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Mi vida conmigo

Nieves González Arrocha

El hambre desayuna miedo.

El hambre desayuna miedo.El miedo al silencio aturde las calles.

El miedo al silencio aturde las calles.El miedo amenaza.

El miedo amenaza.

Eduardo Galeano

Eduardo Galeano

Debo conocer mis miedos, analizarlos y afrontarlos, me repetía cada vez que alguno de esos fantasmas aparecía perturbando mi mente. Tenía miedo a demasiadas cosas. Me fustigaba constantemente llamándome cobarde. Buscaba el origen de mis temores, pero eran tantos, y los tenía desde hacía tanto tiempo, que llegué a pensar que nací con ellos. Imaginaba cómo llegaba a este mundo con pánico al exterior. Huyendo de las manos de la matrona que ayudaba en el parto. Mi etapa en el colegio estuvo cargada de momentos de auténtico terror: olvidarme de alguna tarea, suspender un examen, tener ganas de ir al baño en un momento inapropiado…

Llegó la adolescencia y con ella aumentaba el pavor. Enfrentarme cada mañana al espejo pensando que ninguna chica se iba a fijar en mí, sentir que si decía alguna idiotez me marcarían durante toda la estancia en el instituto. “Jesús, pareces tonta”, me dirían a voces mis compañeros…. Repetir curso, llegar tarde a casa, que me pillaran fumando un cigarrillo… Me paralizaba, no era capaz de afrontar todo aquello y seguir adelante.

En la universidad se acentuaba aún más. Pensar que iba a fracasar y que jamás llegaría a ser nadie en la vida, defraudar a mis padres por elegir la carrera equivocada y perder el tiempo, sufrir un desengaño amoroso, la soledad…

Con la madurez, la frustración comenzó cuando no encontraba trabajo. Más tarde con llegar tarde a la oficina, cometer algún error impagable, hablar, mostrar mi opinión y que el jefe me echara a la calle por no estar de acuerdo.

No tenía valentía suficiente para decirle a Raquel que no quería tener hijos y que tampoco me apetecía ir todos los domingos a almorzar con sus padres y la jodida paella.

No hablo más de lo esperado, no pienso más de lo requerido, no actúo más allá de lo sometido. Son tantos años conviviendo con esta mierda que me cuesta deshacerme de ella. Son monstruos que permanecen en el día, que no se van en cuanto entra el primer rayo de luz por la ventana dando paso a la confianza.

La esperanza está en mí, en la capacidad para analizar y enfrentar estas situaciones. Tengo miedo a no estar viviendo por culpa de esos miedos que no me dejan vivir. No me queda otra, amigo, que afrontarlos. Abrir bien los ojos, sacar la cabeza y dejar de esconderme debajo de las mantas.

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