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 elDiario.es Cantabria lanza la sección 'Mujeres en el deporte'. Este nuevo blog busca dar visibilidad al papel de la mujer en el deporte, a través de entrevistas y reportajes, con el objetivo de contribuir a lograr la igualdad en este ámbito. Cuenta con el apoyo de la Dirección General de Deporte y Vicepresidencia del Gobierno de Cantabria y de la Sociedad Regional de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de Cantabria.

María Pardo, disfrutando de una pasión convertida en rutina: “La gimnasia rítmica es una válvula de escape”

María Pardo, Campeona de España en gimnasia rítmica ya retirada practica con unas cintas

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El ámbito deportivo ha estado tradicionalmente ocupado por hombres. Los tiempos han cambiado, pero incluso cuando aún no lo habían hecho existían ciertas disciplinas en las que las mujeres eran, y siguen siendo, la aplastante mayoría. María Pardo (Torrelavega, 1979) fue Campeona del Mundo en una de ellas y aún recuerda cuando abrieron el club de gimnasia rítmica en Torrelavega. Aunque ya había alguno en Cantabria, el Ayuntamiento quería impulsar escuelas municipales con distintos deportes. “Si ahora es complicado, échale tres años atrás y una actividad como la gimnasia, que había en Santander y poco más. Fue el boom”, asegura esta deportista en conversación con elDiario.es.

A ello se añadía que, más allá de alguna escuela de ballet, no existía mucho deporte específico para niñas por lo que se presentaron a las pruebas de acceso multitud de candidatas. “No había ni hueco en el polideportivo, ni horarios, ni entrenadoras”, recuerda la gimnasta. En un inicio fue su hermana quien paso este proceso de selección en el que María quedó descartada. Y ello podría haber sido suficiente para que perdiese el interés, pero cuando su madre acudía a recoger a su hermana, ella la acompañaba y observaba cómo lo practicaban. Eso hizo hasta que el auge de la gimnasia se calmó un poco y, entonces, como “le debía de dar un poquito de pena a la entrenadora”, elucubra, acabó ingresando también en el equipo.

Entre estos inicios casi fortuitos hasta su ingreso en la Selección Española de Gimnasia Rítmica transcurrieron unos seis años en los que María considera muy relevante el papel de sus entrenadoras. “Yo no tenía ni idea de si tenía condiciones o no, hacía lo que me mandaban. Ellas verían algo y trabajaban conmigo”, cuenta. Más allá del trabajo quizá lo más importante fue que no la hicieron sentir que estaba destinada a triunfar, una práctica sobre la que la gimnasta, ahora también entrenadora, tiene una opinión firme: “Es peligroso que antes de hacer algo se les meta a los niños y a las familias esa cosa de ‘es bueno’. No, no, no. Es que incluso gente muy buena y trabajando como bestias no llega. Muchas veces se trata de estar en el momento en el que necesiten a alguien con tu perfil y ya no depende solo de ti. Tú eres responsable de tu esfuerzo, pero no del resultado final”, asegura.

Además, la gimnasta considera que carecer de “la obsesión por llegar, que a veces no lleva a dar pasos equivocados”, hizo que simplemente fuese a pasárselo bien. Al fin y al cabo, según relata, era una niña que entrenaba con sus amigas y agradece que le metiesen el trabajo duro sin que fuese realmente consciente, pero consiguiendo que cultivase la constancia y la seriedad necesarias en este deporte. Así, en el Campeonato de España que se celebró en Gijón captó la atención de una ojeadora que buscaba fichajes tras la retirada de varias integrantes de la selección.

