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Sobre este blog

Soñando la vida

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,

no los confundas nunca con realidades vanas.

Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,

de conseguir las metas y de escalar montañas,

nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.

Abro los ojos y miro el reloj. Las siete, ya empiezo con el tiempo justo. Aun así me quedo unos minutos tumbada mientras escucho los ruidos del exterior y observo cómo los primeros rayos de sol entran por las ranuras de la persiana de mi habitación. Me aseo, me visto y desayuno a toda prisa. Casi sin aliento, y antes de cruzar la puerta de la calle, me miro al espejo que está en el pasillo, como último vistazo de presencia al salir.

Subo al coche, enciendo la radio y me preparo para asumir con humor y paciencia los típicos atascos mañaneros en la carretera. Mientras voy de camino al trabajo recuerdo un sueño o quizás, ¿sueño despierta? Cruzo el Desierto Pintado de Australia en una vieja furgoneta. Abro la ventanilla y siento cómo el aire entra violento mientras canto a todo pulmón la canción que suena en la radio. No pienso en nada importante. Me siento feliz.

Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco,

no los dejes que mueran de hastío, poco a poco,

no les rompas las alas, que son de fantasía,

y déjalos que vuelen contigo en compañía.

Llego al trabajo dispuesta a disfrutar del día que me espera. Adoro lo que hago. Las horas pasan con normalidad y comparto sensaciones, historias y risas con los que me rodean. Hay momentos en los que me ausento, me quedo callada y recuerdo un sueño o quizás, ¿sueño despierta? Estoy sentada en la arena de una enorme playa, juego a hundir mis pies en la arena mientras siento su calor. Una niña con cabello rubio y despeinado da saltos en la orilla bajo mi atenta mirada. Me siento feliz.

Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,

tocarás las estrellas y el viento, susurrando,

te contará secretos que para ti ha guardado

y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,

del alma que despierta para estar a tu lado.

Termino mi jornada laboral y vuelvo a casa. Antes, paso por el súper y compro algo para cenar. Me quito los zapatos y me sirvo una copa de ese Marba blanco que tanto me gusta, pongo música y me tumbo en el sillón. Recuerdo todo lo que he soñado. ¿Cómo sería mi vida sin sueños? Parte de lo que soy y lo que tengo es gracias a sueños del pasado: mi profesión, mi familia, aquel viaje a Ámsterdam, aprender a tocar la guitarra... Mientras disfruto del vino recuerdo todo lo que he soñado en el día y, en ese momento, siento curiosidad por saber qué soñaré mañana. No quiero dejar de soñar.

Termino el último sorbo de vino que me queda en la copa, enciendo el ordenador y

compro dos billetes de ida a Australia. Quién sabe, quizás allí encuentre a esa niña rubia que jugaba en la playa.

Dale vida a los sueños que tienes escondidos,

descubrirás que puedes vivir estos momentos

con los ojos abiertos y los miedos dormidos,

con los ojos cerrados y los sueños despiertos

Dale vida a los sueños, de Mario Benedetti.

Dale vida a los sueños que alimentan el alma,

no los confundas nunca con realidades vanas.