Mario Camus (Santander, 1935) llega a la cita con gafas de sol y elige una mesa de la terraza para poder fumar. Lo primero que llama la atención es el notable vigor que mantiene a sus 80 años, quizá herencia de su pasado deportista. Tras la presentación, señala los gorriones que se pasean por la mesa contigua. “Solían vivir en esta zona, así que vuelven por aquí”, explica. Como él mismo, que ha regresado a su ciudad natal tras 60 años en Madrid.
Camus habla despacio, buscando las palabras justas y con la parsimonia de quien disfruta de la conversación. Lo acompaña Jesús Herrán, amigo y editor de su tercer libro de relatos 'Quedaron estas cosas' para la editorial Valnera. Las cosas que le quedan al realizador, guionista y escritor son su familia, los paseos por El Sardinero y sus lecturas. Pero también el impulso de Herrán, que lucha contra la tendencia actual de Camus de “no hacer”.
El editor destaca cómo el estilo literario del cineasta se ha tornado más y más sintético, hasta tal punto que en sus últimos textos “no sobra un adjetivo”. Camus cree que “ha dejado fuera el barroquismo por puro instinto” y cita a Juan Ramón Jiménez: “No le toques ya más / que así es la rosa”. Por suerte, el afán sintético no afecta su locuacidad y la charla fluye, se muestra cercano y permite olvidar su fama de esquivo con la prensa.
¿Se disfruta de la reacción de los lectores como de la de los espectadores?
¡No he pensado eso ni un segundo! Una vez decidido lo que iba a hacer, no me preocupaba mucho comunicarme. Me preocupaba hacerlo bien. En el cine, el productor te hace llegar enseguida lo mal que va. Y cuando no dice nada, es que va bien. Esa es la conexión: las entradas que se venden. En materia de libros, una vez que la cosa está en marcha me limito a escribir pero... ¿pensar en el espectador? Pues en el fondo quizá sí porque yo soy uno más pero no creo que sea una cosa que me torture. Si gusta, gusta. Escribo aquello que más o menos me resulta familiar, que lo tengo dentro, que tengo tiempo para hacer... Y me preocupa terminarlo. Hombre, en el caso de los libros es algo más personal: siempre es halagador que el carnicero te diga lo sencillo o bonito que es tu libro de leer. Pero no es mi mayor preocupación y a estas alturas mucho menos.
¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era contar historias?
Siempre he leído mucho, desde pequeño. O lo normal tirando a un poco más. Libros que correspondían a mi edad, que no, todo lo que caía en mis manos. Y sigo haciéndolo. El hecho de fabular o relatar en mí es muy antiguo, se remonta ya a hace cuarenta o cincuenta años. Siempre me ha gustado inventar historias y contarle a quien solicitara mi trabajo cómo veo la historia y enhebrarla. Es mi oficio.
Y algo natural…
Es mi trabajo. ¿Natural? Imagino que sí. No me he dedicado a otra cosa.
Sus películas están frecuentemente protagonizadas por personajes frustrados, acostumbrados a perder. ¿Qué tienen los perdedores para ser tan atractivos desde el punto de vista narrativo?
Esto es objeto de controversia siempre. Siempre hay quien dice que es una especie de subterfugio para el que no sabe contar. Pero si uno repasa un poco la historia de la literatura, se da cuenta de que El Quijote es un perdedor. Porque todo el que se propone una tarea y no la consigue es alguien frustrado. La historia de cómo evoluciona este personaje es más interesante que la historia del que consigue o hereda todo, que es mínima. Y la de quien tiene dificultades para salir, a quien todo va saliendo regular o mal siempre es más atractiva. Está llena de drama interno. Como la novela 'El viejo y el mar'. Personas que se esfuerzan por hacer cualquier cosa, ya sea pescar o abrirse paso en la vida, establecer sus normas, como Don Quijote o ir en contra de todos. La estética del perdedor es más interesante. Es un lugar común pero yo creo que es el caso.
¿Cuáles son sus influencias? En primer lugar, sus autores cinematográficos favoritos.
Los normales. A mí me gustan los clásicos, las películas hechas en los años 30, 40, 50 y 60: Billy Wilder, William Wyler o John Ford. De los modernos me gusta alguna película suelta, pero los autores enraizados en uno son los clásicos.
¿Y literarios?
De la literatura de fuera me gusta la norteamericana: Faulkner, Hemingway, Dos Passos, Fitzgerald... Y españoles, Martín Gaite, Ferlosio, Aldecoa, Cela. Todos ellos nacidos en los años 20.
Algún nombre entre los contemporáneos.
Lasse Hallström me gusta mucho. Pero casi siempre aludes más a películas que a autores. De las españolas, por ejemplo, 'Los lunes al sol' es formidable. Como conozco el cine, sé que cuesta mucho repetir una buena película, que depende mucho de la producción. En este momento me viene a la cabeza esa pero seguro que hay alguna más estupenda.
¿Qué novela le quedó por adaptar?
Me hubiera gustado hacer 'Los amores tardíos', de Baroja, la tercera parte de una trilogía llamada 'Las agonías de nuestro tiempo'.
¿Por qué esa?
Es la historia de un perdedor también (ríe). Y está muy bien. Baroja era un gran escritor y en esa novela trataba un tema amoroso entre primos profusa y claramente y trazando los personajes a la perfección. Pero es difícil. En el cine, cuando tienes oportunidad de hacerlo, los derechos son muy caros. Son muchas las dificultades para armar una película y, aunque a veces encuentras un eco, la mayoría se queda en proyecto.
