El grupo catalán Elefantes lleva 23 años en la música, con una interrupción porque su enorme respeto por este arte y no querer trabajar “sin poner el corazón” les llevó a frenar allá por el 2006. En 2013 volvieron y desde entonces no han parado. En abril de este año publicaron su disco número once, 'La primera luz del día', un trabajo que les ha llevado de gira por toda España y ahora les trae a Santander. Este viernes, los intérpretes de 'Que yo no lo sabía' estarán en la Sala Sümmum a partir de las 21:30 horas. Shuarma, el cantante de la banda, reconoce que la capital cántabra es “una plaza por conquistar” y encara el concierto con muchas ganas.
¿Qué diferencia 'La primera luz del día' de los discos anteriores?
Nuestra propia evolución como músicos. Hay cosas que son una constante en nuestros discos y hay otras que se van transformando. Quizá la constante es el espíritu, siempre tenemos la intención de dialogar emocionalmente con quien escucha nuestra música y de llegarle un poco al corazón. Lo que se va transformando son nuestras vivencias y, probablemente, nuestra forma de contar las cosas. Van pasando los años, acumulamos vivencias y, como grupo, experiencia. Me gusta imaginar que cada vez tenemos un discurso más sólido y personal. Esta es la diferencia de este disco con los demás y la que tendrá el siguiente disco con este.
¿Transmitir emoción es clave para gustar y conectar con el público?
Totalmente. Nuestra intención es llegar a través de las emociones. Una canción te puede hacer sentir bien o te ayuda a sacar todo de dentro si estás mal, por ejemplo. Yo creo que hay distintas funciones en la música, como hacerte bailar o profundizar en tus cosas, y a nosotros nos gusta pensar que nuestras canciones, sin que suene pretencioso, te ponen en contacto contigo mismo. Por eso hacemos música.
¿En la mezcla de estilos está su éxito?
Lo difícil sería no mezclar estilos porque nosotros nos dejamos llevar. Intentamos llegar al público por un lado un poco más emocional, así que no nos importa la materia prima, sino la finalidad. Nos emociona igual una rumba, que un pasodoble o el trap. Cualquier cosa que llega, para nosotros es una herramienta. Nuestras canciones tienen un poco de todo, desde un aroma al flamenco en algún momento, pop rock anglosajón, música de los 60 o copla. Aunque creo que nuestro estilo se encasilla en el pop rock.
En 2006 hicieron un parón, ¿es necesario después de tantos años para renovarse?
Nosotros no hicimos un parón, destruimos al grupo y nuestra intención era no volver a tocar más. Decidimos acabar y apretamos el stop, no el pause. No sé por qué, pero una conexión entre nosotros había desaparecido y para nosotros era algo muy importante. Se había difuminado algo que para nosotros era importantísimo que estuviera bien definido. Era la época de más éxito y fue muy difícil tomar la decisión. Después de ocho años separados, la primera vez que nos sentamos juntos nos dimos cuenta de que aquello que pensábamos que estaba muerto, solo estaba durmiendo y había despertado. Entonces, con la misma naturalidad con la que un día apretamos el stop, volvimos a apretar el play.
Parar fue también una cuestión de responsabilidad. Estábamos muy orgullosos de lo que habíamos hecho hasta la fecha y no queríamos estar únicamente para ganar dinero, sin poner el corazón de verdad. Pensábamos que, si hacíamos eso, íbamos a empañar al grupo de algo que no es lo que nos mueve.
Esto habla, también, de su respeto por la música.
Nos dedicamos a la música porque nos ha cambiado la vida. Yo recuerdo las primeras canciones, los primeros conciertos o el primer disco que compré. Para mí fue como una bombona de oxígeno que me ayudó a entender muchas más cosas y, sobre todo, a mi mismo. Siempre tengo un respeto muy grande a la música, a la expresión, a la cultura, al público, a los compañeros de profesión y a todo lo que tiene que ver con difundir la creatividad.
¿Notaron mucha diferencia en el mercado y el público tras volver a la música?
Notamos que habían pasado ocho años en los que se había transformado, sobre todo, la forma de hacer llegar la música a la gente. Durante esos ocho años, nosotros no estuvimos viviendo en Marte, estuvimos aquí y haciendo música, por lo que entendíamos muy bien la transformación. Internet en esos años había dado un paso hacia delante tremendo y la industria del disco había caído a un ritmo vertiginoso. Además, nosotros cuatro teníamos una forma de funcionar un poco más 'a la antigua'. Nos hemos tenido que adaptar, pero yo creo que la música siempre ha ido sufriendo transformaciones muy fuertes y, realmente, el trabajo del músico es escribir canciones y cantarlas y eso no se ha transformado. Todo lo demás ha cambiado, nos tenemos que amoldar y eso va a seguir siendo así. Lo importante, yo creo, es saber la motivación que uno tiene. Nosotros, por ejemplo, nos juntamos porque existía la intención de dar lo mejor, creíamos que podíamos y teníamos ganas de hacerlo juntos.
Este nuevo disco se ha gestado en un año marcado por la actualidad catalana, ¿se refleja el ambiente social en su disco?
No. Absolutamente nada. Yo estoy seguro que, con los años, veremos alguna pincelada por ahí suelta de enfado, quizás. Es una situación muy compleja de la que es muy difícil opinar, porque siempre acabas hiriendo sensibilidades. Además, creo que está muy bien opinar, pero es muy fácil que se nos malinterprete. Pero, desde luego, a mí lo que me preocupa de todo esto y puede ser que esté reflejado en el disco en algún momento, es la intención que ha habido de crear dos bandos que parece que se odian entre sí. Mi visión, que vivo aquí, es que no es así. Cuando hay un conflicto así no hay que echar más leña al fuego, al contrario. Hay que dar tu brazo a torcer, ser dialogante e intentar crear el mejor ambiente posible para que se solucione. Las conductas que son absolutamente contrarias a esto, que ayudan a que se haga más ruido, me da la sensación que buscan ocultar algo detrás de una cortina de humo. Me da sensación de duda y enfado.