El Cabildo de Tenerife lleva ocho meses trabajando para recuperar las múltiples zonas del espectacular monte de la Isla quemadas en el pavoroso incendio de agosto de 2023, el mayor de su historia y el más grave en España ese año. Aunque la gran ventaja de las Islas es que el pino canario, salvo que haya sido prácticamente calcinado, vuelve a rebrotar, lo que lo convierte en un verdadero tesoro paisajístico y medioambiental, y más con los crecientes fuegos a los que el cambio climático está abocando a gran parte del planeta, la huella de las llamas siguen muy visibles en los 11 municipios afectados hace casi un año y las brigadas forestales se afanan desde entonces por limpiar las zonas con más peligro, sobre todo las de pino californiano (también conocido como radiata, insigne o de Monterrey), mucho más débil que el autóctono, por lo que puede caer sobre estos trabajadores, senderistas o cualquier visitante.
Este pino se introdujo en Tenerife (y en otras islas) en los años 40 y 50 del siglo XX ante la creciente deforestación, la carestía general existente entonces, en plena postguerra, la falta de dinero para importar madera, por su rápido crecimiento y por su gran potencial para aprovechamiento agrícola. Dadas sus características, se eligieron las zonas de mejor suelo y más húmedas para favorecer su implantación y extensión.
Aunque el incendio del año pasado fue el más dañino que se recuerda, el Cabildo está eliminando y ha subastado madera del pino californiano que ocupaba solo 2,6 hectáreas de las 400 que quedan y que se plantaron a mediados de la anterior centuria. Esta superficie se traduce, en este caso, en 9.500 metros cúbicos obtenidos en distintos municipios afectados, si bien siempre por debajo de la corona forestal, donde predomina la especie canaria. Esa cifra también es pequeña en relación a los 200.000 metros que se calcula que había en la Isla antes de las destructivas llamas de 2023.
El incendio, cuya autoría (o si fue por causas naturales) aún se desconoce pese a la insistencia que se puso al principio en determinarla, comenzó en Arico y se propagó rápidamente por Candelaria, El Rosario y Güímar, extendiéndose luego hacia el norte de la Isla. Se produjo el 15 de agosto, el gran día de la peregrinación a Candelaria por su virgen. En pocas horas, las llamas ya estaban en Santa Úrsula, tras pasar por Tacoronte, El Sauzal, La Matanza de Acentejo y La Victoria.
Estaba claro que aquello no era un incendio más y, de hecho, las llamas entraron por primera vez, que haya constancia en siglos, en todo el Valle de La Orotava (el municipio que da nombre a esta comarca había sufrido conatos, pero nunca un fuego extendido e incontrolado). Alcanzó también Los Realejos y casi entra de lleno en Fasnia (al Sur), pero, tras muchos cambios y reactivaciones, se consiguió perimetrar, estabilizar (el 25 de agosto), controlar (casi un mes después, el 11 de septiembre) y, finalmente, dar por extinguido (el 10 de noviembre, pasados casi 3 meses). En total, unas 15.000 hectáreas afectadas (12.273 quemadas, según el sistema satelital europeo Copernicus) y un perímetro de 90 kilómetros: lo nunca visto.
2.000 hectáreas eliminadas en los últimos 35 años
Como ha ocurrido con otros incendios y con temporales como el de viento de 2003, cuando cayeron 100.000 pinos californianos del Valle orotavense, sobre todo de Los Realejos, el Cabildo aprovecha estas coyunturas para eliminar las especies introducidas a mediados del XX para recuperar el monteverde (laurisilva, fayal, brezo…) y el endémico pino canario (protegido y mayoritario). De hecho, en los últimos 35 años, el Cabildo ha eliminado unas 2.000 hectáreas de pino insigne y ha replantado canario en unas 12.000.
Para evitar desbarajustes, el pasado febrero la Administración insular organizó una subasta para esos 9.500 metros cúbicos, a los que se sumó otro millar de ramas picadas. En total, se subastaron 6 lotes de madera cortada y apilada de distintos municipios (en estos días se corta y limpia en la parte de El Sauzal) por precios que alcanzaron hasta los 380.000 euros, así como 140.000 y 120.000. Las ramas, por su parte, salieron a un precio de 3.000 euros.
Según las normas fijadas por la consejería de Medio Natural, que dirige Blanca Pérez, esta madera se puede usar para convertirla en tablones, vigas o tablillas, aparte de en el campo (ramas…). Los cortes y el apilamiento lo realizan los operarios insulares. Los pinos radiata alcanzan hasta los 25 metros de alto, pesan unas tres toneladas y, debido a su mayor debilidad, suelen caer con mucha más facilidad y frecuencia que los autóctonos, lo que, a su vez, incrementa el potencial incendiario en el futuro si no se eliminan.