Madrid no es una ciudad particularmente añeja. Capital de España desde hace relativamente poco no puede rivalizar en años con otras capitales de su entorno como París o Londres y no digamos otras de la solera de Estambul, Roma o la Atenas clásica. En 1561, el rey Felipe II decidió trasladarse a la pequeña villa de Madrid e instalar ahí su corte convirtiendo, de facto, al pueblecito en la capital del reino en detrimento de otras ciudades con mayor enjundia como Toledo, Barcelona, Sevilla, Valladolid o Granada. Las malas lenguas siempre dijeron que Madrid fue elegida por el monarca por la abundancia de la caza en sus bosques y montañas; pero no. El segundo Felipe no era tonto ni un holgazán. Descartó Valladolid por su compromiso con los comuneros y Toledo por el enorme peso del arzobispo primado de la Iglesia Católica en España: Madrid, un pequeño pueblo a mitad de camino entre ambas ciudades era una buena opción para asentar el poder de la corona a través de una nueva capital.
Madrid ya existía. El 8 de mayo de 1561, fecha del cambio de estatus de la Villa, contaba con unos 30.000 habitantes; a finales del XVI la cifra ya superaba los 100.000 y ya se erigían los primeros edificios de importancia que configuraron la fisionomía de la primitiva capital. Los orígenes de la villa pueden rastrearse en el Museo de San Isidro (Plaza de San Andrés, 2; Tel: (+34) 913 667 415; Horario: MD 10.00 – 20.00; E-mail: museosanisidro@madrid.es), un viejo palacete del siglo XVI que fue testigo de estos primeros pasos de Madrid como capital. Pero el museo está dedicado a lo que pasó antes de ese momento. Allí podremos ver los mosaicos romanos de las villas rurales romanas que se situaban en las orillas del Río Manzanares o los rastros de la Mayrit islámica (a partir del IX), que fue la primera Madrid propiamente dicha.
De las antiguas murallas islámicas apenas quedan algunos rastros en el Parque del Emir Mohamed, junto a la Catedral de la Almudena. Este lienzo de muro, construido por orden del emir cordobés sobre el 860 para proteger la almudaina de la ciudad, esto es, la ciudadela que incluía al antiguo Alcázar (hoy ocupara por la propia catedral y el Palacio Real). Esa muralla primitiva ascendía por la actual Calle Mayor, doblaba en Bailén y seguía hasta la Plaza de Oriente encerrando un pequeño recinto de unas cuatro hectáreas. Junto a los muros, yendo hacia la Puerta del Sol, se extendían los arrabales de aquella pequeña ciudad que, más o menos igual, permaneció estancada hasta que el segundo Felipe convirtió el antiguo Alcázar en su residencia.
En este entorno, la Dinastía de Los Austrias (Felipe II; Felipe III; Felipe IV y Carlos II) construyó su capital. Del antiguo Alcázar no queda nada. Sufrió un incendio en 1734 que redujo a escombros el edificio y calcinó más de 500 obras de arte (Las Meninas se salvó de milagro). En su lugar, los borbones construyeron el actual Palacio Real, que introdujo el lujo francés en contraposición a la austeridad castellana. Dicen que el incendio pudo ser provocado por el propio rey Felipe V, que quería algo más francés y lujoso. Hoy, el Palacio Real (Plaza de Oriente, sn; Ver Horario), la Plaza de Oriente y la Catedral de La Almudena (Calle de Bailén, 10; Tel: (+34) 915 422 200; Horario: LD 9.00 – 23.00) entran en el itinerario clásico del Madrid de los Austrias; pero en sentido estricto, los tres lugares no tienen vinculación alguna con el Madrid de entre 1561 y 1700. Para encontrarse con las trazas de aquel siglo y medio de historia hay que subir por la Calle Mayor hasta encontrarnos con el centro de aquella ciudad que, durante más de cuatro centurias, fue la capital de un imperio dónde no se ponía el sol.
La Plaza de la Villa .- Este es el lugar en el que se forjó Madrid tras la conquista cristiana. De aquella ciudad anterior al siglo XV apenas queda algún vestigio como el magnífico campanario mudéjar de la Iglesia de San Nicolás de Bari (Plaza de San BNicolás,6), que remonta su historia al siglo XII –aunque su interior es del XVII- y es la construcción más antigua de la ciudad. Tras el campanario, las piedras más añejas datan del XV y se encuentran en los alrededores de la Plaza de la Villa. La Torre de Los Lujanes (Calle del Codo, 1) data de esa época a caballo entre el mudéjar autóctono (estilo español que fusiona l cristiano y lo musulmán) y las trazas renacentistas que ya se ven plenas en la Casa Cisneros (Plaza de la Villa, 4). La Casa de la Villa (Plaza de la Villa, 5), sede institucional del Ayuntamiento de Madrid, completa un conjunto monumental vigilado por la efigie de Álvaro Bazán, almirante de la armada que derrotó a los turcos en Lepanto.