Después de ese Campeonato la convocaron para una concentración en Madrid durante 10 días. “Yo no había salido de Torrelavega en mi vida, estamos hablando de 14 años recién cumplidos, y plántate en Madrid sola, sin tu club, sin tus compañeras…”. De entrenar en su equipo dos o tres horas al día pasó a entrenar de repente 10 diarias para incluir actividades como técnica corporal o ballet. Tras esta oportunidad, María no tenía aspiraciones más allá y pensaba: “Estoy aquí, ¡Qué experiencia y qué suerte vivir esto! Y ya está. Quédate con eso, vuelve a tu club y sigue ¿no?”, se pregunta la gimnasta. Pero resulta que no. Fue solo el comienzo.

Al poco llegó una carta que le comunicaba que había sido escogida para formar parte de la selección y que tenía que trasladarse a Madrid dejando su club, su instituto y su familia. “Así, de repente, pasas a ser profesional”, relata María, y de un día para otro formaba parte de la élite que admiraba. “Parecerá una tontería, pero el primer equipo deportivo que ponía España lo tengo guardado todavía”, afirma entre risas. No es la primera deportista que comenta cómo vestirse con la equipación implica sentir el peso y la responsabilidad de la competición. Detalles pequeños que hacen que “te des cuenta verdaderamente de dónde estás”, destaca.

La deportista cántabra recuerda que era muy consciente de que sabía dónde estaba en ese momento, pero no dónde estaría al siguiente porque nunca se sabe y surgen innumerables imprevistos en el deporte profesional. Con todo, el apoyo incondicional de su familia hacía que pudiese disfrutar la experiencia. “Éramos tres hermanos, mi padre era panadero y mi madre estaba por y para la familia y la casa”, explica, y las decisiones las tomaban entre todos. Sus padres la animaron a probar suerte mientras le dejaban claro que si no funcionaba tenía la seguridad de poder volver a casa. “Así, poco a poco, te asientas y esas niñas que estaban lejos de casa creaban su propia red de apoyo para animarse unas a otras”, subraya.

El momento agridulce de la retirada

En su paso por la selección consiguió una medalla de oro y dos de plata en los mundiales de Viena (1995) que se sumaban al segundo puesto y los dos bronces de París (1994). Los entrenos y los logros se sucedían mientras se preparaba para las Olimpiadas de Atlanta, hasta que llegó la retirada, un momento que María describe como “agridulce”. “Sabes que es un momento que va a llegar, entonces está muy marcado”, reconoce.

La de la deportista cántabra estuvo ligada a un tema que hoy en día ha alcanzado la máxima actualidad a raíz de casos como los de la gimnasta Simon Biles: la salud mental en el deporte. “Teníamos médico, teníamos psicólogo, pero estamos hablando de hace casi 30 años, entonces tampoco se hablaba tanto de la salud mental. Se hablaba, pero sin tanta trascendencia ni protección. Por suerte ahora se le está dando importancia”, explica.

Para ella fue un “problema técnico” en el que quizá no recibió el apoyo que necesitaba. “Sientes un poco que decepcionas a la gente, no a los cercanos sino a otras escalas, ¿Qué pensarán de mí? ¿Pensaran que no soy valiente o que no aguanté? Claro, la gente no sabe lo que estás viviendo diariamente”. Las opiniones y las preguntas, por muy tranquila y respaldada por su familia que ella estuviese, acaban llegando: “¿Tan grave era? Yo consideré que ya era el tope”.

“Me hubiera gustado retirarme mejor o poder haber llegado un par de meses más a la Olimpiada, pero en realidad yo ya había conseguido más de lo que jamás me hubiera imaginado”, resalta María, que añade además que “la primera en alegrarse de esa medalla olímpica -conseguida por sus compañeras en Atlanta (1996)- fui yo. Sé el trabajo que lleva y sé lo que cuesta”.

Olatz Rodríguez o Soldátova son gimnastas que tuvieron que abandonar la gimnasia para recuperarse de trastornos de la conducta alimentaria (TCA). María Pardo no vivió ningún “caso extremo” en este sentido y recalca que no la mataban de hambre, pero sí recuerda “la necesidad de alcanzar una delgadez o un peso… Nos pesaban todas las mañanas”.

