Luces y sombras de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria: apuntes tras 16 años de andadura
En junio de 2005 Gran Canaria sumaba uno de los grandes hitos de su historia contemporánea. La UNESCO reconocía los valores medioambientales y culturales de una buena porción de la isla que se sumaba al selecto listado de Reservas de la Biosfera del planeta. No es un título más. Esta figura trasciende la mera conservación medioambiental y pretende ser un acicate para el desarrollo económico de los territorios bajo criterios de sostenibilidad medioambiental y conservación de los usos y modos de vida tradicionales. Con este primer reconocimiento internacional, la isla se subía al carro de los grandes títulos: una carrera que siguió sumando escalones con la declaración de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña como Patrimonio Mundial y que ya apunta al nuevo objetivo de Parque Nacional en Guguy. Pero, ¿cuál es el balance de estos 16 años? ¿De qué manera se han cumplido los objetivos? ¿Cómo ha percibido la población local la gestión de esta figura a lo largo de estos tres lustros? Hay de todo. Como en botica.
La declaración del patrimonio mundial de Risco Caído ha supuesto un empujón administrativo para la reserva con la creación del Instituto Insular para la gestión integrada del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera, un nuevo organismo que nace con vocación de presencia en el territorio y que supone un salto cuantitativo más que apreciable en lo que respecta a la asignación presupuestaria. Este nuevo organismo viene a tratar de saldar las deudas con el territorio, que según las vecinas y vecinos de la reserva, son muchas y urgentes. “La Reserva de la Biosfera nunca ha tenido un plan de gestión y ha sido un fracaso rotundo. No se conoce ni un solo proyecto que haya repercutido en el bienestar de los vecinos ni en la biodiversidad del territorio, ni en los avances de recuperar el territorio”, sentencia con rotundidad Antonio Díaz, presidente de la Unión de Asociaciones de la Reserva de la Biosfera, un colectivo que aúna organizaciones empresariales, vecinales, deportivas y ecologistas de la zona.
Es una queja recurrente. Y es que la declaración de la reserva supuso un halo de esperanza para los habitantes de una zona castigada por la despoblación y el abandono. “No gestión”. El concepto aparece una y otra vez en la conversación con los representantes de la unión de asociaciones. La falta de presencia en el territorio, el peso desmedido de la estrategia turística y la ausencia de cauces de participación real por parte de la población del área son otros puntos de disenso: “El problema es la no gestión”, añade Cristóbal Sánchez, secretario de esta institución civil. “Aquí no se ha querido gestionar y por eso ninguna de las figuras de protección ha servido para facilitar el desarrollo de la comarca: ni Parque Rural, ni Reserva de la Biosfera, ni Espacios Sagrados de Montaña, ni Geoparque, ni Parque Nacional... Nada ha servido y nada va a servir si no se abordan los problemas reales de los vecinos”, puntualiza. “Aquello que se hace sin contar con la población no tiene ningún futuro. Si las oficinas de gestión no están en el territorio, y no se cuenta con la gente del territorio, pues no hay nada que hacer”, suma Antonio Díaz.
“Nosotros hicimos una alegación al reglamento de participación ciudadana del Instituto que va a gestionar la Reserva de la Biosfera y Risco Caído para solicitar poder participar de alguna manera. No queremos ni mandar ni usurpar la capacidad de toma de decisión que el ciudadano otorga al político, pero sí tener la oportunidad de tener capacidad de intervenir en el debate y de proponer acciones o emitir informes que no sean ni vinculantes. Lo único que pedimos es que sea obligatorio que tengan que escucharnos cada vez que hacen algo en nuestra casa”, señala el presidente de la unión de asociaciones. Para Antonio Díaz, el principal obstáculo para “tener una voz que sea escuchada” es el escaso peso de la población cumbrera: “Quedamos unos 18.000 vecinos y la realidad es que en cualquier barrio de Las Palmas pones tres farolas y dos aceras y tienes más votos que en toda la cumbre”.
Desde el ecologismo insular también se tiene una mirada crítica con la Reserva de la Biosfera y su impacto real sobre el territorio. Según Eugenio Reyes, portavoz de Ben Magec Ecologistas en Acción, la “falta de un plan general de propuestas se solapó con la propuesta de reserva de la biosfera”, un aspecto que, a su juicio, ha lastrado la actividad de una figura que nació con una buena intención pero sin que el Cabildo supiera el sentido de la responsabilidad“. Para Reyes, el gran hándicap de la reserva fue no verla como ”una estrategia socioeconómica“ sino como ”un apéndice del servicio de Medio Ambiente“. ”El objetivo de una reserva de la biosfera no es la protección del medio, sino plantear un modelo de desarrollo vinculado a la protección del espacio y sus singularidades culturales. Y ahí tienes un ejemplo como Lanzarote, que cuenta con un proyecto de isla. Pero aquí se coge una zona, se maquilla con un pincelito y cuatro bastos“, opina. Eso sí, ve con esperanza los cambios que se han producido durante los últimos tiempos: ”Este nuevo equipo de gobierno ha intentado arrancar con una nueva gerencia pero antes no había nada. Un técnico dando cuatro charlitas“.