Una buena idea para adentrarse en esta parte de la capital española es a través de la Calle del Codo y sus ángulos hasta la espectacular Basílica de San Miguel (Calle de San Justo, 4) que pese a ser ajena a la época que nos ocupa (se construyó en el siglo XVIII) es una de las obras más relevantes del Barroco en la ciudad y, también, uno de los edificios más bonitos del centro histórico.
La Plaza Mayor y el Palacio de Santa Cruz .- La Plaza Mayor es el espacio urbano por antonomasia del Madrid de los Austrias. Esta enorme plaza porticada se terminó de construir en 1619 sobre planos del arquitecto Juan de Herrera, uno de los paladines del Renacimiento español. Tiene 130 metros de largo y 94 de ancho y se abre a su entorno a través de diez arcos monumentales. Fue mercado, plaza de toros, escenario de grandes manifestaciones religiosas, coronaciones de reyes, revueltas populares y autos de fe de la Inquisición. La historia de Madrid ha pasado bajo sus arcos en los últimos cuatro siglos. La Casa de la Panadería fue la que marcó el camino. El edificio, decorado con frescos que aluden a personajes mitológicos y reales vinculados con la historia de la capital, fue panadería pública antes de ser academia de bellas artes, sede del ayuntamiento, biblioteca o archivo antes de convertise en la oficina de Turismo de la ciudad. Justo en frente se sitúa la Casa de la Carnicería, que se construyó a imagen y semejanza de la primera.
La imagen actual de la plaza data de principios del XIX. Un incendio (en 1790) destruyó buena parte del lugar y se decidió unificar las construcciones y cerrar la plaza usando arcos para comunicarla con el resto de la ciudad. Sólo las casas de La Panadería y la Carnicería se mantienen con el mismo aspecto que en el siglo XVI. Algunos de los arcos tienen el nombre de la calle al que desembocan (Zaragoza, 7 de Julio, Gerona, Toledo, La Sal, Ciudad Rodrigo…), pero otros como Cuchilleros o Botoneras hacen alusión a los antiguos gremios que se agrupaban bajo los soportales de la plaza. La Plaza Mayor es un trozo vivo de la historia madrileña que también tiene un hueco importante en la cultura popular, la literatura, el teatro o el cine. Hoy no sólo es un centro artístico y patrimonial de primer orden: también es un centro turístico cuajado de tiendas, restaurantes y hasta hoteles.
A dos pasos de la Plaza Mayor se encuentra el Mercado de San Miguel (Plaza de San Miguel, sn; Tel: (+34) 915 424 936) antiguo mercado de abastos reconvertido hoy en uno de los centros gastronómicos más importantes de la ciudad. Los puestos de verduras, carnes y pescados conviven con pequeños negocios gastronómicos especializados en productos gourmet. Ideal para tapear. Otro icono cercano de la época de Los Austrias es el Palacio de Santa Cruz (Calle Provincia, 1), un impresionante edificio de ladrillo y granito de estilo renacentista que fue proyectado como cárcel y sala de alcaldes de la corte. Hoy es la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores del Gobierno de España.
Al sur de la Calle Segovia.- La Calle Segovia actúa como una especie de frontera que pocos turistas atraviesan. Y no saben lo que se pierden. Entre este punto y La Latina se extiende un pequeño laberinto de callejuelas que esconden secretos como el antiguo Palacio de Los Lujanes (sede del Museo de San Isidro), una imponente casa solariega del XVI que tiene uno de los mejores patios renacentistas de la capital o la Casa de los Vargas (Plaza de la Paja, 14), un imponente palacio renacentista del siglo XV. Adosada a éste último se encuentra la Capilla del Obispo, del siglo XVI. Callejear por los alrededores de la Plaza de La Paja es una delicia. Los callejones van y vienen descubriendo fachadas añejas que se mezclan con las viejas corralas de vecinos de La Latina. Para terminar, la Basílica de San Francisco el Grande Basílica de San Francisco el Grande (Calle San Buenaventura, 1; Tel: (+34) 91 365 38 00) que aunque se construyó ya en época borbónica (siglo XVIII) es una auténtica maravilla y guarda tesoros artísticos firmados por artistas de la talla de Francisco de Goya o Zurbarán.