Cuando Renedo era Berlín, con la Pilé convertida en Tresor y El Duende en un Bundestag que dividía a buenos y malos, esto es a Kortatu y Piperrak, uno empezaba la noche pidiendo un DYC cola para unas horas después acabar en Las Vías bebiendo calimocho envasado al vacío en botellas de aceite Carbonell. Empezábamos con toda la clase que creíamos tener (100 duros) y terminábamos recordándonos unos a otros que el Adore de Smashing Pumpkins era una puta mierda –se dice poco–.
A Miguel Ángel Revilla le ha sucedido algo parecido con los trenes. Hace siete años, el 20 de octubre de 2008, solo un mes después de que petara LehmanBrothers, maravilloso timing, el actual presidente del Gobierno de Cantabria se reunió con José Luis Rodríguez Zapatero. “Cantabria va a tener un AVE como el País Vasco y Galicia; se licitará el año que viene”, aseguró el presidente autonómico tras aquel encuentro. Luego amenazó con romper el pacto con Lola, se puso ciego en Monzón de Campos, pidió dos más, empezó a hablar de sí mismo en tercera persona y es probable que a corto plazo termine por aceptar únicamente que haya enchufes en el Alvia para que el PSOE, rumbo a Ferraz, pueda hacer campaña a las generales con hashtags. Otra vez el calimocho en Las Vías.
Dice José Ramón Blanco que el Parlamento de Cantabria vive sumido en un interminable y redundante día de la marmota. Se equivoca el de Podemos. El hemiciclo autonómico es Primer, aquella película donde las líneas temporales se iban superponiendo hasta provocar esquizofrenia en el espectador. Trenes, puertos, hospitales… Sus señorías, más de un lustro después de aquella llegada en taxi a La Moncloa, han aprendido a convivir con nuevas siglas, a no echar de menos a Marcano y a pronunciar un nuevo neologismo eufemístico ferroviario: altas prestaciones. Recuerda a Renaldo, delantero brasileño que fichó el Deportivo a finales de los 90 y que se definió a sí mismo como “una mezcla de Ronaldo y Rivaldo”. “Es como Ronaldo pero con e”, matizaba minutos después César Augusto Lendoiro. Paradojas de la vida, en 2008 el ariete se convirtió en jugador del Demócrata, tren correo del fútbol brasilero.
Quizás la clave para llegar a Madrid en tres horas y por menos de 100 euros sea seguir los pasos de Sodercan. Tras la victoriosa llegada de Víctor Gijón, quien no necesitó ir al Colegio El Pilar para dominar el mundo, la empresa pública ha decidido cambiar su estructura para que sea “más flexible” y deje de ser “jerárquica y poco funcional”. Se intuye complicada su propuesta, tanto como recitar de memoria todos los cargos y consejerías que acumula Díaz Tezanos o imaginar a Ignacio Diego preocupándose por el bienestar de la ciudadanía.
La cuestión es que si los partidos con representación parlamentaria continúan por este camino, un gran espectro de la población cántabra solo mantendrá como recuerdo de tren rápido aquel que te llevaba en 20 minutos a Santander desde la puerta del Copa's. Cierto es que a veces aparecían motosierras y navajas de siete muelles en los vagones. Pero solo a veces.
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