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Un paseo por el Viejo San Juan, la fortaleza española del Caribe

Patio en el Viejo San Juan. La capital de Puerto Rico es uno de los mejores ejemplos de ciudad española en el Caribe.

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El Viejo San Juan tiene para los viajeros que llegan desde España, un aire de familiaridad que se acentúa cuando uno conoce Canarias o recuerda las imponentes fortificaciones de Cádiz. El casco histórico de la capital de Puerto Rico no tiene la monumentalidad de La Habana, pero es un lugar con un encanto muy especial. San Juan es, en realidad, un reflejo de la turbulenta historia contemporánea de la isla. A un lado de la Puerta de Tierra, el paisaje queda roto por los edificios altos y las torres de condominios que le dan al lugar el aspecto característico de las urbes anglosajonas. De la Puerta de Tierra hacia El Morro, San Juan sigue siendo una ciudad típicamente española: una buena parte de casas bajas de colores con ventanas enrejadas y balcones de madera; urbanismo planificado en cuadras; plazas recoletas en las que rivalizan en belleza viejos palacios, infraestructuras públicas y antiguas iglesias… Un lugar muy bonito que pone de manifiesto la importancia de la huella hispana pese a los más de 100 años de presencia estadounidense en la isla.

El Viejo San Juan, sus murallas (de las que se conservan sus tres cuartas partes), sus baluartes y castillos son uno de los mejores ejemplos de la herencia que la vieja España dejó en América (a la altura de Cartagena de Indias o La Habana por la cantidad y calidad de sus monumentos). Y por eso forman parte del listado de sitios incluidos en el catálogo del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Una ciudad que los españoles edificaron en una pequeña isleta unida a la isla principal por un complejo sistema de puentes y pasarelas que, junto a los muros y fuertes, convirtió a la capital isleña en una plaza inexpugnable. Una ciudadela fantásticamente fortificada pero pequeña y fácilmente transitable a pie que contrasta con la nueva San Juan, que se ha desbordado por todos lados y es ya una ciudad enorme con casi medio millón de habitantes.

Janguear es la actividad que los sanjuaninos  hacen con más gusto en esta parte de la ciudad. Y hasta en eso se parecen a sus primos del otro lado del Atlántico. El Viejo San Juan no sólo es una acumulación de viejas casonas, castillos e iglesias. También es el lugar al que los sanjuaninos van a divertirse; a pasear y a tomar algo en sus cantinas, bares y restaurantes. Al más puro estilo español. Y la ruta de Jangueo por excelencia comienza en el Paseo de la Princesa, antigua alameda de mediados del siglo XIX construida a extramuros en un momento en el que las ciudades españolas empezaban a mirar más allá de sus murallas. Hoy, este lugar es un animado paseo en el que abundan los artesanos y algunos edificios y monumentos de interés (la Fuente de las raíces, la antigua Prisión de la Princesa –hoy sede de la oficina turística de la isla- y las propias murallas). El paseo se encuentra con el mar a través de una inmensa terraza que mira hacia la Isla de Cabras, una auténtica muralla natural que convierte a San Juan en uno de los mejores puertos naturales de este lado del mundo. Es un buen lugar para comprender lo que la ciudad fue para España durante cuatro siglos: todo un símbolo de su poder como potencia global.

Nunca vimos baluartes y murallas mejor conservadas que éstas. Son una verdadera lección de historia de la arquitectura militar. Un bonito paseo marítimo rodea los muros y llega hasta El Morro, punto culminante del impresionante sistema de defensas. Ya habrá tiempo de llegar hasta allá. Ahora vamos a sumergirnos en las callejuelas empedradas del casco viejo a través de la sencilla pero bonita Puerta de San Juan. A poco más de cien metros de este lugar se apelotonan algunos de los edificios históricos más notables. Hacia el norte, por Caleta de las Monjas y la Calle Sol está la Casa Blanca (San Sebastián, 1; Tel: (+1) 787 725 1454), un complejo de edificios del siglo XVI que sirvió de residencia a la familia del célebre Juan Ponce de León, conquistador y explorador de La Florida y, también, primer gobernador de Puerto Rico. Hacia el sur, por Clara Lair, nos topamos con La Fortaleza (Calle de la Fortaleza, 63; Tel: (+1) 787 721 7000) otra de las grandes huellas de la presencia española en la isla. A mediados del siglo XVI se vio la necesidad de fortificar la ciudad y aquí empezaron las obras del primerio de los fuertes y baluartes de San Juan. También se construyó una gran casona que, desde entonces, oficia de residencia del gobernador de la isla. Y hacia el este, por Caleta de San Juan, llegamos en un ‘pis-pas’ a la Catedral de san Juan Bautista (Calle del Cristo, 151; Tel: (+1) 787 722 0861), que a primera vista engaña bastante. Porque es bastante sencilla por fuera pero muy bonita por dentro.