¿El doblaje es un lastre del cine en España?
Cada vez que hablo de esto, se me echan encima los dobladores y yo nunca he dicho que el doblaje haya que suprimirlo. Lo que digo es que hay que controlarlo un poco, que se doble lo que tenga algo de interés, no todo. Y bueno sería que estas cosas que se importan paguen un impuesto, cuyos beneficios se apliquen al Fondo de Protección al Cine para que de ahí salgan subvenciones con las que los jóvenes directores puedan hacer frente a la monstruosa competencia americana. Si es que al mismo tiempo se están haciendo escuelas de cine y salen chicas y chicos con título de guionista y director y no tienen un espacio en el que exhibir sus obras. Pero yo mismo he trabajado en el mundo del doblaje: dirigí el de 'La chaqueta metálica', de Stanley Kubrick.
¿Sigue alguna serie de televisión?
No, actualmente lo que intento es cazar las películas nuevas. Series no, imposible. Además, cuando no hay coches derrapando, son series de género. No soporto el terror y en general hay demasiada violencia. En un cuarto de hora hay 54 muertes. Luego, hay series que te cuentan la vida de un abogado de Nueva Jersey y yo preferiría ver un abogado de Burgos. Todo el cine español se fija en las series y películas de género. Miras las sinopsis y son de zombis o de extraterrestres. Yo no puedo. Estoy inclinado al cine realista que corresponde a la literatura que te he comentado. De vez en cuando hay alguna comedia que está bien, pero... ¡Una película de zombis! ¿Qué me importa a mí un zombi? No digo que lo hagan mal, pero es que la temática me importa un pimiento.
El documental 'La bahía de Santander' (1968), del programa 'Conozca usted España' fue muy polémico y no gustó a los comerciantes de la ciudad porque se veía muy oscura. ¿No quisieron los santanderinos ver reflejada su idiosincrasia?
En Santander no hay más que el puerto y las actividades relacionadas con él y los comerciantes. Ellos quieren vender y... ¿cómo se vende? Trayendo gente a la ciudad. ¿Cómo vendría la gente? Con buen tiempo. Se hace un documental sobre la ciudad y se la ve en invierno cargada de nubes. ¡Así no va a venir nadie! Y se enfadaron porque me consideraron un memo. Y no se dieron cuenta de que yo no soy comerciante. Me importa un bledo si venden gabardinas o no. Todo el mundo reaccionó ferozmente en contra. ¡Un documental de la bahía con poesías de Maruri! ¿Pero dónde va éste? La reacción fue monstruosa aunque hubo gente que salió en su defensa. Pocos.
Como me insistían a mí en que hiciera un capítulo de 'Conozca usted España', propuse nuestra ciudad y así obligué de alguna manera a RTVE, que no tenía intención de hacerlo. A mí, por fatuidad o narcisismo me pareció que había quedado muy bien. Y una noche lo emitieron. A los dos minutos de terminar y, estando yo con los chicos en casa, sonó el teléfono. Y pensé que a alguien de Santander le habría gustado. Cuando descolgué, una señora indignada me estuvo insultando durante media hora porque aquello era un horror. Y a partir de entonces yo me quedé extrañado porque era algo unánime, todo el mundo estaba en contra. Pero si aparecían Pancho Cossío, Pepe Hierro, se ve la bahía, hay un poema de Maruri, citas de Amós de Escalante estupendas al principio... Yo no entendía nada.
Además refleja el taciturno carácter santanderino.
Yo nací en Santander, fui al colegio en Santander, a mí nadie me tiene que explicar cómo es mi ciudad. Esto no es Santander (señala el intenso sol de la mañana), esto es un verano alargado. A mí la ciudad me gusta mucho. Aquella señora me dejó absolutamente desarmado, fuera de órbita. No quise saber más. Y al cabo del tiempo pervive esa especie de desilusión.
¿Qué hay del proyecto de llevar el guión de 'Historias de la bahía', que habría sido su trigésima película, a novela?
Yo me complazco sin pensar demasiado. Cuando pienso ya no me complazco nada. Mi tendencia es no hacer, si no fuera por Jesús… De todas maneras, ahora me encuentro muy a gusto. Ya he trabajado durante seis décadas. Alguien me dijo que en los cincuenta ya trabajaba. ¡Claro! Y en los sesenta, setenta, ochenta, noventa, dos mil. Algunos años hice más de una película. Y hay series que se estrenaron como películas, por ejemplo 'La forja'. Seis capítulos que iban alternando durante dos semanas.
Y otras codirigidas, como 'Curro Jiménez'.
De ella tengo un recuerdo bárbaro. En esa época había unos inviernos horribles en Madrid con frío y nieve y 'Curro Jiménez' se rodaba en Huelva, Almería o Ronda. Me llamaban para ver si podía bajar al sur y a los cinco minutos salía corriendo para el tren. Sol, aire libre, caballos: eso me divertía mucho.
No se despide hasta después de otro buen rato de charla, en el que se entrevén posibles temas para próximos libros, como sus experiencias con el mítico jugador de bolos El Zurdo de Bielva, al que Camus conoció. “Igual a los 85…”, propone Herrán. El orgullo que siente por su obra cumbre sale a relucir en el adiós, cuando cita al personaje de Régula, de 'Los santos inocentes' con mirada risueña: “A mandar, que para eso estamos”.