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Orulisa: la saga de mujeres orujeras que innova y resiste en Liébana

Isabel en los viñedos de Orulisa en Tama.

Sandra Castañeda Elena

15 de junio de 2024 20:29 h

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Cuando nos vemos para la entrevista, Isabel García Gómez, actual propietaria y gerente de Orulisa, acaba de recibir uno de los 10 premios a los mejores productores sostenibles en España 2024 que conceden el banco BBVA y el restaurante El Celler de Can Roca. Me da la noticia orgullosa: “Esta bodega es mi resistencia, mi manera de decir que no estoy de acuerdo en que dejemos desaparecer pueblos, conocimientos tradicionales y formas de vida de los que tanto tenemos que aprender hoy. Que Josep Roca valore el orujo artesano y el vino natural que hacemos en Liébana y, con ello, esta manera de estar en el mundo, es una satisfacción inmensa”.

La nave de Orulisa destaca nada más entrar en Tama desde el desfiladero de La Hermida, a unos kilómetros de Potes. Allí se elabora y vende desde 1986 el primer destilado que se legalizó en esta zona, tradicionalmente orujera, en el momento en el que España pasó a formar parte de la Comunidad Económica Europea. Carmen Gómez, madre de Isabel y conocida por su carácter emprendedor, se puso manos a la obra para resolver el desafió de cumplir la normativa sanitaria y fiscal que requería Europa en tiempo récord. Era necesario modernizar los aparatos caseros y formalizar la producción. Gracias a sus contactos, ese mismo verano Carmen pudo visitar las mejores destilerías europeas y traer su saber hacer para adaptarlo a la realidad de los valles de Liébana. A su vuelta, encargó 24 alquitaras de cobre a imagen y semejanza del modelo medieval lebaniego. Antes de terminar el año ya había estableció Orulisa, que nació como cooperativa con la intención de dar servicio a las familias de la zona. El modelo cooperativo no tuvo éxito y pronto se reconvirtió en sociedad anónima, pero Carmen mantuvo la patente de las alquitaras abierta para permitir que cualquiera pudiera usarla. 

“Mi madre era una mujer muy guerrillera que, con 40 años y 3 hijas adolescentes, se puso al frente de un tipo de negocio complicado y que no llegó a entenderse en la comarca”, detalla mientras su entusiasmo contagioso se torna en cierta tristeza. A pesar del fracaso del modelo cooperativo, el orujo Los Picos empezó a posicionarse como destilado de alta calidad en todo el país. Entre Carmen y su marido, que tomó el relevo cuando ella no pudo seguir al frente por motivos de salud, consiguieron colocarlo en más de 30 restaurantes con Estrella Michelín e iniciar las exportaciones. 

Jesús García, el padre de Isabel, era un hombre tan perfeccionista como ‘disfrutón’, cualidades que le ayudaron a llevar el orujo Los Picos al siguiente nivel de calidad y sabor. “Mi padre tenía una empresa de obra civil con la que se ganaba la vida, así que Orulisa era su espacio de distensión y goce. Siempre trataba de mejorar el producto, costara lo que costara”. 

Al fallecer Jesús en 2012, Isabel recibió la propiedad de Orulisa casi por descarte durante el reparto de la herencia familiar. “Hacerme cargo de la empresa fue un cambio de vida tremendo. Yo llevaba casi 10 años encargándome del bienestar y la educación de mi hija Marina, que nació con necesidades especiales y era prácticamente todo mi mundo. Así que al principio renegué, pero lo cierto es que fue como abrir una ventana, dejar que entrara aire fresco y sentir de nuevo que empezaba a hacer cosas que me estimulaban en lo profesional”. 

Los primeros años fueron de aprendizaje. Conocía la teoría, Orulisa había sido parte de su vida desde que tenía 14 años e incluso se había dedicado al trabajo de oficina, pero no había vendimiado un fin de verano completo ni destilado un invierno entero. 

Poco a poco, con el apoyo su familia y amistades, Isabel va sintiéndose cada vez más cómoda en su nueva piel. Pronto decide lanzar Justina de Liébana, una línea de destilados ecológicos en homenaje a su abuela. Este fue el proyecto con el que Isabel marcó Orulisa con su impronta personal por primera vez: “mi abuela era ecologista sin saberlo y mi estilo de vida también es así, cuidadoso con la salud, las personas y el entorno. Así que era lógico lanzar esta nueva gama con hollejo de nuestra propia uva ecológica bajo su nombre”. Justina acerca el orujo a los gustos contemporáneos y refleja el olor del paisaje a través de los matices que le aportan el terreno y la uva Mencía de la montaña lebaniega. Además, como Isabel presta una atención especial a estética, la experiencia se completa con unas etiquetas preciosas que también hacen sonreír ante los dichos de la abuela.  

Creadora incansable, pocos años después se decidió a embotellar los vinos de las cepas propias con la guía de su amigo Goyo García Viadeo - uno de los máximos exponentes de los vinos naturales en España y que, precisamente, lidera un proyecto vinícola en Liébana -. “La colaboración es un valor que aprendí de mi madre, lo llevo a donde voy. Con Goyo tenemos mucha afinidad, nos une la manera en la que entendemos la tierra y el futuro del vino. Somos vecinos de parcela y él produce su vino cántabro en las instalaciones de Orulisa”. A cambio, Isabel cuenta con su orientación para la elaboración de Juntos, Querida Señora María y Querido Toribio. 

Yo lo que yo quiero es vender aquí, que la bebida sea kilómetro cero

Con esta iniciativa, Orulisa se suma a la nueva tendencia de vinos naturales que despega tanto en nuestro país como en el extranjero. “Producimos solo entre 1.500 y 2.000 botellas al año y la mitad se exportan, principalmente a Estados Unidos. Allí fascina esta historia de un vino que viene de Picos de Europa, un vino heroico. Pero yo lo que yo quiero es vender aquí, que la bebida sea kilómetro cero. Además, en Santander tenemos la Bodega Cigaleña, que es uno de los templos del vino en España gracias al sumiller Andrés Conde Laya. Me propuse no parar hasta que Andrés me comprara una botella, ¡y lo he conseguido!” clama orgullosa.

Sorprende la cantidad de premios – como el de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales 2016 del Ministerio de Agricultura -, posiciones – es vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias de Cantabria - y conexiones valiosas que Isabel atesora. Lejos de hacerlas valer para crecer, ella prefiere dedicarse a lo pequeño: “Si por mi fuese, Orulisa sería más pequeña; para hacer las cosas que realmente quiero y dedicarles el cuidado y la cercanía que merecen. Sin embargo, para mantener estas instalaciones y que la estructura empresarial sea rentable, necesito hacer un mínimo de 20.000 botellas anuales entre orujos, licores y vinos”. 

Terminamos hablando de las colaboraciones que más le divierten: las que establece con profesionales e iniciativas locales con las que se siente cómplice. “El fin de semana pasado estuvimos embotellando un vermut para el restaurante Umma con botánicos que trajeron Aitor y Sarah de La Lleldiría. Con Patricia de NOW Estudio estoy preparando el espacio de Orulisa para las visitas y catas de cara al verano. Así es como se crean las alianzas: primero las personas, el qué hacer con ellas ya aparecerá”. 

Eso me recuerda que hace exactamente un año empecé a publicar estas 16 historias de mujeres y equipos valientes que se atreven a crear la realidad que desean, con la colaboración de Patricia Valdés a la fotografía y el soporte de ElDiario.es en Cantabria. Ahora que todo se acelera con el inicio del estío, toca descanso y reflexión, ponderar el siguiente paso. Nos vemos en las calles y en los valles. 

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