Destino Asia

Siete razones para viajar a Siem Reap desde España

Viajar Ahora

17 de abril de 2023 12:12 h

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Siem Reap (135.000 habitantes) es la ciudad más visitada de Camboya (dos veces el tamaño de Andalucía y justo el doble de su población) porque atesora el mayor complejo arqueológico del mundo y uno de los más interesantes del planeta: Ankor, la antigua capital del Reino Jemer, poderoso imperio del sudeste asiático que se estableció en el año 802 de la era común y culminó en 1431 con la invasión de los siameses y el abandono de Angkor. El periodista y divulgador Luis Socorro, especialista en Patrimonio Cultural, redacta esta pequeña guía sobre un enclave turístico que atesora las ventajas de su estatus pero no los inconvenientes de otros destinos –inseguridad, precios elevados o comida estándar-, como veremos a continuación.

La cultura. El componente cultural es la primera y más importante de las razones para viajar a este destino lejano. La razón de ser para ir a Siem Reap es el espectacular complejo arqueológico de Angkor –léase con acento tónico en la a-. Con la gran riqueza monumental que atesora España, sabremos valorar aún mejor lo que nos ofrece la antigua ciudad de Angkor, con más de un centenar de templos. El mayor de todos es Angkor Wat. Fue la única visita con cierta aglomeración turística de los doce templos a los que fui. El motivo es que a las 5.30 de la madrugada nos citamos delante de esta grandiosa edificación para fotografiar el amanecer, con el perfil del templo reflejado en la laguna que baña su fachada. Angkor Wat está considerada la octava maravilla del mundo, mientras que todo el conjunto está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Como salimos muy temprano, en la recepción del hotel nos dejaron nuestro picnic, con los termos con café y te al gusto. Tras la salida del sol, nos tocó desayunar y después recorrer el templo con sus sobresalientes bajorrelieves y sus galerías llenas de historia.

El templo de Bayón es otro espectáculo. Está doblemente protegido por una enorme foso colmado de agua, que podemos confundir con un río debido al follaje de sus orillas, y por una muralla de ocho metros de altura y doce kilómetros de longitud. Entramos por la puerta sur del recinto de Angkor Thom –además de Bayón, hay varios templos más, la soberbia terraza de los elefantes y la explanada de los leprosos- a través de un puente perfilado por decenas de esculturas a ambos lados. Bayón es una preciosidad; son 54 torres y cada una de ellas está decorada con la cara de cuatro budas; por ello, coloquialmente se le conoce como el templo de las caras.

El segundo día en Angkor -Siem Reap está a solo seis kilómetros- lo dedicamos a visitar los templos descritos anteriormente y, como fin de fiesta de ocho horas, fuimos al novelero templo de Ta Prohm, famoso porque las ruinas están estranguladas por las raíces de árboles gigantescos. Es un templo cinematográfico. Aquí se rodó en 2001 Tomb Raider, protagonizada por Angelina Jolie en el papel de Lara Croft, posteriormente convertido en videojuego. Los árboles que arropan su delicada arquitectura le confieren una romántica atmósfera en la que la protagonista del film se desenvuelve como pez en el agua. Construido en torno al año 900, hasta hace tan solo una década era el único templo monasterio conservado en el mismo estado en que lo encontraron los arqueólogos franceses en el siglo XIX. Gracias al apoyo financiero del Gobierno de La India –Ankor son templos hinduistas y budistas; algunos incluso acogieron ambas religiones- se han reformado varias zonas. 

Hay que invertir al menos dos días para visitar este recinto monumental. Con la entrada de un día -37 dólares-, solo verás lo que te he contado hasta hora porque es el caviar del antiguo imperio jemer, pero hay mucho más que ver: el Templo de las Mujeres y Preh Khan son imprescindibles. En nuestro caso, compramos una entrada para tres días -62 dólares-. Lo más cómodo es adquirirlas on line al llegar al hotel –te proporcionan el enlace-, ya que te ahorras las colas en taquilla. Otro consejo es ir con un guía oficial que hable tu idioma –Khim es un profesional encantador- y conductor, porque generalmente entras por una zona y sales por otra; ahí, te espera el chofer con agua fresca y toallitas heladas para limpiar el sudor. Lo más barato es ir en tuc tuc, pero no es recomendable por el calor; es reconfortante el aire acondicionado del auto al desplazarte entre los templos. Hay tours en guaguas o microbús para más persona pero optamos, al ser tres, por un tour privado que contratamos directamente en el hotel -30 dólares por día y persona; francamente razonable, un 40% más económico de los tour de las empresas especializadas- y te permite fijar los horarios.

