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El descontrol
El año 2015 ha sido, indiscutiblemente, el año de las nuevas formaciones que han dicho basta al inmovilismo y al bipardidismo, cada uno desde una posición ideológica distinta, todavía sin definir del todo. Existe la base. La primera comenzó a cocinarse en Madrid y la segunda en Barcelona. Esta última con el propósito de frenar las aspiraciones independentistas y, más adelante, la tan extendida corrupción.
El discurso de sus ideólogos es armónico, el resultado de una serie de variaciones adecuadamente acomodadas en una misma frecuencia de emisión. Un guión perfilado y ordenado. Albert Rivera, Inés Arrimadas o Begoña Villacís bien podrían haberse conocido en la misma academia de expresión oral y corporal. El gesto es el mismo, el tipo de vestuario y la música también. Un partido al que, sin embargo, le falta estructura para controlar lo que ocurre más allá de ese triángulo perfecto, lo que dejó boquiabierto a su líder en su visita a Cantabria en la campaña electoral del pasado mes de diciembre.
“El aborto es violencia”, sentenció el candidato por Cantabria, en contra de lo que dice el programa de Ciudadanos. Carlos Pracht, fiel a sus siglas -que no al contenido de su programa- como buen súbdito, obedeció remitiendo un comunicado en el que pedía disculpas por si se habían malinterpretado sus declaraciones. ¡¡¡Malditas malinterpretaciones!!!
¿Creen que en esa frase -dicha, por cierto, por un profesional de la Medicina- hay margen para la interpretación?
Pues sigamos interpretando. El partido de Albert Rivera se muestra en contra “de la discriminación positiva a las mujeres”. Y, ahí está Pracht para ahondar en el disparate. Vamos con una selección de sus “salidas” al ser preguntado por la propuesta de su partido de suprimir las penas específicas para los crímenes machistas. Pracht defiende que “mueren más hombres que mujeres; que hay cárceles de mujeres y violencia de mujeres, como las yihadistas”. Solo le faltó añadir a su argumentación que la mantis religiosa se come al macho durante el apareamiento. Se vuelven muy agresivas y en ocasiones terminan devorándolo, comenzando por la cabeza.
Dejémonos de bromas porque el tema es serio: 57 mujeres asesinadas por la violencia machista en 2015.
Más allá de titulares como los que ha dejado el diputado electo de Ciudadanos al Congreso, sus elucubraciones sobre el posible origen de esta lacra son, si cabe, -y lo dice el Observatorio Contra la Violencia de Género- más peligrosas. Pracht sostiene que “para poder terminar con la violencia de género hay que saber por qué una persona que tiene afecto extremo por otra decide terminar con esa persona que hasta ese momento merecía todo su respeto, su cariño”. ¿Afecto extremo? ¿Cariño? ¿Respeto?
“Cuanto más varón sea el varón, mejor para todos en la casa”, que diría el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. Y la música suena a lo mismo. A extremo y a desigualdad; a un discurso rancio y machista que los políticos, ya sean “los de siempre o los del cambio”, deben cortar de raíz. Ciudadanos no ha dado ejemplo. Recuerden: estamos en 2016.
El año 2015 ha sido, indiscutiblemente, el año de las nuevas formaciones que han dicho basta al inmovilismo y al bipardidismo, cada uno desde una posición ideológica distinta, todavía sin definir del todo. Existe la base. La primera comenzó a cocinarse en Madrid y la segunda en Barcelona. Esta última con el propósito de frenar las aspiraciones independentistas y, más adelante, la tan extendida corrupción.
El discurso de sus ideólogos es armónico, el resultado de una serie de variaciones adecuadamente acomodadas en una misma frecuencia de emisión. Un guión perfilado y ordenado. Albert Rivera, Inés Arrimadas o Begoña Villacís bien podrían haberse conocido en la misma academia de expresión oral y corporal. El gesto es el mismo, el tipo de vestuario y la música también. Un partido al que, sin embargo, le falta estructura para controlar lo que ocurre más allá de ese triángulo perfecto, lo que dejó boquiabierto a su líder en su visita a Cantabria en la campaña electoral del pasado mes de diciembre.