“¿Comer? Pues desayuno, comida y cena, pero todo extremadamente sano y con 13 o 14 años… Yo si te dijese que no comíamos mentiría, pero estábamos controladísimas por el peso diariamente. Que luego piensas, ¿Qué va a cambiar de ayer a hoy? ¿100 gramos? Pero bueno el control era así, un poco obsesivo”. “No es lo mismo entrenar con disciplina que un trato despectivo”, diferencia María.

“A veces parece que estar con una persona exigente te va a llevar a conseguir algo y lo único que igual consigues es todo lo contrario. Yo he sido afortunada con los entrenadores que he tenido porque me han sabido acompañar con exigencia, pero con cariño a la vez”, cuenta la campeona cántabra. Su consejo, desde la experiencia es que “no tienes por qué aguantarlo todo, hay clubes maravillosos que hacen una gimnasia preciosa y no hace falta esa mentalidad tan soviética. Va cambiando, por suerte, es un reflejo de la sociedad”.

María Pardo como entrenadora también ha formado parte de este cambio. Tras su retirada a los 17 años empezó a entrenar y tuvo la suerte de convertir su afición en su día a día. Desde entonces aplica su propia filosofía de trabajo en las escuelas de Torrelavega y Santoña. El primer principio que siguen es que no hay necesidad de los controles alimenticios que ella vivió en la selección. “A las niñas no se les habla del físico ni del peso, es que no tenemos uno si quiera. Las hay más altas, menos altas igual que las hay morenas o rubias y cada una trabaja según sus condiciones”, sentencia.

Lo más relevante que pretende transmitir la ex gimnasta cántabra es que “disfruten y sientan la gimnasia porque, al menos como yo lo he vivido, es una válvula de escape”, y espera que lo pueda ser para ellas también porque “una vez que lo ves como un trabajo en vez de como una afición... la película cambia tanto…”. Su propuesta para conservar la pasión por el deporte es marcar un objetivo que te recuerde por qué te gusta en primer lugar, pero que al mismo tiempo te motive a mantener una disciplina con tal de “ver hasta dónde eres capaz de llegar”, explica María.

Y, para alcanzar objetivos aún más ambiciosos, la deportista aboga por configurar un equipo. “Yo siempre he necesitado ayuda de alguien y si he alcanzado lo que he alcanzado es porque no he ido sola en ningún momento. Siempre ha habido gente dándome consejos maravillosos y dando los mejor de sí. Uno no llega arriba solo”, asegura.

El siguiente paso de los equipos en rítmica quizá pase por explorar las posibilidades de incorporar nuevos perfiles a un deporte en el que, de sus 50.426 personas federadas en 2021, 47.135 son mujeres. “¿Es un deporte solo de mujeres?”, reflexiona en voz alta María. “No, porque se está viendo que hay hombres que hacen una gimnasia súper bonita y aquí en la rítmica el código es el mismo: las dificultades, los ejercicios, los aparatos... No se diferencia el deporte en sí.”

Pero continúa siendo predominantemente femenino, aunque la situación también ha evolucionado desde que María competía. “Cuando empezaron eran poquitos, no había casi para hacer clasificación. Igual por la música o por el baile”, confiesa la deportista cántabra. Hoy en día hay más y la exgimnasta espera que se llegué a un nivel parecido de hombres y mujeres en la disciplina. “Con la potencia y la fuerza que tiene un hombre, te hacen cosas que no te haría una mujer. Hasta ahora no se ha visto que la gimnasia puede ser también fuerza, con esto se nos ha abierto un mundo y es maravilloso”, opina.

Mientras explora este y otros mundos, espera que la gimnasia mantenga el crecimiento que ha vivido en los últimos años, quizá incluso que gane algo de visibilidad en los medios, pero sobre todo lo que pide es “seguir trabajando en lo que me gusta. Aportar lo mucho o lo poco que pueda de la mejor manera y dedicarme a esto toda mi vida”, concluye.

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