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Truco o Foto…

Me detengo a observar a una muchacha que mira una foto, en una suerte de voyerismo que todos alguna vez hemos practicado en las exposiciones. Desviamos nuestra atención y depositamos la mirada fuera de las obras para ver cómo respira la emoción en ojo ajeno. 

En la foto que ella mira vemos una nube dentro de una jaula y en ella intuimos ver volar la imaginación que contagia el fotógrafo al espectador. Intuimos, porque vemos, que de súbito siente que esa jaula es también la suya, que esa nube es ella misma y que decide, en ese preciso instante, que ella también es tan libre y vaporosa como la nube. Que podrá salir de esos barrotes a poco que sienta llover, es su escapatoria. 

Un sauce al que, en su lamento, le lloran columnas de caligrafía oriental. 

Mariposas que coronan un ramo de flores en un jarrón. Una araña virtuosa que a cuatro patas ejecuta una sinfonía sobre un piano. Un dedal del que nace un cactus, un sol hecho de fósforos… 

La relación de Madoz con los objetos es pura poesía visual. Elimina la figura humana porque la humanidad pasa a ser una condición de los objetos. Porque esa es, también, la naturaleza de las cosas. 

Juega, porque el juego es crucial en esto, a desmentir una mentira casi como desvestir la desnudez. 

La Nube de Madoz en una jaula simboliza toda su capacidad y talento. El de traducir delirio y poesía en fotografía. Es la síntesis de ese ejercicio pues la nube podrá escapar de la jaula igual que la mirada siempre podrá huir de la realidad, a poco que se lo proponga. 

Si el dedal se convierte en una maceta tendremos en él espacio suficiente para plantar ahí nuestros delirios, que se harán gigantes cuanto más profundo sea el sueño. 

Todos queremos morder los anzuelos visuales de Madoz porque salir fuera del agua se convierte en una inmersión. 

Nadar fuera del ojo y sumergirnos en su singular universo de trampas y cartones. 

Haikus fotográficos de incontestable carga poética se quedarán a vivir, para siempre, en la memoria de quien mira. 

Porque cuando sucede el embeleso los ojos, como dice mi padre, siempre son niños. 

Esa es la virtud del universo fotográfico de Chema en el que nunca, y permítase la chanza, nunca, 2 Madoz serán 4.