Este jueves no se celebró en el Ayuntamiento de La Laguna un pleno al uso, ni siquiera una sesión de esas agrias, de posturas encontradas. En tal caso hubo una bronca de 5 y media de la tarde a 8 de la noche en la que, entre medias, se debatió algún asunto. Como cuestiones secundarias. Fue una especie de película surrealista con Javier Abreu –que presidía la sesión en ausencia del alcalde, Fernando Clavijo– como protagonista, el público asistente en el papel de antagonista y Juan Miguel Mena (SsP) y Juan Ignacio Viciana (SxTF-Equo) de secundarios destacados.
El portavoz socialista empezó brioso. “Primer punto. ¿Alguna intervención?”. Nadie dijo nada. “¿Alguna más?”, preguntó. Era solo un espejismo de buen ambiente en los primeros minutos. Las modificaciones presupuestarias salieron adelante (menos una, debido a un defecto de forma). La moción de Agustín Guerra para el cambio de usos terciarios en las casas del centro histórico fue rechazada. El asunto siguiente, para estudiar los puntos negros del municipio en materia de seguridad vial, no se llegó a debatir; se aprobó directamente. La iniciativa del también popular Pedro Suárez para instar al Gobierno de Canarias a modificar la Ley de Caza logró unanimidad. Y el punto sobre la Ley de Dependencia quedó sobre la mesa.
El incendio llegaría, sin embargo, en la moción sobre los efectos de los procesos asistemáticos en el Plan General de Ordenación (PGO). Desde ahí hasta el final. Sin solución de continuidad. Era la cuestión fuerte del pleno y había tres intervenciones vecinales; pero la primera no fue posible porque, al parecer, el interesado entregó un par de apoyos con nombre pero sin firma. “¡Esto es una vergüenza!”, se quejó. Abucheos, aplausos. “Por favor; por favor; por favor”, llamaba al orden Abreu mientras el público se le echaba encima. “Don Tomás, por favor, se lo ruego por vigesimosexta vez”, le llegó a decir al vecino.
Asistemáticas
Agripina Castro, de Valle de Guerra, criticó que esta zona del municipio se “llenase” de asistemáticas de tipo 5 (que suponen un daño patrimonial significativo para los propietarios), mientras que el otro interviniente, Francisco Gómez, hizo énfasis en que se hayan creado asistemáticas basándose en leyes derogadas. Fueron los únicos que hablaron de la propuesta en sí. Porque, a continuación, Viciana pidió un receso, que se comprobasen las firmas del vecino y que se le dejase participar. Aunque sin éxito práctico, sería secundado por el concejal del PP Ramón González de Mesa, que indicó que le resultaba “paradójico” que Javier Abreu hubiese expresado en el punto octavo que los trámites administrativos son un “corsé” y que, sin embargo, después adoptase el “formalismo” de no dejar hablar al vecino.
A esas alturas de la sesión, el responsable de Urbanismo, Juan Manuel Bethencourt, solicitó que la moción quedase sobre la mesa para cuando el periodo de información pública hubiese finalizado. Entonces, Viciana fue a decir algo. “Le ruego que pida la palabra”, le espetó Abreu. “Pido la palabra”, le contestó. Y se enzarzaron. “Yo esperaba de usted sensibilidad democrática”, terció el ecosocialista Juan Miguel Mena. “Señor Mena, ¿acepta usted el ruego [de dejar la moción pendiente]?”, le consultó el líder del PSOE.
“En aras de la democracia, lo que me pide el cuerpo es irme”. Fue la frase de respuesta del concejal. A primera vista, una salida efectista. Pero no. En mitad de los aplausos posteriores se levantó y se fue. Sin estridencias, aparentemente sin estrategias (aunque Abreu acabaría diciendo que lo hizo porque sabía que, jurídicamente, no era viable la moción). Ni esperó por fuera. El enfado fue tal que abandonó el Ayuntamiento. Decayó la moción en ausencia del proponente. También la siguiente, sobre la protección de la zona de La Barranquera.
La propuesta número 19, de Viciana, para ratificar el respeto a la libertad de expresión de quienes intervienen en el pleno gracias a firmas –tras lo sucedido con el desalojo de una ciudadana– fue casi un calco de la anterior. Prácticamente circunscrita a las aportaciones vecinales. Más referencias a la no-lectura por parte de Eduardo de Armas, que manifestó que había habido voluntad de no dejar hablar, y criticó que se hubiese llamado “díscola” a Alicia Méndez, sacada en volandas en una sesión plenaria del mes de julio. Teresa Pérez, de la Plataforma de Valle de Guerra, volvió sobre el mismo término, así como sobre los apoyos invalidados.
Regresa Alicia Méndez
Si el salón de plenos estaba poco caldeado, regresó Alicia Méndez. Su alocución se movió entre la moderación, primero, y algunas ironías, después. Dijo estar “emocionada” porque el ambiente de este jueves era la semilla de lo ocurrido el 30 de julio; “contenta” de tener un punto que, según bromeó, le pusieron para ella, y aprovechó para reprobar lo de las firmas. A partir de ahí, sus planteamientos entraron en un in crescendo crítico. Tuvo para todos; desde el PSOE a los medios de comunicación, entreverando algún argumento kafkiano. Javier Abreu le acabó retirando la palabra cuando afirmó que la policía la había vigilado como si fuese una “terrorista” y, después, calificó con ese mismo término a los concejales.
A la vuelta de un receso, en el debate de la moción, Viciana comentó que era una iniciativa presentada por una cuestión de principios y que se debe aceptar el discurso crítico de la ciudadanía. El punto acabó siendo rechazado: un edil a favor (el propio Viciana), una abstención (la no adscrita Candelaria Marrero) y 22 votos en contra. Tras las preguntas formuladas por escrito, González de Mesa rogó un “pelín” de inteligencia emocional y humildad al este jueves alcalde accidental, al que reprochó que, cada vez que preside el pleno, es cuando se forman “verdaderos problemas”.
Terminada la sesión, la Plataforma de Valle de Guerra seguía movilizada en la plaza del Adelantado. Con la megafonía a todo volumen. Mientras se oían intervenciones grabadas. El cierre para un pleno desconcertante; sin un solo asunto de entidad aprobado y casi que sin debate real; tan o más bronco que el del 30 de julio.