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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Apuntalar a los bomberos 

Deténgase un momento a observar la foto que acompaña a este artículo. Imagine ahora que ese edificio reforzado es su lugar de trabajo. Es probable que un cosquilleo de preocupación le recorra el cuerpo. Tranquilo, para eso están ahí esos puntales, para que no le caiga nada en la cabeza. ¿Y si pasara? ¿Y si hubiera algún desprendimiento y usted, por ejemplo, se quedara aislado? Pues vendrían los bomberos a rescatarlo. Pero ¿y si debajo del techo apuntalado están las personas encargadas de salvarlo?

El edificio del parque de bomberos de Santa Cruz de Tenerife tiene problemas desde hace años. Al menos desde 2010, cuando un informe reveló que era necesaria una reforma de peso en el edificio. El proyecto se hizo poco después, pero acabó en el fondo de una gaveta y ahora ha sido necesario tomar medidas para garantizar la seguridad de los trabajadores. Fíjese de nuevo en la foto. La imagen que tiene delante es el reflejo de la historia de un cuerpo de seguridad que sufre un importante abandono por parte de unas administraciones públicas que, solo cuando ya no queda más remedio, empiezan a apuntalar su actitud negligente.

En Tenerife hay un bombero por cada 5.000 habitantes y 44 de guardia para toda la isla. En el resto del país, la media está en un efectivo por cada 2.000 residentes. En Gran Canaria hay casi un centenar de profesionales de guardia, de los que solo 38 están en la capital. Estas cifras demuestran que en Tenerife se ha descuidado uno de los puntales básicos de la seguridad.

Los bomberos, que a su vez han estado demasiado tiempo escondidos en un silencio cómplice, convocaron una huelga indefinida hace unos meses para decir basta. Entre las principales reivindicaciones, además de cumplir con algunas reglas básicas de seguridad laboral y una mejora en la distribución del trabajo, los profesionales pedían la puesta en marcha de varios parques en el sur de Tenerife, donde la capacidad de respuesta actual es preocupante.

Vuela a mirar la foto. Si ha llegado a estas líneas seguro que en algún momento ha pensado en el grave incidente que provocó el desplome de un edificio en Los Cristianos, en el municipio de Arona. Ocurrió en abril de 2016 y, como no podía ser de otra manera, los cuerpos de seguridad jugaron un papel fundamental. Allí estuvieron los bomberos, en primera línea, junto a otros muchos profesionales que trabajaron en las labores de emergencia y algún que otro político que estorbaba para sacarse la foto. Ese día, todos los efectivos de guardia estaban en el lugar del derrumbe. Luego llegó el personal de refuerzo desde la capital y La Laguna. Todo bombero disponible se puso en marcha. Aun así, no dieron abasto y la situación, como ellos mismos relatan, fue extenuaste y los colocó al límite. ¿Qué hubiera ocurrido de ser necesaria la intervención de los bomberos en otro lugar de la isla?

Todos estos problemas se multiplican cuando llegan los meses de vacaciones, donde las dificultades para cuadrar los turnos aumentan a la par que disminuye la capacidad de mantener una cobertura efectiva. Es sorprendente cómo el Consorcio de Bomberos ha sido capaz de dar la espalda a la protección de los ciudadanos con tanto descaro en los últimos tiempos. Un órgano que forman el Cabildo, que es su cabeza visible; el Gobierno de Canarias, que hace unos años intentó borrarse, como si la seguridad no fuera con ellos, y los ayuntamientos más importantes.

La huelga dio paso a un intensa negociación que ha desencadenado en un principio de acuerdo. No deje de mirar la foto, porque es probable que vuelva a tener la sensación de que aquí, de nuevo, se está intentando apuntalar algo. El escrito, que todavía tiene que ser aprobado por el propio Consorcio, aunque los bomberos lo dan por hecho y estiman anunciar el fin de la huelga antes de verano, logra una serie de avances en las condiciones laborales. Cuestiones básicas que, de forma incomprensible, no se respetaban. No supondrá un aumento en las retribuciones, pero sí una mejor distribución del trabajo y del descanso.

Las mejoras laborales se comen una parte importante del acuerdo, donde también se apuntan soluciones para las grandes carencias que sacuden a los bomberos. Sobre la sede de Santa Cruz de Tenerife, después de seis años en los que se ha intentado disimular la necesidad de reformar el edificio, se ha encargado un informe externo a la prestigiosa empresa Bureau Veritas, que pagaremos entre todos, para actualizar la situación del inmueble y valorar los daños de la estructura. El compromiso es retomar el proyecto de 2011, que se dividía en tres fases, y acometerlo de una vez. Ahora solo falta saber de dónde va a salir el dinero para la obra.

El principio de acuerdo también reconoce la necesidad de construir nuevos parques en el sur de Tenerife. En concreto, se establece un compromiso de levantar tres nuevas sedes para los bomberos antes de cinco años. Una en el Valle de Güímar, otra en Arona-Adeje y, la última, en Guía de Isora. Apunten esto bien porque el tiempo pasa volando. Tres parques más en cinco años. ¿Y mientras tanto? Pues más puntales.

Hasta que se pongan en funcionamiento las nuevas instalaciones, el Consorcio se compromete a activar dos parques provisionales, en Arona al finalizar este año y en Güímar antes de que acabe 2018. En estos casos, el personal será cubierto con desdoblamientos. Es decir, la idea es que de los 10 bomberos que hay de guardia en estos momentos en San Miguel, cuatro pasen a la nueva instalación provisional de Arona. Entonces, ¿realmente se soluciona algo?

En principio, lo que se consigue es una mayor velocidad de respuesta ante determinadas actuaciones, pero el problema de fondo no se corrige. Para ello, además de la construcción de los nuevos parques, es necesario dotarlos de más personal. Y aquí cojea el acuerdo, ya que solo recoge la necesidad de consolidar en plantilla las plazas dotadas en el Presupuesto de 2017, cubrir las plazas vacantes y la revisión de la relación de puestos de trabajo (RPT). Claro que no sería la primera vez que se gastan cantidades millonarias en edificios públicos y luego no se dotan de los medios necesarios para que funcionen correctamente. También habrá que estar atentos a ver cómo se resuelve esto.

Mire por última vez la foto y guarde la imagen en su retina. No vaya a ser que vuelvan a pasar los años y la seguridad de los tinerfeños siga apuntalada. No sería la primera vez que las promesas pesan demasiado como para sostenerlas en el tiempo.

Deténgase un momento a observar la foto que acompaña a este artículo. Imagine ahora que ese edificio reforzado es su lugar de trabajo. Es probable que un cosquilleo de preocupación le recorra el cuerpo. Tranquilo, para eso están ahí esos puntales, para que no le caiga nada en la cabeza. ¿Y si pasara? ¿Y si hubiera algún desprendimiento y usted, por ejemplo, se quedara aislado? Pues vendrían los bomberos a rescatarlo. Pero ¿y si debajo del techo apuntalado están las personas encargadas de salvarlo?

El edificio del parque de bomberos de Santa Cruz de Tenerife tiene problemas desde hace años. Al menos desde 2010, cuando un informe reveló que era necesaria una reforma de peso en el edificio. El proyecto se hizo poco después, pero acabó en el fondo de una gaveta y ahora ha sido necesario tomar medidas para garantizar la seguridad de los trabajadores. Fíjese de nuevo en la foto. La imagen que tiene delante es el reflejo de la historia de un cuerpo de seguridad que sufre un importante abandono por parte de unas administraciones públicas que, solo cuando ya no queda más remedio, empiezan a apuntalar su actitud negligente.