Si hasta el máximo organismo científico del país se preocupa de aclarar que resulta muy difícil contagiarse de COVID-19 por bañarse en el mar, es que las ganas de playa de los españoles parecen ya irrefrenables. Mientras muchos se preguntan cuándo llegará el día, cientos de ayuntamientos trabajan ya en el cómo, en cómo disfrutarán sin aglomerarse.
Las Palmas de Gran Canaria tenía ya previsto antes de la pandemia de coronavirus implantar un sistema de monitorización de la playa de Las Canteras que permitiera conocer su situación en tiempo real. Ahora, se aprovechará para avisar a los bañistas de las zonas de este extenso arenal urbano que ya se acercan a su límite de aforo. Y toda esa información estará disponible para el usuario en una aplicación.
En el sur de la isla, el segundo municipio turístico más importante es Mogán. A diferencia de su vecino San Bartolomé de Tirajana (Maspalomas-Playa del Inglés) no cuenta con arenales kilométricos, sino relativamente pequeños y muy concurridos, como los de Amadores, Puerto Rico y Playa de Mogán.
En esta última, que en su día fue de las pioneras de España en separar zonas de fumadores y de no fumadores, el aforo aproximado será de 500 personas y las hamacas disponibles se reducirán a la mitad. Para permitir su mejor uso, el Ayuntamiento piensa parcelarla en tres zonas, con recintos de 2,5 por 2,5 metros (para dos toallas o dos hamacas) y de 5 por 2,5 metros para familias.
En Tenerife, Puerto de la Cruz se plantea la posibilidad de que los socorristas se encarguen de controlar que los usuarios de las playas mantengan los dos metros de separación con otras personas o grupos, en colaboración con la Policía Local, sin recurrir por el momento a delimitar cuadrículas sobre la arena.
Más de 3.500 playas en España
Con más de 3.500 playas repartidas en 8.000 kilómetros de costa, España posee arenales kilométricos donde cualquiera podrá seguir paladeando un ratito de soledad, sin cruzarse casi con nadie: 17 kilómetros de arena en la playa de Castilla (Huelva), 14 kilómetros en Cofete (Fuerteventura), 12 kilómetros en Nueva Umbría (Huelva)...
Pero la realidad en los municipios más turísticos del país es otra: en muchos arenales del Mediterráneo, el Cantábrico y también de Canarias hay codazos en agosto para clavar la sombrilla, colocar la tumbona y extender las toallas para toda la familia y, aun así, es difícil evitar que el vecino de arena esté a más de medio metro.
Desde este lunes, muchos ayuntamientos del país han abierto de nuevo sus playas para que la gente pasee y haga deporte (lo que incluye nadar o surfear). Pero para poder disfrutar de ellas en modo verano, sin pretensiones deportivas, habrá que esperar hasta la fase 3 de la desescalada, la última antes de la “nueva normalidad”.
Ese momento aún no tiene fecha, pero sí algunas directrices generales: hasta que se descubra una vacuna para el coronavirus, las autoridades remarcan que tendremos que cambiar muchos hábitos y ser disciplinados en guardar una distancia de seguridad con aquellas personas que con las que no convivamos en casa.
También en la playa: el agua del mar no supone un riesgo, las aglomeraciones, sí. Aunque la mitad del país seguirá el lunes en fase 0 de desconfinamiento, con la temporada de verano a las puertas, los responsables de las playas, los ayuntamientos, ya piensan en cómo organizar los arenales. Muchos prefieren esperar a recibir instrucciones más precisas de las autoridades sanitarias o, incluso, hasta saber si será necesario o no invertir en nuevos equipos o infraestructuras.
Otros ya tienen claro cómo organizarse: la solución más recurrida será parcelar la arena en cuadrículas, algunos piensan en segmentar las playas para diferentes usos y usuarios, varios van a convertir a sus socorristas en vigilantes de la “distancia social”, hay quien va a instalar sensores de inteligencia artificial que marcarán un semáforo de aforo que se pueda consultar desde el móvil e, incluso, se ha pensado en sistemas de reserva previa de parcela y hora.