Casi nueve horas invertimos en la primera jornada en Ankor. Es el circuito grande, en el que visitamos seis templos. El primero –Preh Khan- y el quinto son realmente espectaculares. Preh Khan es una especie de túnel del tiempo en el que te sumerges al recorrer sus galerías abovedadas. Preah Khan fue durante muchos años clave en Camboya, ya que era la segunda universidad de la ciudad después de Ta Prohm. En este templo también se pueden encontrar edificios en los que han crecido las higueras a través de él. La diferencia es que se encuentra peor conservado y necesita mucho más trabajo de conservación y de reconstrucción. Aun así, merece mucho la pena su visita. Al ser el primer templo que recorrimos, su impacto visual permaneció en mi mente durante la primera jornada. A continuación nos desplazamos a Neak Poan. Es un templo muy pequeño, pero se distingue de los demás porque está en medio de un estanque, rodeado por otras cuatro albercas que representan a los cuatro estados de la materia. Es conocido como el templo de las serpientes porque tiene esculpido en piedra unas serpientes que se van cruzando. Para llegar hasta el templete, hay que cruzar un puente porque el conjunto de Neak Poan está rodeado por un foso artificial que parece una laguna natural debido a sus dimensiones. Una belleza de entorno.

De los seis templos que vimos en el primer día, el más atractivo, sin duda, es Banteary Srei por los bajorrelieves y detalles esculpidos en la piedra roja. Está a 37 kilómetros de Siem Reap, un trayecto en el que podemos ver aldeas que nos acercan a la sociedad rural camboyana. Está perfectamente conservado, con unos servicios para el visitante en perfecto estado de revista. Después de almorzar unas chuletas de cochino con papas fritas y una cerveza rubia del país, bien fresca, nos dirigimos a Pre Rup, el último templo que vimos este primer día. Se visita en poco tiempo y lo más interesante es subir sus muy verticales escaleras para ver las vistas panorámicas de la selva. 

La seguridad. Otra razón fundamental para elegir un destino vacacional es la seguridad. Y en Camboya la seguridad es absoluta, tanto la ciudadana como la sanitaria. Me explico: un destino turístico no se puede permitir el lujo de enfermar a sus visitantes con una gastroenteritis. Si hace 32 años, cuando visité Nepal, todos los restaurantes de Katmandú –les aseguro que eran sencillos locales para mochileros- alertaban en sus cartas de que las ensaladas y verduras se limpiaban con agua hervida, ahora la higiene sanitaria ha mejorado una barbaridad. En Siem Reap todos los hielos, por ejemplo, son industriales. En definitiva, los camboyanos cuidan a sus turistas.

La gastronomía. Para una sociedad en la que la gastronomía es un pilar fundamental de su cultura y de su cotidianeidad, como la española, difícilmente iremos de vacaciones a un lugar donde no podamos disfrutar a la hora de comer. A diferencia de otros países asiáticos en el que predomina el picante sin tino, las comidas camboyanas apenas tienen pimienta y no son muy especiadas. La influencia francesa durante casi un siglo se degusta en los magníficos restaurantes que hay en Siem Reap. Chanrey Tree y Malis, enclavados en sendas mansiones junto al río, son dos restaurantes de lujo en los que se come de escándalo por 30 dólares si no consumes vino. Todo está buenísimo. Hay otros restaurantes más económicos y, a tenor de lo que cuentan las guías y las web especializadas, también se come rico. En nuestro hotel boutique de solo 28 habitaciones, Golden Temple Residence, se come de maravilla por poco más de diez dólares por barba, con una sopa espesita de verduras que quita el sentido. La última noche no cenamos tan rico como las anteriores pero disfrutamos del espectáculo de danza del teatro-restaurante Kanell. Las críticas en Tripadvisor son muy buenas, tanto del show como de la comida, con un precio muy razonable de 32 dólares, bebidas al margen.