La creación del nuevo instituto viene a resolver algunos viejos problemas. Por lo pronto ya se puede avanzar en dos aspectos fundamentales: la sede del mismo estará en Tejeda (compartida con una oficina en la capital) y se pasará de un presupuesto de 500.000 euros al año a casi cinco millones. “La Reserva ha tenido escaso presupuesto y nosotros somos conscientes de que hay que hacer más: pero en coherencia con las competencias de un instrumento como la Reserva de la Biosfera” reconoce José Armingol, gerente del nuevo instituto. “Hasta el momento no ha habido un órgano de gestión y un responsable; eso sí, si ha existido mucha voluntad por parte de las personas que han estado que han repercutido en una percepción positiva de la figura por parte de mucha gente. Es significativo que se nos reconozca más fuera que dentro” Incide. “Es respetable que cada colectivo tenga una opinión propia sobre la gestión, pero también hay que saber comprometerse y no estar sólo desde el lado de la demanda o la reivindicación. Debe haber un toma y daca; un compromiso por parte de la Reserva y también desde el punto de vista de los actores sociales. Ahora mismo se está revisando el plan de acción de la reserva para el nuevo periodo y se están haciendo actividades con los diferentes municipios”, adelanta Armingol.
El desarrollo como meta
Una de las particularidades de la figura de Reserva de la Biosfera es la compatibilidad entre conservación y desarrollo económico. Y aquí es dónde se producen los desencuentros más notables. El debate se centra en el peso del turismo en las estrategias de desarrollo que se diseñan “desde la costa y con la mentalidad de la costa” y que “desconocen la realidad” de una población que mengua por la falta de oportunidades. “Todo lo que se está haciendo en Gran Canaria desde hace años sólo tiene el objetivo de actuar como reclamo turístico y no tiene nada que ver ni con los vecinos, ni con el territorio ni con los diferentes sectores económicos y sociales que se encuentran en él”, expone Cristóbal Sánchez. Y el gran problema del área cumbrera, a su juicio, es la gestión de sus recursos hídricos. El agua. Esa recurrente fuente de conflictos en la historia de Canarias. El Turismo en la zona ha generado economía, eso es indudable. Pero también ha supuesto una pequeña burbuja de especulación inmobiliaria que ha puesto el precio de las casas por las nubes.
“El turismo, en el medio rural también ha sido un éxito. No sólo ha generado economía, también la rehabilitación de muchísimo patrimonio que estaba deteriorado”, puntualiza José Armingol. “No podemos olvidar que la economía de la isla se ha terciarizado. Nos guste o no. Y hay que ver qué es lo que hoy mueve la economía de Tejeda y Artenara: la oferta alojativa y de restauración. Y hay que ver cómo le damos a esa realidad carácter económico para que genere sinergias y actividad económica ahí, en el territorio. A nosotros nos encantaría encontrar mucha gente comprometida con la recuperación de la actividad agraria y estamos trabajando en varios micro proyectos en ese sentido”, adelanta el gerente del Instituto Insular para la gestión integrada del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera. El objetivo, incide, es lograr la articulación de “un paisaje vivo que de verdad sirva para fomentar la actividad económica del interior” en un contexto de población envejecida en el que es vital “atraer gente joven”. En este sentido, la bióloga Pilar Pérez, directora de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria durante los últimos años, señala que hay que diferenciar entre “los agricultores de fin de semana y los que viven ahí todo el año y ejercen la profesión a tiempo completo”. La técnica insular, que quedará integrada en el nuevo instituto, señala que este tema queda al descubierto cuando el problema del agua sale a la palestra: “Sabemos de esa realidad y de la inquietud de un sector concreto de la población del territorio con este tema. Pero cuando preguntamos quienes son los agricultores y agricultoras que necesitan agua y en dónde, esa pregunta no la logramos responder”.
“Una reserva de la Biosfera no es la salvación de un territorio”, explica Pilar Pérez. “La idea que defiendo es la de una máquina que engrasa las piezas que están en el territorio para intentar suplir problemas recurrentes como la descoordinación y la falta de información”. La nueva dotación presupuestaria permitirá dar un pequeño salto hacia adelante en cuanto a la gestión de proyectos en el territorio. Ahí está ese proyecto para atraer agricultores jóvenes hacia las cumbres, un plan para recuperar la alfarería tradicional o las ecoescuelas, un proyecto de educación medioambiental que se ha desarrollado durante los últimos años en centros escolares de la reserva. En el horizonte más cercano, explica Argimgol, hay proyectos importantes como un plan para la formación de emprendedores o la articulación de un plan de sostenibilidad turística que, entre otras actuaciones, prevé la restauración de senderos y la rehabilitación de centros de interpretación. “Ahora mismo estamos gestionando dos figuras de la UNESCO y es necesario generar sinergias. Un ejemplo es la articulación del funcionamiento de los centros de interpretación que se encuentran en el territorio de la Reserva. Centros que han estado cerrados y que no sólo queremos abrirlos. Queremos que sean espacios de encuentro y que sean útiles a la población y no sólo un recurso para los visitantes. Y eso se consigue dándoles actividad y continuidad y que no sean algo estático”, señala Armingol. La idea es crear economía.
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