La primer colada del volcán de La Palma mantiene cercado desde hace un mes el cementerio municipal de Los Llanos, al que ahora amenaza otro río de lava. Nadie podrá acudir allí el Día de Todos los Santos a depositar flores en la tumba de sus difuntos, pero las parroquias del valle ya se movilizan para que al menos exista para ellos “un rinconcito de la memoria”.
El sacerdote Alberto Hernández lleva varios días escuchando las mismas preguntas de sus feligreses, al final de la misa: “Padre, ¿podremos ir al cementerio?, ¿podré llevar unas flores a mi madre, a mi marido, a mi hermano, a mi hija...?” Se acera el 1 de noviembre y Hernández es el párroco de Todoque, el barrio del que no queda nada, ni siquiera la iglesia donde se reunía con su comunidad.
Desde hace tiempo, los sacerdotes de las diferentes parroquias de Los Llanos tienen asumido que este año no habrá Día de Todos los Santos en el cementerio de Las Manchas. Y en estos días incluso rezan para que siga habiendo cementerio, porque la nueva colada que desciende por el sur del volcán amenaza de nuevo al camposanto.
Alberto Hernández y varios de sus feligreses quieren hacer algo: hay que ayudar a los que sienten la necesidad de recordar a los difuntos que descansan en La Manchas, tanto si son creyentes como si no; bastante están soportando ya a consecuencia del volcán.
Todavía está en proceso, pero las parroquias organizarán ese día oficios en aquellos lugares que las autoridades designen como seguros, si es necesario al aire libre, porque todavía hay que ser precavidos con el coronavirus, y han puesto en manos del personal creativo del Ayuntamiento el diseño de un rincón de la memoria.
El padre Alberto precisa que todo es aún una idea, pero no le cabe duda de que se hará. “Queremos que sea algo simbólico y que pueda canalizar ese deseo de estas personas ya maltratadas de sobra por la erupción, que no se queden también con la pena con no haber cumplido con la memoria anual de sus seres queridos difuntos”, explica.
Mientras llega ese día, este sacerdote y sus feligreses se reúnen para rezar o para mantener los lazos de comunidad en una ermita que les ha cedido la parroquia de Los Remedios en el barrio de Retamar.
Hernández asegura que los feligreses de Todoque viven ya la desaparición de su barrio con “una resignación lógica, porque llevamos un mes y una semana de erupción y ha pasado el primer momento en el que todos estuvimos en shock por el acontecimiento”.
“Teníamos entonces la expectativa de ver qué quedaba en pie. Ya nos hemos convencido de que no va a dejar en pie casi nada de Todoque y de los barrios de al lado... pues veremos”, explica Hernández, que tiene muy presente a actual agonía de La Laguna.
La clave, explica, es que la gente empieza a pensar “en el futuro, en cómo rehacer sus vidas, buscan ya una vivienda, un alquiler, algunos piensan si trasladarse a otros municipios, otros piensan en salir de la isla... Piensan en el futuro, que es lo que toca”.
“Ya no podemos cambiar lo que ha ocurrido, pero sí plantearnos que la vida tiene que continuar y que sea con la mayor calidad y serenidad posible”, defiende el sacerdote.
Cuando se le pregunta si el nuevo Todoque o el lugar donde acaben viviendo los que hasta hace unas semanas eran sus vecinos tendrá otra iglesia, el párroco es tajante: le gustaría que su comunidad pudiera seguir reuniéndose, pero ahora existen otras prioridades. Recuerda que el obispo de la Diócesis, Bernardo Álvarez, ha sido “muy claro” al respecto: “Lo primero es que los vecinos tengan una vivienda y, si se ve conveniente que en el lugar donde se construyan esas casas haya un templo, pues se hará. Pero lo importante ahora es que la gente tenga donde vivir, luego ya llegarán las iglesias”.
El párroco del barrio que desapareció bajo la lava está seguro de que su comunidad seguirá adelante, seguirá reuniéndose, seguirá con la catequesis a los niños... En un espacio compartido por otra parroquia o un nuevo templo. “Eso continuará desde que se pueda”.