro suman entre los tres más de dos siglos de vida. Jubilados, ven pasar la vida cada día en las inmediaciones de la plaza. Sus ojos están acostumbrados a contemplar la cruz en la plaza desde que eran niños. Ahora, no entienden por qué el Ayuntamiento quiere quitarla.
En la cruz de Maestro Eladio ninguno de los tres ve la sombra del dictador. Manuel insiste en que esta “no tiene nada que ver con Franco” y tilda la decisión del grupo de Gobierno de “tontería”. “No molesta y no entiendo por qué la van a quitar ahora”, asegura.
Antonio Castro reconoce que siempre lo educaron con que el monumento de cantería de la plaza era la Cruz de los Caídos. “Mi padre estuvo en la Guerra, él regresó, pero otros compañeros cayeron y esa cruz es un homenaje a ellos. Y deberían respetar eso. Me da sentimiento cuando oigo que la van a quitar”, insiste.
Antonio Díaz ha trabajado como maestro del pueblo durante 30 años. Defiende la postura de los vecinos aunque aboga por no cerrarse a los cambios “siempre que sean buenos y signifiquen una evolución”. Si se le pregunta por si el Ayuntamiento debe retirar la cruz para cumplir la Ley, este maestro de profesión cuestiona entonces si tendría sentido celebrar el Día de la Hispanidad o la conquista de Canarias. “Si lo pensamos así habría que cambiar, prácticamente, la historia completa”, manifiesta.
Recogida de firmas
Recogida de firmasTras conocer la noticia, los vecinos iniciaron una recogida de firmas en contra. Llegaron a sumar unas trescientas. Algunos denunciaron, a través de las redes sociales, la intención del Ayuntamiento y el alcalde tuvo que convocar una reunión donde explicar el proyecto de la plaza y lo que se haría con la cruz. Sin embargo a la reunión, según Perdomo, asistieron unas 30 personas, entre ellos parte de la Corporación municipal.
Unos vecinos aseguran que la fecha les vino mal y por eso no acudieron. Otros dicen no haberse enterado. De momento, la oposición tampoco ha querido pronunciarse públicamente ni hacer ninguna pregunta al pleno. Tal vez, prefieran no entrar en esos debates.
Francisca Cabrera nació en Pájara. Ahora tiene 59 años. A ella tampoco la cruz le recuerda a Franco sino, al contrario, los buenos momentos que pasó de niña jugando en sus inmediaciones. “Allí no hay nada que diga que sea a Franco. Solo hay una cruz, una escalinata y una paloma arriba”, insiste. Similar piensa Luisa Sánchez, otra vecina que alerta cómo “nos vamos a quedar sin nada histórico en el pueblo”.
Hace unos años el Ayuntamiento de Antigua se vio en una situación similar. La plaza de la iglesia tenía una Cruz de los Caídos, que daba nombre al lugar. Incluso con una placa que recordaba su pasado franquista. Finalmente, optaron por darle otro significado, retirar la placa y rebautizar el lugar con el nombre de la Plaza de la Cruz.
Algunos vecinos de Pájara se muestran partidarios de dar otro significado, convertirla en un lugar que recuerde a los caídos de los dos bandos o, incluso, crear otra escultura que sirva de punto de encuentro en la plaza y que mantenga el valor sentimental que tuvo esa zona para generaciones de vecinos.
El historiador tinerfeño Aarón León lleva años estudiando el papel que jugó la Guerra Civil y la represión franquista en Canarias. Su testimonio arroja claridad al significado que tuvieron estos símbolos y que “representan la vinculación directa de la Iglesia apoyando primero el golpe y luego la dictadura a través de la colocación de estas cruces”.
Según este historiador, “la colocación de cruces se interpreta como un homenaje a los caídos del bando de los sublevados, que están en el frente, y con esa vinculación a la guerra, la religión y la salvación de España, que era el objetivo común”.
León reconoce que resulta un tema complejo qué hacer ahora con estos símbolos franquistas. “La gente le ha dado un significado propio a un monumento y a un espacio que surgió como homenaje al golpe de Estado y a la Guerra Civil”, explica. A su juicio, “la memoria democrática debe conducir, en lo posible, a la retirada de todos estos símbolos y en los casos más extremos se podría dar un resignificado”.
El historiador reconoce que “para la identidad del pueblo estos símbolos pueden tener un significado pero a lo mejor el pueblo va a tener que aceptar que esa identidad viene dada por un golpe de estado, una guerra y un significado histórico”.
Sin embargo, los vecinos siguen defendiendo que en las escaleras e inmediaciones de la cruz compartieron juegos, planearon el futuro, iniciaron amistades e incluso alguno, tal vez, dio ahí su primer beso. Ahora parece que no están dispuestos a renunciar a ese pasado por mucho que la historia les diga que ahí se exaltaba a la figura de Franco.