Las callejuelas del Viejo San Juan están repletas de sorpresas. Algunas coloridas, como los paraguas multicolores que cubren el cielo de la calle Fortaleza –desde aquí puedes visitar la Capilla del Cristo de La Salud (Cristo, 1)- o los alrededores del Mercado (Norzagaray, 150) –hoy sede del Museo de Arte e Historia-; otros íntimos, como el Cementerio Santa María Magdalena de Pazzis –uno de los más lindos que vimos-; otras soberbias; otros con profunda raigambre histórica, como la preciosa Iglesia de San José (San Juan, sn; Tel: (+1) 787 918 3800), el templo más antiguo de Puerto Rico y el segundo de todas las Américas –con algunas trazas del viejo gótico europeo-. Todos a menos de veinte minutos de paseo tranquilo lo que permite el gusto de pasar tres o cuatro veces por el mismo sitio. Otro lugar que hay que ver sí o sí son la antigua Plaza de Armas –con su preciosa fuente de las cuatro estaciones y los pórticos del Ayuntamiento- y las calles adyacentes. Este es uno de los rincones más bonitos de la ciudadela y el que más nos recuerda al otro lado del charco. Desde aquí pasea hasta la Plaza de Colón y sal de la ciudad por lo que un día fue la Puerta de Tierra (como en Cádiz). Por aquí se desparramó la ciudad poco antes de que la bandera española dejara de ondear. Pero España no se fue del todo. Construyó monumentos notables y una comunidad española importante que quiso dejar constancia de su compromiso con Puerto Rico a través de la espectacular Casa de España (Avenida de la Constitución, 9; Tel: (+1) 787 724 1044), un palacete neomudéjar que sirve de sede del club español –a dos cuadras del Capitolio de Puerto Rico-.

Las Fortificaciones de San Juan.- Cómo te decíamos antes,  San Juan fue una importante Plaza Fuerte del Imperio español en el Caribe. La ciudad fue protagonista de varias gestas de armas. Desbarató hasta tres intentos de invasión inglesa (1595, 1596 y 1797); un sitio de casi un mes por parte de una importante armada holandesa (1625) y resistió con éxito el intento de invasión norteamericano de 1898. El Paseo del Morro te permitirá ver desde abajo las imponentes murallas. Justo después de la Puerta de San Juan hay un curioso monumento llamado ‘La Rogativa’ que hace alusión al ataque inglés de 1797, en el que una fuerza de 400 soldados y unos 4.000 ciudadanos sanjuaninos armados derrotaron a una armada de 60 barcos ingleses y más de 7.000 infantes de marina. Los fuertes más importantes del sistema defensivo son San Felipe del Morro y el Castillo de San Cristóbal, pero la costa de la ciudad y las pequeñas islas e isletas de la bahía están repletas de pequeñas baterías y fortines. El más bonito de ver es el Fortín de San Jerónimo del Boquerón (Calle Los Rosales, 1; Tel: (+1) 939 259 5332). Echarse una vuelta por aquí está bueno por varias razones. La primera es por el interés histórico del lugar (desde aquí se desbarató el desembarco inglés de 1797) y segundo porque se encuentra junto a las espectaculares playas de El Escambrón, donde puedes ver otro de los castilletes españoles.

Visitar el barrio de La Perla.- Como sucede en otras ciudades de Latinoamérica, San Juan también tiene su lugar con ‘mala fama’ que muchos se empeñan en catalogar como peligroso. Esta barriada humilde se desparrama junto al muro norte de las fortificaciones sanjuaninas. La bajada al Matadero ilustra de manera clara lo que era este lugar antes de que se convirtiera en el barrio de los más humildes. A medados del siglo XIX se empezó a llenar de casas humildes en las que vivían antiguos esclavos y trabajadores pobres. Si bien, el barrio era un lugar inseguro en las décadas de los 80 y los 90 del pasado siglo, hoy no presenta más problemas que otras zonas de la ciudad. Aquí no vas a encontrar grandes edificios, pero sí uno de los rincones más auténticos de la ciudad. A finales de los 90, el principal problema del barrio era el tráfico de drogas y la violencia, pero hoy, la plaga que lo amenaza es otra: la emigración masiva de sus habitantes por los graves problemas económicos que atraviesa la isla. Eso sí. Para visitar el barrio se requiere de un poquito de sentido común y evitar ir de noche.

Fotos bajo Licencia CC: James Willamor; cogito ergo imago; Amer Khalid; vxla; Breezy Baldwin

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