La economía. Barato hasta decir basta. A diferencia de África, continente caro, sobre todo el sector de safaris, aunque hay países económicos como Marruecos sin ir más lejos, y en menor medida Latinoamérica, Asia es un continente muy asequible para economías occidentales. Y Camboya es más barato de la media. En este viaje estuve tres días en Bangkok; la capital de Tailandia también es económica pero aun lo es más Siem Reap. La triple en nuestro estupendo hotel Golden Temple Residence –ojo, la cadena tiene cinco establecimientos con el nombre Golden Temple; lo que cambia es la última palabra- sale a 130 euros el día, con desayuno, traslados de ida y vuelta al aeropuerto, con una comida gratis y masaje para cada uno de los tres. A diferencia de Tailandia que funciona principalmente con la moneda nacional, Camboya está dolarizada aunque puedes pagar con su moneda. Hay que llevar dólares; si el cambio es menor de cinco dólares, te devuelven en riel. El pago con tarjeta es común en hoteles, restaurantes y comercios.

La gente. ¡Qué gente más maravillosa! Educada, cariñosa, amable, servicial…. Hasta los conductores de tuc tuc son encantadores y no inflan los precios. Los tailandeses también son buena gente, pero con los taxistas tienes que ir con las pistolas cargadas y cerrar la carrera antes de partir. Descubrir al pueblo comboyano es otra razón para viajar a este país de la antigua Indochina. El primer día en Siem Reap lo aproveché para conocer un cultivo de setas que se realiza con miles de paquetes de serrín colgados en un rudimentario invernadero, faena –el relleno de los envases- que realizan mujeres; visitamos un criadero de cocodrilos y una enorme plantación de flores de loto, con la que se hace un postre típico de la región. Tuvimos oportunidad de conocer a su gente, antes de concluir la jornada con la puesta de sol sobre un inmenso arrozal, desde lo alto de una montaña en la que se encuentra un templo en ruinas del siglo X. 

La marcha. La noche en Siem Reap es divertida e incluso loca hasta la amanecida. La zona de Pub Street es un disparate controlado. Locales abiertos muy animados, música en directo de todos los estilos. Realmente es sorprendente la marcha que hay en esta ciudad. Uno ya está mayor para descontroles y el objetivo del viaje era alucinar con Angkor, pero una copa a ritmo de rock & roll sienta de maravilla.

Las comunicaciones. Es otra buena razón para conocer Siem Reap. Un viaje tan largo hasta Asia es para ir a más de un destino e invertir al menos doce días más otros dos de conexiones. En este sentido, la ciudad camboyana cuenta con un coqueto aeropuerto a solo ocho kilómetros del centro, que te permite conexiones directas con las dos capitales de Vietnam –Hanoi y Ho Chi Minh, aunque sus habitantes la siguen conociendo por su nombre histórico, Saigón- con las ciudades más importantes de Camboya, con Laos, Malasia, Shanghai, Singapur y, sobre todo, con Bangkok, con vuelos diarios a los dos aeropuertos de la capital tailandesa. En mi caso, tan solo tenía una semana de tiempo efectivo de estancia, al margen de las conexiones desde y hasta Gran Canaria, y primero estuve tres días en Bangkok. Cuando regrese a Siem Reap, porque intentaré volver en tres o cuatro años para degustar a fuego lento los templos de Angkor –se pronuncia con acento tónico en la A-, optaré por llegar primero a Siem Reap -descansar el día de llegada y después continuar con el viaje, sea a otros lugares de Camboya, Tailandia o a la antigua Birmania para conocer los templos de Bagan- con la finalidad de que no se haga tan largo el trayecto de vuelta. Bangkok es el epicentro y nudo de comunicaciones del sur de Asia; por ello, lo recomendable es dejar para el final esta ciudad, ya que es punto de origen o de partida de las compañías árabes, como Qatar, Etihad o Emirates, o la turca, que unen Europa con Asia.