‘Freaks’

- Tierra de sombras, de Roger Ballen

- Tenerife Espacio de las Artes (TEA), Santa Cruz de Tenerife, hasta el 5 de marzo

La obra de Roger Ballen expuesta en TEA, en Santa Cruz de Tenerife, remite a las categorías estéticas de lo grotesco y lo terrorífico, y a la espacial de lo opresivo. Ballen, fotógrafo de amplia trayectoria e influencia, ha sido frecuentemente relacionado con la obra de Diane Arbus, fiel documentalista de la sociedad marginal de Nueva York. Ambos artistas quedan enlazados por Freaks (La parada de los monstruos), el clásico cinematográfico de Tod Browning en el que se expone un catálogo de criaturas circenses con una amplia variedad de deformidades corporales.

En Tierra de sombras pueden dilucidarse buena parte de los elementos que componen la obra del fotógrafo americano. Aunque en un primer momento su producción se orientó hacia una faceta documentalista pura, esta fue mutando progresivamente hacia la ficción. Es en esta faceta más reciente en la que se centra esta muestra.

Las composiciones de Ballen se enmarcan en decorados compuestos de distintos objet trouvés, dibujos automáticos, animales de distinto tipo y figuras humanas. Estas se presentan con máscaras, con partes de su cuerpo cercenadas por la postura, ocultas tras el propio montaje... Estos objetos encontrados son juguetes viejos y desmembrados. Por su parte, los dibujos en el cartón pueden pasar individualmente por un trazo inocente, pero el conjunto creado, auténticos retablos macabros, no hace sino intensificar la sensación de no tener escapatoria. La obra sume al espectador en un terreno cercano al sueño y a la pesadilla, en el que la vida y la muerte se entremezclan. Esto queda refrendado por la introducción de aves y sus plumas, clara referencia surrealista.

En este sentido, el autor se sirve de algunas referencias cultuales y visuales. Se reconocen diferentes tipologías de retrato familiar de estudio, en las que los gestos se reducen a muecas; fotografías conmemorativas de comunión e incluso referencias a escenas de confinamiento y tortura.

No puede decirse con toda certeza que la obra de Ballen sea claustrofóbica, pues es cierto que conserva un cierto punto de humor negro. Se percibe que las figuras humanas no estaban destinadas a estar allí, y parecen ajenas a todo lo que ocurre ya que son conscientes de hallarse en un decorado. Con todo, es precisamente este descreimiento el que se comporta como un arma de doble filo y no permite al espectador abstraerse de las perturbaciones vistas.

Todo ello establece una conexión con la cinematografía moderna -la gloriosa True detective o Cabeza borradora de David Lynch-, ya que Ballen concibe espacios extraños, desagradables, lugares en los que no se desea estar y que aquí pueden ser observados de un modo morboso y aséptico, evitando la molestia y el terror del contacto.