Bajar el Amazonas entre Leticia y la ciudad de Belem es uno de los mejores viajes de aventura que aún se pueden hacer en el mundo. En total son unos 4.000 kilómetros que demandan varios cambios de barco y la visita a mitos como la ciudad de Manaos, el lugar donde se juntan las aguas café con leche del propio Amazonas y las oscuras del Río Negro y se erigió, gracias a los dólares del caucho, uno de los teatros de la ópera más fastuosos y desubicados del mundo. El Amazonas es abundante en prodigios: la mayor parte naturales, pero también humanos. En los últimos tiempos se ha sumado a la oferta un par de cruceros de lujo que ofrecen travesías de una o dos semanas por el gran río y algunos de sus mejores afluentes (a precios astronómicos que casi nunca bajan de los 4.000 euros por persona), pero también puede hacerse un viaje de los de verdad usando los barcos de línea que conectan las principales ciudades. Lo más normal es dividir el descenso en tres o cuatro escalas (si se empieza desde la peruana Iquitos y se hace el tramo hasta Santa Rosa) con parada en Leticia, Santarem y Belem.
Pero hasta Santarem, que es el destino del que te vamos a hablar, también se puede llegar en avión (aquí operan las compañías Gol; Azul; Map y Latam Airlines). Esta ciudad amazónica es un destino en sí mismo y, sin duda alguna, uno de los mejores lugares para acercarse al río en un viaje corto a Brasil. A diferencia de lo que sucede en Manaos, que es una ciudad de nuevo cuño que nació y creció al socaire del comercio internacional del caucho, Santarem tiene pedigrí histórico. La ciudad se fundó en el siglo XVII como punto de control portugués del cauce medio del río y eso se nota en los alrededores de la Avenida Tapajós, dónde aún pueden verse algunos edificios coloniales como la Catedral de Nossa Senhora da Conceição o el Centro Cultural Joao Fona. Pero Santarem no es una ciudad de grandes edificios. Lo más atractivo de este lugar de paso es su ambiente amazónico que se pone de manifiesto en lugares como el Feria do Pescado (Tapajós y Antonio Carvalho) o su caótico puerto. También es el punto de partida de excursiones en barco por el río de todos los ríos (dónde por ejemplo puedes ver al mítico delfín rosado). La ciudad no tiene mucho más que ver pero sirve de acceso al Río Tapajós, que vuelca sus aguas azules y limpias al cauce del Amazonas en pleno casco histórico. Y el Tapajós guarda una de las grandes sorpresas de esta parte del mundo: el llamado Caribe Brasileño.
Alter do Chao se encuentra unos 30 kilómetros al oeste de Santarem justo en un lugar dónde el Río Tapajós se embalsa en un gigantesco lago antes de fundirse con las aguas café con leche del Amazonas. El resultado es un lugar de aguas plácidas y limpias que, entre los meses de julio y diciembre deja al aire enormes playas de arenas blancas adornadas con la exuberante vegetación amazónica. Vamos, un verdadero paraíso que para muchos forma el conjunto de playas de agua dulce más bonito del mundo. Y no exageran para nada. La mejor manera de llegar hasta aquí desde Santarem es a través del Omnibus de Alter do Chao, que sale cada hora desde la Terminal de la ciudad y te deja, literalmente, con los pies al borde del agua. Este es un destino de playa con hitos como la Isla del Amor (y la excursión que sube por pleno bosque hasta la Sierra de Piroca –con vistas brutales-) o las playas de Jacundá, Muretá, Caxambu, Punta Piedras y la impresionante Pindobal, dónde se disfruta de esos atardeceres únicos de la Amazonía en los que los cielos, literalmente, se encienden. Pero hay mucho más que tirarse al sol o ir yendo de playa en playa bebiendo caipininhas y comiendo los sabrosos platos locales a base de pescado.
A pocos kilómetros de Alter do Chao te topas con Amazonía pura y dura. Sólo basta con ir hacia el sur siguiendo el cauce del Tapajós para tomarte con uno de esos muros verdes casi infranqueables que forman el pulmón del mundo. Desde Alter se organizan excursiones a la Floresta Nacional de Tapajós (FLONA) un bosque inundable que tiene algunos tesoros naturales de primer orden (como una ceiba de más de 1.000 años la que se le conoce como la madre de todos los árboles) y la oportunidad de conocer el día a día de algunas comunidades que aún viven en la zona. La FLONA tiene más de 5.000 hectáreas de superficie protegida y en el bosque viven 25 comunidades humanas. Una de las atracciones del lugar es poder visitar amplias zonas de igapós, grandes tramos de bosque pantanoso dónde el río entra literalmente en la tierra formando paisajes únicos y enormes concentraciones de biodiversidad.
Otra excursión imperdible desde el Caribe brasilero es el Río Arapiuns, un pequeño afluente del Tapajós que tiene su desembocadura muy cerca de Alter do Chao y permite tener una experiencia netamente amazónica visitando comunidades indígenas y haciendo incursiones al corazón del bosque.
Fotos bajo Licencia CC: Los viajes del Cangrejo; Wellington-stm; Lucia Barreiros da Silva; Just a Brazilian man; Lisa Cyr